HISPANISTA - Vol
XIII - nº 50 - Julio
- Agosto - Septiembre de 2012 |
Editora general: Suely Reis Pinheiro
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CÓMPLICE
Por regla general, la palabra "cómplice"
se usa con un sentido peyorativo, incluso como una
acusación a alguien por cometer lo que se reputa como
colaboración en un delito o falta. Es muy común que esto se
dé en los medios de comunicación, cuando se reseña un hecho
delictivo: "La policía capturó al asaltante y su cómplice";
"El agresor y sus cómplices huyeron en una camioneta".
En algunos de los delitos que
conforman la llamada corrupción puede no haber "cómplices",
pero en otros la participación de estos es imprescindible,
como en el caso del soborno, que supone necesariamente la
presencia de un sobornado y de uno o más sobornantes.
Por otra parte, no todos los "cómplices"
lo son de la misma naturaleza. Hay "cómplices" activos,
participantes directos en el delito; pero hay también los
simples cooperadores. En todo caso, no debe confundirse el
"encubridor" con el "cómplice". Los "cómplices" actúan de
alguna manera en el delito, mientras que los "encubridores"
sólo tienen conocimiento del hecho, pero no actúan en él,
sino que simplemente guardan silencio.
Sin embargo, la palabra "cómplice"
no siempre tiene un valor negativo, como lo demuestra la
definición que de dicha palabra registra el DRAE: "(…) adj.
Que manifiesta o siente solidaridad o camaradería: 'Un gesto
cómplice'. 2. Der. Participante o asociado en crimen o
culpa imputable a dos o más personas. 3. Der. Persona que,
sin ser autora de un delito o falta, coopera a su ejecución
con actos anteriores o simultáneos".
Como se ve, la primera acepción,
de carácter general, no define al "cómplice" como
participante en un delito o falta, pues la "solidaridad" o "camaradería"
pueden sentirse ante un acto no necesariamente delictivo.
Puede ser, incluso, un hecho jubiloso. Muchas veces dos
personas amigas se autodefinen como "cómplices". Lo mismo
puede ocurrir con las parejas de enamorados. Y aun en
ciertas actividades, en las que efectivamente se establece
entre personas un cierto tipo de entendimiento que supone,
en sentido figurado, alguna "complicidad". Ocurre, por
ejemplo, en el teatro, en que puede hablarse de un
determinado grado de "complicidad" entre los actores y el
público.
"Cómplice" proviene del vocablo
latino "complex", que significa "unido, complicado".
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DISPOSICIONERO
De los ya lejanos tiempos de mi
infancia y adolescencia recuerdo algunas palabras que
entonces se empleaban regularmente, y que hoy ya no se usan
o se usan muy poco, siempre, en estos casos, por personas de
edad avanzada. El léxico parece ser la parte del lenguaje
donde más se pone en evidencia el dinamismo del idioma,
manifiesto precisamente en ese cambio constante de muchas
palabras en uso. Unas se emplean un tiempo y poco después
desaparecen, pero surgen otras nuevas, de las cuales algunas
se arraigan y duran, mientras que otras, a su vez, son
reemplazadas más o menos en poco tiempo.
Una de esas palabras que
recuerdo con frecuencia es el adjetivo "disposicionero, a",
que mi madre solía emplear para referirse a ciertas personas,
generalmente jóvenes: "Esa muchacha es muy disposicionera",
acostumbraba decir, refiriéndose a algún miembro menor de
la familia o persona cercana, y también, sobre todo, a
jóvenes que trabajaban en el servicio doméstico.
"Disposicionero" o "disposicionera"
era el muchacho o muchacha, o cualquier otra persona, que
resolvía por su cuenta determinadas cosas, sin contar con el
respaldo de nadie ni con las consecuencias de lo que se
decía o se hacía. Generalmente se empleaba como un reproche
a ciertos comportamientos.
Obviamente, "disposicionero, a"
es un derivado del sustantivo "disposición", definido por el
DRAE como "Acción y efecto de disponer", verbo este que, a
su vez, en su segunda acepción el mismo diccionario define
como "Deliberar, determinar, mandar lo que ha de hacerse
(…)". En términos prácticos "disponer" equivale a decidir
uno por su cuenta lo que hay que hacer.
"Disposicionero" no aparece en
ninguno de los muchos diccionarios consultados, ni en los
generales, ni en los especiales o de americanismos o
venezolanismos , salvo en el magnífico "Diccionario de
voces trujillanas", de mi viejo amigo Segundo Barroeta,
donde figura con la siguiente definición, muy precisa y
exacta: "Dícese de todo aquel que actúa con gran
independencia y es muy resolvedor. Que cambia las cosas a su
manera, sin consultar a sus superiores. 'Tenga cuidado con
Esteban que es muy disposicionero'. 'Pedro Simón es muy
capaz y eficiente, pero hay que vigilarlo porque es gran
disposicionero' ".
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CHÁCHARA
En Castellano contamos con
varias palabras que se refieren, con frecuencia en tono
despectivo, a las personas que hablan mucho, y al acto mismo
de hacerlo, de las cuales suele decirse que "hablan mucho y
no dicen nada". Son palabras como "charlatán" y "disparatero",
ambas comentadas en artículos anteriores. Otras son "hablachento",
"lenguaraz", "deslenguado", "monserga", "verborrea", etc.
Usamos también frases o locuciones en el mismo sentido: "lengua
larga", "lengua de hacha", "hablar pendejadas", "hablar paja",
"hablar tonterías", "hablar necedades", "hablar hasta por
los codos", "hablar más que un perdío", etc.
Otra de esas palabras es "cháchara".
Esta, a la que marca como coloquial, la define el DRAE como
"(…) Abundancia de palabras inútiles. 2. Conversación
frívola. 3. pl. Baratijas, cachivaches". Esta última
acepción es poco usual, al menos en nuestro país. El DRAE
registra también el verbo "chacharear": "parlar (hablar
mucho). 2. Méx. Negociar con cosas de poco valor".
Igualmente "chacharero", sinónimo de "charlatán".
El "CLAVE. Diccionario de uso
del español actual" es un poco más amplio en su definición
de "cháchara": "1. col. Charla o conversación intrascendente,
especialmente si se mantiene animadamente y sin prisas;
palique: 'Íbamos en el autobús de cháchara y se nos pasó la
parada'. 2. En zonas del español meridional, baratija: 'Cuando
era chiquito me gustaban mucho las chácharas' (…)".
En la práctica el término "cháchara"
suele emplearse de dos maneras, en cuanto a la intención
con que se lo use. Entre nosotros una "cháchara" puede ser
una plática o conversación común y corriente, en
particular si se refiere a temas intrascendentes. En este
caso su empleo no es propiamente despectivo: "En el corredor
la cháchara estaba muy animada". En lenguaje coloquial o
familiar nos referimos a ello con la expresión "hablar paja",
que no es una expresión obscena como algunos creen: "Estuvimos
un buen rato hablando paja", o "hablando pajita".
Pero es también frecuente el
uso de "cháchara" para referirnos despectivamente, y hasta
con intención satírica, al habla intrascendente de ciertas
personas en un momento dado, o con mucha frecuencia: "Me
tiene harto la cháchara de Fulano"; "No soporto más esa
cháchara". |