HISPANISTA - Vol
XIV - nº 55 - Octubre
- Noviembre - Diciembre de 2013
Revista electrónica de los
Hispanistas de Brasil - Fundada en abril de 2000
ISSN 1676-9058
(
español)
ISSN 1676-904X (portugués)
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Editora general: Suely Reis Pinheiro
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Alexis Márquez Rodríguez
EL DRAE
Con
frecuencia algunos lectores me piden que hable sobre los
diccionarios, en especial el de la Real Academia Española.
Tal interés es muy encomiable, y refleja la disposición
creciente de muchas personas a ocuparse de los asuntos del
idioma. Lo cual es alentador, porque hasta no hace muchos
años no era así, e incluso abundaba la gente que tenía del
diccionario el peor concepto. Todavía abundan quienes dicen
que el diccionario es el cementerio de las palabras, no
obstante lo cual son los primeros que, subrepticiamente,
consultan de vez en cuando uno de ellos, haciendo de
sepultureros al revés, que no entierran cadáveres, sino que
los exhuman. No obstante, como ya dije, en estos años se ha
venido produciendo un aumento considerable del interés de la
gente por su idioma.
La consulta del diccionario es muy útil para todos los
usuarios de la lengua, en especial para quienes la tienen
como su principal herramienta de trabajo: escritores,
periodistas, gente de radio y televisión, profesores de
lenguaje, etc. Pero, en general, todas las personas, en
tanto que usuarios de un idioma, tienen en un buen
diccionario un gran auxiliar en sus funciones de
comunicación.
Sin embargo, tal uso no siempre es fácil, y para hacerlo con
eficacia hay que tener en cuenta ciertos requerimientos. Lo
primero es que el diccionario que usemos esté al día. La
lengua cambia incesantemente, por su uso constante. Este
tiende a desgastarlo, como todo lo que se usa, pero,
paradójicamente, al mismo tiempo provoca su evolución y su
enriquecimiento. Y esto se refleja en los diccionarios.
Muchas personas consultan diccionarios viejos, obviamente
atrasados, y a menudo no encuentran lo que buscan, que sí
está en diccionarios posteriores, u obtienen definiciones
obsoletas o equivocadas de palabras, que oportunamente
fueron corregidas y mejoradas en las siguientes ediciones
del mismo diccionario. Esto no quiere decir que un
diccionario viejo sea inútil y deba desecharse. Muchos de
ellos tienen un gran valor histórico, y hay momentos en que
conviene saber cómo se definía un vocablo en un diccionario
de años atrás, y cómo se define ahora. O saber en qué
momento un vocablo entró a las páginas del DRAE. De ese modo
puede apreciarse la evolución de la lengua.
También hay que saber buscar en un diccionario lo que se
quiere saber. En ellos hay rasgos técnicos que es necesario
conocer, pero para eso no hay que esforzarse demasiado, pues
se trata de una técnica generalmente sencilla, que se va
dominando a medida que se vaya usando el diccionario.
Es importante saber que el DRAE no da ni quita vida a las
palabras. No tiene sentido la idea, muy común, de que una
palabra no existe porque no está en el DRAE. Todo lo
contrario. Un vocablo entra al diccionario después de mucho
tiempo de uso, demostrado por su empleo frecuente en la
escritura. En la Real Academia se examinan constantemente
las miles de publicaciones en lengua castellana que se
publican en todo el mundo, libros, folletos, periódicos,
revistas, etc., y de ese modo se determina si el uso de
determinadas palabras se ha afianzado y arraigado, de modo
que merezca entrar al diccionario, para lo cual se discute
largamente sobre la conveniencia o no de que sea así. Sólo
entonces el vocablo, si así se decide, logra ingresar en la
siguiente edición del DRAE. Pero este ingreso no es lo que
da vigencia a la palabra, sino lo contrario, es el uso
reiterado y documentado lo que permite que el vocablo sea
registrado. Porque el DRAE es eso: un registro de las
palabras en uso, y no una lista de palabras de uso
permitido, como muchos, incluso académicos ignorantes que
los hay, pretenden.
El DRAE existe desde 1726, año en que se publicó la primera
parte de la primera edición, que fue de tres tomos. Es el
conocido como Diccionario de Autoridades. Desde entonces se
han publicado en total veintidós ediciones. Hoy la
elaboración de una nueva edición del DRAE se facilita y
acelera porque la Real Academia dispone de un complejo y
eficaz equipo de computación.
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OTROS DICCIONARIOS
Cuando
alguien necesite buscar en un diccionario el significado de una palabra, debe
comenzar por el DRAE. Este es lo que podría llamarse el diccionario oficial de
nuestro idioma. Se trata de un diccionario general, en el que sólo se busca el
significado de las palabras. Sin embargo, hay en él algunas breves referencias
etimológicas de muchos de los vocablos registrados en sus páginas. Y a veces,
también, ejemplos de uso, muy útiles, aunque no con la abundancia que uno
quisiera.
Pero es posible que el DRAE no satisfaga la necesidad del que busca en sus
páginas, bien porque el vocablo que requiere no esté allí, bien porque la
definición que se da sea oscura, confusa o insuficiente. En tales casos hay que
recurrir a otros diccionarios. El más socorrido parece ser el Pequeño Larousse
Ilustrado, que es bastante bueno, se renueva frecuentemente (la más reciente
edición es de 2004) y, sobre todo, tiene la parte histórico-geográfica,
sumamente útil para consultas rápidas y no muy minuciosas. Además, incluye
algunos útiles apéndices de frases célebres, refranes, etc.
De los diccionarios manuales me parece que el más recomendable sigue siendo el
CLAVE. Diccionario de uso del español actual, al que, cuando se publicó por
primera vez, en 1996, califiqué de ³casi perfecto². Tiene la ventaja de que es
un diccionario múltiple, pues además de servir de diccionario general, agrega en
cada vocablo referencias etimológicas, semánticas, de sintaxis, de uso, de
ortografía, etc. Además, registra neologismos que no han llegado todavía al DRAE,
y pone especial énfasis en definir los extranjerismos usuales, definiéndolos
como aceptables o inaceptables.
En materia de uso, el Diccionario de uso del español, en dos gruesos tomos, de
doña María Moliner, sigue siendo monumental, aunque está un poco atrasado, pues
se publicó en 1966, aunque se hizo una revisión en 1980. Pero el atraso no es en
este caso muy perjudicial, pues, por ser un diccionario de uso, pone especial
énfasis más que todo en lo sintáctico, y, como se sabe, la sintaxis es la parte
del lenguaje que menos cambia.
Muy moderno y recomendable es también el Diccionario de uso del español de
América y España VOX, publicado en 2002, obra colectiva muy completa, en algunos
casos exhaustiva, con abundantes ejemplos de uso del idioma, generalmente
sacados de obras de autores muy competentes en materia de lenguaje.
Igualmente recomendable es el también monumental Diccionario del español actual,
de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, en dos grandes tomos, muy
detallado y de actualidad, igualmente abundoso en ejemplos de buen uso del
lenguaje, extraídos principalmente de libros de autores bien seleccionados y de
publicaciones periódicas. De este excelente diccionario se ha hecho también una
versión resumida, publicada en un solo tomo.
Un diccionario que sigue siendo sumamente útil es el venerable Diccionario
ideológico de la lengua española, de don Julio Casares, publicado por primera
vez en 1959. Lo que lo mantiene en vigencia es que, aparte de la sección
general, en la que se definen las palabras, contiene también una sección donde
se manejan los vocablos agrupados en familias de palabras, en la cual se
registran en columnas los vocablos que poseen alguna afinidad semántica, lo que
suple con ventajas la función de un diccionario de sinónimos. Sólo es de
lamentar que no figuren en él muchas palabras de uso actual, pero que no lo eran
cuando se escribió el diccionario.
En cuanto a diccionarios etimológicos, el más autorizado sigue siendo el
Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, de Joan Corominas,
inicialmente publicado en cuatro voluminosos tomos, llevados posteriormente a
seis. Hay, además, un resumen en un tomo, Breve diccionario etimológico de la
lengua castellana, muy útil para la consulta rápida y no muy exigente.
Existen muchos otros diccionarios de gran calidad, entre ellos los
especializados, que no mencionamos por falta de espacio. Pero debo advertir que
no hay uno solo que sea perfecto. La naturaleza misma de lo que es un
diccionario lo aleja necesariamente de la perfección.
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EL DICCIONARIO PANHISPÁNICO DE
DUDAS
El Diccionario panhispánico de
dudas (DPD), obra conjunta de la Real Academia Española y las academias
nacionales. Fue, pues, resultado del esfuerzo mancomunado de académicos
de todo el ámbito hispanohablante. De ahí el nombre de panhispánico,
pues en su elaboración participó la totalidad del mundo hispánico. Pero,
además, lo de panhispánico también alude al contenido, pues se da igual
tratamiento al Castellano hablado en España y al hablado en
Hispanoamérica, con referencias a las modalidades nacionales y
regionales del idioma común. Lo cual hace de este diccionario una obra
excepcional. Hasta hace pocos años en las labores de la Real Academia
Española predominaba, de manera avasallante, la norma y el criterio de
los españoles, y aunque alguna colaboración prestaban las academias
hispanoamericanas, el Castellano de nuestros países se trataba con un
criterio neocolonial, y hasta con cierto grado de desprecio. Esta
actitud ha cambiado radicalmente, y la relación de la Real Academia con
nuestro Continente pasa hoy por la convicción, expresada más de una vez
por sus voceros, de que el futuro de la lengua española está en
Hispanoamérica, por la sencilla razón de que en este continente reside
la gran mayoría de sus hablantes.
El DPD viene a ser un instrumento fundamental para los hispanohablantes
en general, y en especial para quienes usamos el lenguaje como la
principal herramienta de trabajo. Por las características de nuestro
idioma, lengua en expansión de extraordinario dinamismo y propia de
varias decenas de nacionalidades, su uso plantea a menudo numerosas
dudas, hasta ahora difíciles de resolver, pues los diccionarios comunes,
las gramáticas y otros escritos lingüísticos no siempre les dan
respuestas. De ahí que se hubiesen escrito varios diccionarios de dudas,
algunos bastante útiles, pero siempre orientados por el criterio
personal de sus autores. Este del que ahora disponemos, en cambio,
responde a una visión colectiva del idioma, como ya he señalado, que
abarca la totalidad del mundo hispanohablante.
Uno de los rasgos más importantes del DPD es que está al día, hasta
donde esto es posible en un idioma en permanente desarrollo y en
contacto inevitable con muchas otras lenguas en un mundo globalizado.
Pero la mayoría de las dudas que frecuentemente se presentan en el uso
del Castellano fueron recogidas y analizadas en sus páginas, a fin de
responder acerca de ellas de la manera más clara a los consultantes. Por
supuesto que las respuestas incluyen la indicación de si una modalidad
es válida, o si, por lo contrario, deba desecharse. Se indican, así,
numerosas normas relativas a la sintaxis, la acentuación y uso de la
tilde, abreviaturas y siglas, el género gramatical, conjugación de los
verbos, neologismos y extranjerismos, números cardinales, ordinales,
fraccionarios y multiplicativos, y muchos temas más que con frecuencia
resultan problemáticos.
Por ser la primera vez que se produce un diccionario de las
características de este, habrá en él fallas que deberán corregirse en lo
adelante. Un diccionario nunca se termina de elaborar. Por eso es muy
importante que los usuarios del DPD anoten todo lo que crean que deba
corregirse o mejorarse, y lo hagan llegar a la Academia Venezolana de la
Lengua, para que esta los remita a la Real Academia, indicando quienes
hayan hecho los respectivos señalamientos. De ese modo el diccionario se
irá mejorando en sus sucesivas ediciones.
La Academia Venezolana de la lengua tuvo una activa participación en la
elaboración del DPD, particularmente a través de la profesora María
Josefina Tejera, Individuo de Número de nuestra Academia, quien, además,
coordinó con gran dedicación, sabiduría y diligencia el equipo de
trabajo de la región del Caribe continental.
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