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APROXIMACIÓN  TEOLÓGICO-LÍRICA A 
“EL CRISTO DE VELÁSQUEZ” 
DE D. MIGUEL de UNAMUNO

Nome do Autor: Fidel García Martínez

fgam0007@terra.es 

Palavras-chavePatetismo, lirismo e religiosidade

Minicurrículo: Licenciado em Teologia, Doutor em Filologia Românica (Espanhol), Catedrático de Língua e Literatura.

Resumo: O presente artigo pretende apresentar uma análise lírico-teológica de uma das obras líricas mais representativas do  genial D. Miguel de Unamuno, que através de uma perspectiva íntima e pessoal se aproxima ao Cristo Crucificado para expor com humildade suas dúvidas e angústias como homem dialéctico e contraditório. Com verso austero e às vezes duro, Unamuno um clássico representante da Generación del 98  traduz em verso entusiasmado e inovador de tópicos e de retórica toda uma experência lírica na qual o eu do autor e o eu lírico formam uma síntese harmoniosa por seu equilíbrio entre matéria poética e forma expresiva.  

Resumen: El presente artículo pretende presentar un análisis lírico-teológico de una de las obras líricas más representativas del genial D. Miguel de Unamuno, quien desde una perspectiva íntima y personal se acerca a  Cristo Crucificado para exponerle con humildad sus dudas y angustias como hombre dialéctico y contradictorio. Con verso austero y a veces duro, Unamuno un clásico representante de la Generación del 98 vierte en verso encendido y rompedor de tópicos y de retórica todo una experiencia lírica en la que el yo autor y yo lírico  forman una  síntesis armoniosa por su equilibrio entre materia poética y forma expresiva. 

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Cristo Crucificado (1632) Lienzo 250 por 170cm.

INTRODUCCIÓN

Ante Unamuno es frecuente observar y leer muecas de ironía cuando no de sarcasmo. Los corifeos de la postmodernidad nihilista y desintegrada por escéptica osan formular preguntas tan insensatas como ésta ¿Qué nos puede decir hoy ese cascarrabias y vasco gruñón, el de españolizar  Europa , en estos tiempos de euros recién estrenados y más cuando humilde y compugido se arrodilla ante el Divino Crucificado en poema de altos vuelos lírico-teológicos y que se sintetiza en esa interrogación más piadosa que retórica ¿EN QUÉ PIENSAS TÚ, CRISTO MÍO?   
   En el poema Unamuno nos ofrece con gran poder de evocación modulaciones líricas, en las que expresa su más  profunda experiencia, aunque, como es obvio, menos conceptualizada.   

         D. Miguel nunca presumió de teólogo, incluso le daban un poco de miedo todos los  intentos de los expertos en teologías en aprisionar conceptualmente lo inefable místico, de lo que se puede deducir cierto confusionismo en algunas consideraciones del misterio Salvífico del Redentor, acaso por las exigencias de un lirismo vitalista y paradójico.

En el presente artículo pretendemos  una aproximación a las claves teológico-líricas que conforman un poema singular EL CRISTO DE VELÁSQUEZ.

POÉTICA Y TEOLOGÍA EN “EL CRISTO”

         Si de alguna de la sobras poéticas de Unamuno podemos deducir lo que es poesía para él, como forma de conocimiento y no sólo como emoción pura, es en el Cristo en donde mejor se perfilan esas ideas. 

         Su arte poético-poiesis- está tan alejado de la pura forma, como del puro formalismo lúdico, como aún afirman los corifeos del formalismo ruso, para quienes la poesía sólo lo es, cuando sus códigos son más impersonales, por más abstractos; lo importante en el poema no son las vivencias, sino las puras relaciones estructurales que el poeta descubre en su material primario: la palabra. El formalismo ha reducido la poesía a un puro juego inmanente que se inicia y concluye en sí mismo.

Lo poesía del CRISTO no es un ocio estéril por bello; no es ruido de sinestesias, ni un buceo narcisista en el yo lírico. Para Unamuno la metáfora, aunque viva, es un medio aunque insuficiente para expresar la inefabilidad, porque de lo que no se puede hablar no se puede callar, aunque sea, como escribe San Juan de la Cruz, con dislates más que con dichos puestos en razón.

El poema unamuniano puede aparentar un disparate poético-teológico, pero no lo es porque la poesía no es palabra pulida una y mil veces rayana en el culteranismo. Tampoco es un desahogo sin humanismo, éste nunca contamina el arte, como pensaba D. Jose Ortega y Gasset con su tesis de la deshumanización del arte.
El CRISTO  es poesía humana, aunque nunca demasiado humana. El Salvador Crucificado es receptor directo de la comunicación lírica, a quien Unamuno clama con piedad sincera a pesar de las aristas rítmicas, fónicas y métricas.

Los abruptos encabalgamientos son la expresión más genuina del estado anímico del autor, no puros juegos filológicos que rompen la unidad sintáctica y semántica de la sintagmas. Hablar de crucigramas gramáticos, como algún crítico más osado que reflexivo ha afirmado, manifiesta, por lo menos, precipitación excesiva:

Miras dentro de Ti, donde está el reino
           
de Dios; dentro de Ti, donde alborea
           
el sol eterno de las almas vivas.

En los versos nos hay tragedia metafísica desmedida, sino palabra humilde, con frecuencia, piedad sincera, remozada con ribetes de heterodoxia, ciertamente no buscada:

 Por  Ti los  brazos del Señor nos brizan
            al vaivén de los cielos, al arrullo
            del silencio que tupe por las noches
            la bóveda de luces trasnochada.
            ¡ Y tu sueño es la paz que da la guerra
            y es tu vida la guerra que da paz!

Unamuno solitario y humilde se postra ante el Crucificado con toda su carga existencial de hombre obsesionado por la muerte y por el dolor humana. Él sabe, porque lo ha experimentado, que ninguna filosofía tiene respuestas adecuadas y definitivas para esos enigmas. Por eso en estos versos quedan ahogadas las arrogancias del saber y la inutilidad del poder que no sea servicio:

Los rayos, Maestro, de tu suave lumbre
nos guían en la noche de este mundo
urgiéndonos con la esperanza recia
de un día eterno. Noche cariñosa

¡Oh noche, madre de los blandos sueños
de la esperanza en Cristo Salvador!

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             En el poema  se pueden deducir lagunas teológicas, porque Unamuno no contempla a Cristo moribundo, sino muerto. Las divinas y salvíficas siete últimas palabras de Cristo son pasadas por alto, como si su conocimiento despertara en Unamuno la tranquilidad buscada.

             Ante de expirar y después de proferir VOCE MAGNA, Cristo nos deja su testamento, rubricado y sellado desde la Cruz.. A Unamuno el sentido agónico de la muerte le ha impedido oir a Jesús el perdón: PADRE, PERDÓNALES....”felicidad prometida al buen ladrón : “HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO”. El regalo de la Madre. “MUJER  AHÍ TIENES A TU HIJO”. La sed infinita de amor de Cristo:”TENGO SED”. La obra plenamente realizada: “TODO ESTÁ CONSUMADO”

           Unamuno sólo lo contempla muerto, sin antecedentes, desde una perspectiva enraizada en el instante:

   ¿En qué piensas, Tú, muerto, Cristo mío?
¿Por qué ese velo de cerrada noche
de tu abundosa cabellera negra
de Nazareno, cae sobre tu frente?
¿Estás muerto, Cristo, el único
Hombre que sucumbió de pleno grado
triunfador de la muerte, que a la vida
por Ti quedó encumbrado desde entonces
por Ti nos vivifica esa muerte
por Ti la muerte se ha hecho nuestra madre
por Ti la muerte es el amparo dulce
que azucara amargores de la vida.

          No cabe duda que después de analizar estos versos la muerte de Cristo puede tener y de hecho tiene una dimensión de triunfo y consuelo para el hombre, quien contemplando al Crucificado puede encontrar  motivos para seguir esperando y aceptar la muerte como una realidad insoslayable, que necesita no sólo ser aceptada sino dotarla de sentido. Esto, sin embargo, no es suficiente porque esa aceptación de la muerte se puede encontrar en aquel que muere por un ideal, como fue el caso de Sócrates. La muerte de Cristo tiene otra dimensión, porque es una  muerte por amor. Por la unión hipostática en el Verbo confluyen esencialmente la naturaleza divina y la humana en una solo y única Persona, está unión es infinitamente superior a cualquier otro tipo de  unión incluida la unión mística por conocimiento y amor.

               Esta dimensión esencial y única de la muerte de  Cristo en la se da la que los teólogos llaman la unión hipostática y la entrega amorosa por la liberación del género humano de la esclavitud del pecado, sólo puede entenderse desde la Resurrección, sin ésta la vida y la muerte de Cristo, es, como escribe Unamuno:

¿Estás muerto, Maestro, o bien tranquilo  
durmiendo estás el sueño de los justos?  
Tu muerte de tres días fue un desmayo  
Sueño más largo que los otros tuyos;  
Pues tú dormías, Cristo, sueños de Hombre  
Mientras velaba el corazón...

               Unamuno, de forma muy débil, deja entrever la dimensión salvífica de la muerte de Jesucristo. Debemos tener en cuenta que en la condensación poética se insinúa mucho más de lo que suele tratar en la reflexión teológica sistematizada:

Los rayos, Maestro, de tu suave lumbre  
Nos guían en la noche de este mundo  
Ungiéndonos con la esperanza recia  
De un día eterno. Noche cariñosa.  
¡Oh noche, madre de los blandos sueños  
madre de la esperanza, eres nodriza  
de la esperanza en Cristo Salvador.  

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LA CRUZ COMO ESCÁNDALO

            EL CRISTO DE VELÁSQUEZ quedaría incompleto, si Unamuno hubiera prescindido de la dimensión escandalosa de la Cruz. Ya Pablo de Tarso, aquel que según su propio testimonio no que ría saber otra cosa que a Cristo y éste crucificado, resumió la actitud de los autosuficientes en frase lapidaria y siempre permanente: LA CRUZ DE CRISTO ES LOCURA PARA LOS JUDÍOS Y NECEDAD PARA LOS GRIEGOS.  

              Esta dimensión del drama de Calvario es intuida sobriamente por Unamuno. En este momento su verso se torna didáctico y expositivo; el estilo sublime propio de los estados anímicos dominados por la emoción y que tiene su máximo expresión en la utilización de las interrogaciones y exclamaciones, según la Retórica Clásica, ha cedido el lugar al templado,  más didáctico que emotivo.

           Unamuno es planamente consciente que la fuerza destructora de la arrogancia y la voluntas de poder entendido como saber para dominar, hacen que el propio hombre perpetúe el NON SERVIAM  del Paraíso, cayendo en la tentación diabólica SERÉIS DIOSES Y DISTINGUIRÉIS EL MAL DEL BIEN.  

           Unamuno describe esta agonía existencial con estos profundos y enigmáticos versos:

¿No es acaso esa sangre del poniente
señal del pensamiento dolorido
de la pobre alma, que con saltos  
de loco escudriñar quiso la bóveda  
del cielo azul romper y ver los ojos  
de Aquel que a dar tu sangre así Te enviara  
como remedio de esa sangre trágica.  

            En la misma idea insiste en esto versos son una condena clara de la arrogancia humana fundamentada en el poder y en el saber intranscendente:

Y la luz verdadera ha entrado;  
Con ella nos bañaste las entrañas  
de tu sangre, que es la luz, han hecho sangre  
de nuestras almas, dando vista al ciego  
Dios antes nos cegó para tráenos  
como a Saulo, camino de Damasco  
a  morir a tus pies y con tu muerte  
darnos la luz a cuya busca  errábamos  
por las alturas del mortal saber  
Con tu muerte trajiste Dios al mundo

CONCLUSIÓN

           Unamuno comienza su CRISTO DE VELÉZQUEZ, cuando Jesús, dicha la última palabra y caída suavemente la cabeza  sobre su pecho, entrega su espíritu al Padre. En ese momento culminante el autor de la AGONÍA DEL CRISTIANISMO se ha  acercado al cuadro del genial pintor y con verso trémulo casi ensangrentado por la paradoja castellana y austera eleva su confianza.

              Algo semejante, pero con mayor ternura y comprensión del Crucificado poetizó san Juan de la Cruz ante su esbozo crucificado que posteriormente inmortalizaría el genial Dalí , en ese CRISTO CRUCIFICADO  conocido como el SAN JUAN DE LA CRUZ. ¿Quién no capta las diferencia de este soneto al PASTORCITO QUE MUERE?

            Un pastorcito solo está penado /ajeno de placer y de contento/
            y en su pastora puesto el pensamiento/ y el pecho del amor muy
            lastimado. 
           
No llora por haberle amor llagado/ que no le pena verse así afligido/
            aunque en el corazón está herido/ mas llora por pensar que está olvidado/
           
Que sólo de pensar que está  olvidado/ de su bella pastora con gran pena/
            se deja maltratar en tierra ajena/ el pecho del amor muy lastimado  
            Y dice el pastorcito: ¡Ay, desdichado/ de aquel que de mi amor ha hecho
            ausencia / y no quiere gozar la mi presencia/

           
Y el pecho por su amor muy lastimado/  
            Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado/
            sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos/
            y muerto se ha quedado asido dellos
           
El pecho del amor muy lastimado  

BIBLIOGRAFÍA


R. Romero Flores: Unamuno: nota sobre la vida de un máximo español, 1941

José L. Aranguren: Sobre el talante religioso de M. De Unamuno. En “Catolicismo y  
       protestantismo como formas de existencia”, 1952     

C. Blanco Aguinaga: El  Unamuno contemplativo, México, 1959

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