quixotemarca.jpg (3492 bytes)  Tit_e.jpg (30675 bytes)

ARTÍCULO ON LINE

76

EL ÚLTIMO VIAJE DE ALVAR NÚÑEZ           

Nombre del Autor: José Andrés Rivas

jrivas@unse.edu.ar

Palabras clave: literatura comparada- influencias - relaciones

Minicurrículo: Doctor en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Fue profesor en varias universidades argentinas y norteamericanas. Obtuvo las becas Fulbright y la del Fondo Nacional de las Artes de su país. Publicó seis libros de crítica por los que recibió, entre otros, el Segundo Premio Nacional de Ensayo y Crítica Literaria, la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores y el Premio Federal de Humanidades. Como narrador obtuvo en 1998 el Primer Premio en el XXII Concurso Internacional de Narraciones Breves “Antonio Machado” en España. Director de la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Santiago del Estero.

Resumo: Este artigo parte da estratégia narrativa empregada por Álvar Núñez Cabeza de Vaca em seus Naufrágios para se converter em um personagem que havia conseguido os favores do rei Carlos V, ao contrário da leitura das Cartas de Hernán Cortés. A partir deste personagem, o escritor Abel Posse escreveu um romance premiado, que descobre as relações com um conto de Jorge Luis Borges. Mas, por sua vez, o conto de Borges tem relações com um capítulo de Los Viajes de Gulliver de Swift, que em suas páginas revela influências de Cortés.

Resumen:  Este artículo parte de la estrategia narrativa empleada por Álvar Núñez Cabeza de Vaca en sus Naufragios para convertirse en un personaje que consiguiera los favores del rey Carlos V, a pesar de la lectura de las Cartas de Hernán Cortés.  A partir de este personaje el novelista Abel Posse escribió una novela premiada, que descubre las relaciones con un cuento de Jorge Luis Borges. Pero, a su vez, el cuento de Borges tiene relaciones con un capítulo de Los Viajes de Gulliver de Swift, quien en sus páginas revela influencias de Cortés.

Subir

  

                                                                                  Toda colaboración es misteriosa
                                                                                              Jorge Luis Borges

            Cuando en 1542 apareció en Zamora La Relación y Comentarios del gobernador Alvar Núñez Cabeza de Vaca, de lo acaescido en la dos jornadas que hizo a las indias -a la que la historia de las letras recordaría con el nombre de Naufragios-, su autor hacía apenas cinco años que había regresado de un viaje que lo había tenido perdido casi una década por las tierras de América [i]. Durante esos años, él y los otros tres sobrevivientes que lo habían acompañado, no vieron a un solo hombre blanco, fueron esclavos de los indígenas y recorrieron a pie, desnudos y hambrientos, casi 8.000 kms. de lo que luego serían el estado de Texas y el suroeste de los Estados Unidos. Al regreso de su largo viaje, ésas eran todas las riquezas que había podido traer de su aventura americana. De allí que a la hora de hacer el inventario, él no podría mostrar -como otros conquistadores- ni pueblos sometidos, ni imperios sojuzgados, ni riquezas incalculables, aportados para la grandeza del Imperio. En sus páginas sólo podía recoger, en cambio, amargas frustraciones, cansancio, miseria, y un hambre antigua y muy larga. Con estos materiales, Alvar Núñez se lanzó a componer su Relación, destinada a conseguir el reconocimiento y aun los favores del monarca español. Para ello apenas contaba con la desgraciada memoria de su peregrinaje por las Indias inhóspitas. Con esa desgraciada memoria, y con una imaginación caudalosa, una ambición sin término y la minuciosa lectura de libros fundamentales. De entre estos últimos, pocos le habrían resultado tan fascinantes como las memorables Cartas y Relaciones de Hernán Cortés al Emperador Carlos V.

            Si la biografía de Alvar Núñez como gobernante y náufrago es dispar y contradictoria, muy difícil es en cambio negarle sus virtudes como lector alerta y escritor deslumbrante. Por eso es que a él no le pasara inadvertido que con sus Cartas y Relaciones Hernán Cortés, tanto o más que los otros hombres de la Conquista, había abierto el camino para contar realidades desmesuradas. Y que el Emperador más poderoso de la tierra estaba dispuesto a aceptar, como verdaderos, elementos sobrenaturales y realidades casi fantásticas. Contaba por otra parte con que Carlos V, entusiasmado por la aventura de ultramar que él mismo impulsaba, desearía creer hasta lo increíble e imaginar hasta lo inimaginable, las noticias que le traían de sus Indias fabulosas. Por ello es que, si en su segunda Carta de Relación, Cortés había podido afirmar:

            Más como pudiere diré algunas cosas de las que vi /.../ que serán de tanta admiración, que no se podrán creer /.../ Pero puede V.M. ser cierto que si alguna falta en mi relación hobiere, que será antes por corto que por largo, así en esto como en todo lo demás de que diere cuenta a V.A... [ii], 

su muy atento lector Alvar Núñez, pocos años más tarde, pudiera escribirle al mismo rey en el Proemio de su Relación:

            ...que aunque en ellas se lean cosas muy nuevas y para algunos muy difíciles de creer, pueden sin duda creellas: y creer por cierto que antes soy en todo más corto que largo: y bastará para esto aver lo yo offrescido a vuestra majestad por tal... (p. 76).

            Hombre del siglo XVI (como su desdichado súbdito Alvar Núñez), Carlos V vivía en un mundo en donde se mezclaban fácilmente lo real y lo fantástico. Las desmesuras de las Novelas de Caballería -parodiadas el siglo siguiente en la infinita novela de Cervantes- no estarían muy alejadas de las noticias que llegaban de unas Indias de fábula. Y, por otra parte, los europeos que andaban por aquellas tierras, se enfrentaban con realidades que no les era muy fácil entender, ni mucho menos nombrar, con los criterios que llevaban. Este conflicto se repetiría en innumerables Crónicas, que recogían además como verdaderas, noticias que otros habían contado, y en las que no siempre se podía sospechar una intención de falsedad o de mentira. A ello se sumaba una historiografía de aquellos siglos, en donde todas las historias comenzaban en un tiempo de leyenda y allá en el cielo.

            Si éstos eran los criterios de verdad que regían en los tiempos del rey don Carlos, de no menor importancia para Alvar Núñez a la hora de escribir su Relación, habría sido la presencia del elemento religioso. Español de los tiempos de la muy Católica Majestad de los Austrias, no se le podría imputar a él una fe menor de la que tenían sus compatriotas. Ocho siglos de guerra contra los moros, por otra parte, no habían pasado en vano, y no les había ido tan mal a los españoles portando una cruz en sus pendones. Esto lo sabía o tal vez lo sintió Alvar Núñez a la hora de escribir sus memorias. Y por eso,  a lo largo de sus páginas, desparramó innumerables símbolos que evocaban algún pasaje o alguna figura de la tradición cristiana.

            Ésa era la atmósfera espiritual de aquella época y éstos los elementos con que contaba. Con estos materiales, el atento lector y escritor ingenioso Alvar Núñez compuso una Relación diferente de las demás, con la que aspiraba a convertir una derrota en una victoria, y a cambiar la imagen de un fracasado por la de un triunfador. Para ello se valió de una estrategia narrativa, en la que no vaciló en describirse como un apóstol -casi como un mártir- cristiano, un redentor a ultranza de la causa indígena, que empalidecía a Bartolomé de las Casas (cap. XXXIII y ss.), un sanador de enfermos incurables (cap. XV y ss.), un increíble cirujano (cap.XXIX), un señalado por Dios para presenciar milagros (cap. XXI) y hasta un nuevo Jesucristo que resucitaba a los muertos (cap.XXII). Y todo ello, desnudo y hambriento, y sin más armas que una fe inquebrantable y una lealtad sin término, para la gloria y la grandeza de la corona de España.

            Tratar de entender las desmesuras que de él mismo pintó Alvar Núñez en sus Naufragios como una fantasía disparatada, es una forma común de equivocarse. A él no le interesaba la verdad histórica, sino el efecto que podían tener sus palabras ante su Emperador. (Y no puede hablarse de fracaso, cuando después de su libro lo nombraran Adelantado, Gobernador y Capitán General del Río de la Plata). El problema es que aquí se enfrentan dos personajes diferentes que tienen el mismo nombre. Hay un Alvar Núñez, conquistador, que fracasa y un Alvar Núñez, personaje, que triunfa. El primero, que es histórico, crea al segundo, que es literario, y éste es finalmente el que perdura. Y no hay dudas de que si, en aquel tiempo a Alvar Núñez le importaba más el destino del primero, ese destino -luego de su infeliz aventura por el Río de la Plata- se salvó por el segundo. (Y aquí también, como en tantas circunstancias de la vida, la realidad se redime de su inevitable miseria, gracias a las magias de la literatura). 

Subir

            No es extraño que un personaje con tanta carnadura humana como éste, atrajera la atención de un narrador. Y que cuatro siglos y medio más tarde, un novelista y diplomático argentino recreara su historia en una biografía imaginaria. La novela se tituló El largo atardecer del caminante y con ella Abel Posse ganó un importante premio en Extremadura, en ocasión del polémico Quinto Centenario de 1992 [iii]. Si su novela puede leerse a la luz de aquel acontecimiento, la médula novelesca radica en la recreación del personaje y en la reescritura de sus Naufragios. Su novela reconstruiría la misteriosa vejez del caminante en la Sevilla de los Austrias; pero sus páginas jugarán con las dos biografías de Alvar Núnez: la real y la imaginaria. De cada una de ellas tomaría lo que necesita y con ellas construiría la trama narrativa.

            El largo atardecer del caminante cuenta dos historias paralelas: una, la de la vejez sevillana de Alvar Núñez; la otra, la reescritura de su aventura en la Indias. Cada una de ellas explica a la otra y la justifica. La primera es una autobiografía imaginaria, en la que el personaje aspira a entenderse y a redimir sus antiguos pecados. Por ella deambula un Alvar Núñez que no niega culpas, ni rechaza acusaciones, pero que a la hora del inventario termina siendo más víctima que verdugo. La segunda es la historia del español en América y en ella el personaje termina asumiendo las culpas de una generación de bárbaros.

            Posse escribió su novela siendo embajador en Praga. Si su estancia europea no lo exime de su condición de americano, no sería del todo incierto que el lugar desde donde escribía, habría influido en la composición de su libro. Hablar como un americano nostálgico desde una perspectiva europea es, por otra parte, historia antigua en estos países de fugas, abandonos y largos exilios. Tal vez por ello en esta novela de 1992, su autor redima a los nativos y censure la Conquista.

            A Posse no le interesa la polémica sobre las verdades y  mentiras de los Naufragios, sino lo más importante: su riqueza narrativa. De allí que, como novelista, no vacile en tomar los pasajes de caudalosa imaginación y prodigiosa inventiva que Alvar Núñez escribió. Sólo a partir de la lectura de los Naufragios, se atrevería a crear un personaje que cure con la señal de la cruz, opere del corazón con una aguja de hueso y sin dejar marcas, resucite muertos, o al que lo ayude Dios con milagros cuando le hace falta. Si a estas historias el narrador sólo debía retocarlas para escribir una escena novelesca, no ocurre así cuando recrea el otro perfil de la autobiografía de Alvar Núñez: el del hambre, el cautiverio indígena y el deambular por las tierras de América. Y aquí es donde Posse escribe sus propios naufragios: “No mentí demasiado en mis Naufragios /.../ ¿Cómo explicar los contenidos de un mundo que no se comprende?) (p.139/ 40)” dice el personaje de la novela justificando su reescritura del libro. Y aquí es donde el novelista se hunde más profundamente en la relación de Alvar Núñez.

            El largo atardecer de caminante se convierte en un libro que escribe de nuevo otro libro. Y esto no se manifiesta como una invención de episodios que se le "habrían olvidado" al navegante, como a un nuevo Juan Montalvo, sino por el cambio de mirada con que aborda la materia de aquella crónica de indias. Por este camino la novela de Abel Posse transforma un relato con episodios fantásticos, en una crónica alegórica de entonación antropológica. Ésta será su manera de explicar esos "contenidos de un mundo que no se comprende". Y aquí es donde aparece un segundo modelo agazapado en su reescritura de los Naufragios: el cuento El informe de Brodie de Jorge Luis Borges [iv].

            Al mejor estilo borgesiano, Posse juega con el lector sugiriéndole desde el comienzo -y sin que él se dé cuenta- la verdad de la historia que va a contarle. Para ello recurre a diferentes estrategias. Por un lado, presenta a Borges como personaje agazapado detrás de signos evidentes: lo nombra por su apellido materno: Acevedo (p. 203 y ss.), cita algunos de sus versos famosos (p. 198), glosa un par de fragmentos de El Hacedor (p. 147 y 220), recrea la escena final de El libro de arena (p. 259), inventa seres fabulosos como en El libro de los seres imaginarios (p.145 y ss), parafrasea algunas declaraciones personales (p.217 y ss), etc. Por otro lado, lo muestra a Borges a través del tópico de la condición literaria de la realidad (Todo termina en un libro o en un olvido, p. 33); de la inutilidad de los excesos retóricos (p. 90) y de la perfección estilística (p. 213); de la parodia del engolamiento lugoniano (p. 246); de la creación de una atmósfera de escritores auténticos y ajenos a la vanidad literaria, a través de los personajes de "Bradomín" (Valle Inclán) y de Nalé Roxlo (p. 53 y ss); del simbólico entierro del Libro, como objeto sagrado que trasciende su propia condición material (p. 141), etc. (En sentido inverso, Alvar Núñez destacaba la concepción ficticia de la literatura, cuando, por ejemplo, con muy escasa autoridad moral, censura a unos indios por ser "amigos de novelas y muy mentirosos", p. 181). 

Subir

            Si con estas estrategias, Posse recrea el mundo particular e identificable del escritor argentino, el contacto más próximo con El informe de Brodie aparece en el modo peculiar con que ambos transforman su materia narrativa. En ambos casos se trata del "informe", que un viajero de una cultura imperial y eurocéntrica, brinda luego de su aventura por tierras "bárbaras". En esto no estarían muy alejados de Alvar Núñez; pero a la hora de elaborar sus páginas, ambos utilizan el "éxótico" material antropológico que le brinda su viaje, como un cuestionamiento de su propia cultura. En el caso de Borges -no muy lejano de Levy Strauss-, como una sátira de nuestra vanidad como "civilizados": “Representan en suma, la cultura, como la representamos nosotros, pese a nuestros muchos pecados... (p. 178)”, dice en su informe el misionero escocés David Brodie, luego de haber enumerado las increíbles costumbres de los primitivos Yahoos. Posse, en cambio, elige la crítica abierta de la visión eurocéntrica, a través de una inversión de la tesis sarmientina: “¿Siempre habrá bárbaros? ¿Siempre vencerán los bárbaros? ¿/.../ todo cae y se degrada? (p. 184)”,se pregunta el Alvar Núñez de su novela, luego de narrar la "destrucción de las indias" que habían hecho los españoles [v].

            Posse utiliza algunos recursos familiares en las páginas del autor de El Aleph. (Las connotaciones ya citadas alejarían cualquier presunción de inocencia en este contacto). Los más comunes serían la parodia, la paradoja, el sobreentendido, la burla de sí mismo, etc., recursos que Borges utilizó hasta el cansancio. Ninguno de ellos, sin embargo, es tan significativo de esta reescritura "antropológica" al modus borgesiano, como la visión que parte de la extrañeza de nosotros mismos. En este sentido, el asedio a sus páginas fascinantes podría verse como un largo viaje por un mundo que es incomprensible y ajeno. Para acercarnos, o al menos para tratar de entenderlo, recurrimos a nuestras herramientas más vanas y frágiles: nuestra cultura, nuestro razonamiento, nuestro precario lenguaje.

            Las páginas de Posse, que recrean el viaje americano de Alvar Núñez, también se inscriben en esta tónica y, como ya hiciera con los mejores momentos de los Naufragios, no vacila en recoger los recursos de subversión de nuestro sistema lógico que aparecen en El informe de Brodie. (Toda literatura es, en última instancia, el arte del palimpsesto). De allí que retome, o agregue, escenas como la de la incomprensión de los nativos de la relación entre la unión sexual y el parto; la idea de que los idiomas y el conocimiento pervierten; la matanza de los ancianos como un acto benéfico; el culto de ciertos ritos para que el universo no desaparezca; la eliminación de los hombres que no quieren ser héroes; o la creencia de que el mundo está regido por dioses descuidados y a los que no les interesa la raza humana, etc., que recorren el mismo camino de las páginas de Borges. Y en este caso, ambos narradores recurren al mismo juego dialéctico: la reductio ad absurdum de nuestros mecanismos lógicos. En última instancia, se trata de una profunda crítica de la endeblez de nuestra razón o, al menos, de la razón eurocéntrica de los viajeros y descubridores. 

            Si en las páginas de Posse esta crítica tiene a veces una tonalidad áspera y descarnada - con nombre y apellido de las circunstancias históricas que la engendraron- las páginas de Borges se recortan, en cambio, sobre un marco temporal esfumado. En su cuento, en el que prevalece más una intención satírica que una crítica histórica, abarca de un modo más general la miserable condición humana. Esta circunstancia tampoco es ingenua. Y aquí es donde se produce otra vuelta de tuerca en esta cadena de relaciones de viajes de descubrimiento. En el prólogo de su libro El informe de Brodie, escribe Borges: “Fuera del texto que da nombre a este libro y que manifiestamente procede del último viaje emprendido por Lemuel Gulliver, mis cuentos son realistas, para usar la nomenclatura hoy en boga... (p. 1021/ 22).”

            La cita implica necesariamente a la célebre novela de Swift, como modelo o estímulo del cuento borgesiano. Y específicamente, a la visita al "país de los caballos" (arduamente denominados como los houyhnhnms). Estos personajes representan las mayores virtudes, la inteligencia, la discreción y la sensatez. Opuestos a ellos aparecen los yahoos; seres abyectos, degradados, estúpidos y brutales, y envueltos simbólicamente en una forma humana. En su novela Swift había pintado en forma alegórica los difíciles tiempos del rey Jorge I, la corrupción del partido de los Tories o de los Whigs, la intolerancia religiosa entre católicos y protestantes, o la insustancialidad del futuro Jorge II. Era un hombre cansado de tanta mentira y tanta mezquindad. Pero cuando compuso este último episodio, pasaba por una crisis matrimonial aguda, ya que su mujer cansada de sus excentricidades, acababa de abandonarlo. De allí que, a diferencia de los "viajes" anteriores de Gulliver, en este Swift se propusiera hacer un amargo retrato de la naturaleza humana. En este aspecto sus páginas eran menos peligrosas que las anteriores, pero no por ello su novela dejó de aparecer en forma anónima, en la Inglaterra de 1726. Ni tampoco su autor dejó de usar un ingenio y una sutileza exquisitos para dibujar su censura del país y la civilización en que vivía. Después de todo, las épocas de censura tienen también sus beneficios [vi].

             Cuando Borges publica su cuento, es un escritor envuelto en prestigio que ya estaba, en apariencia, de regreso de su viaje por la narrativa fantástica. Según sus palabras, su libro sería una colección de "cuentos realistas", con excepción del cuento que le da título. Su relato del "informe" del misionero escocés David Brodie debería leerse por lo tanto, a partir de esta condición "no realista", ficticia, que él declara. Pero sólo un renglón más adelante Borges, al mejor estilo borgesiano, cambia de rumbo, llama al realismo "un género no menos convencional que los otros" y desmiente lo dicho anteriormente. (La entraña literaria de los cuentos "realistas" de ese libro, que evocan a algún autor, algún libro, o algún cuento dentro de otro cuento, lo confirmará, por otra parte). En apariencia, este juego de contradicciones sería otra de los típicas ironías del autor de El Aleph; sin embargo, la sobreentendida presencia de Swift a través de su personaje no estaría allí en vano, y es posible suponer una menor inocencia de la aparente en aquellos párrafos. A partir de allí, el cuento de Borges puede releerse a la luz de la intención satírica de Los viajes de Gulliver y descubrir en él un castigat ridendo mores de la condición humana y el mundo que había creado. Éste era tan absurdo y perverso como el del novelista inglés. Borges publicó su cuento en la Argentina a comienzos de los años '70 en medio del caos, la corrupción y la violencia. No tenía menos razones que Swift para emplear la sátira.

              El informe de Brodie muestra una sola de las caras del último viaje de Gulliver. En éste, el narrador jugaba con la oposición entre la inteligencia y cordura de los houyhnhnms, frente a la brutalidad e insensatez de los yahoos. En apariencia, se trata de una simple confrontación entre una sociedad real y otra ideal, o al menos posible. En esencia, su relato tenía la sustancia de una utopía. Es decir; su autor sabía que lo que proponía era de antemano imposible. Su sátira podía leerse entonces como el último recurso que, aunque sea inútil, esgrime un escritor que no se resigna a la espantosa realidad que lo rodea. En el relato de Borges, el uso de este recurso satírico es aún más perverso. En apariencia, su personaje, sólo estaría componiendo el informe de una aventura por tierras extrañas. De allí que sólo podría inferirse una intención benéfica en sus palabras. La frase con que inicia su informe lo exime, sin embargo, de esa inocencia: “...de la región que infestan los monos (Apemen) tienen su morada los Mich, que llamaré Yahoos para que mis lectores no olviden su naturaleza bestial... (p. 1073).”

Subir

            La evocación del libro de Swift y de sus detestables personajes, connota de este modo la intención satírica que tienen sus páginas. Su relato, por otra parte, no opone dos mundos a contraluz, sino que sólo muestra uno de ellos, a través de un inventario de aberraciones de personajes que representan la naturaleza humana. El relato de Swift, que muestra el absurdo de las creencias, instituciones y costumbres de la sociedad que ellos crearon, le sirve como estupendo modelo. La crueldad de la guerra, la insensatez de los gobernantes, la falta de imaginación de las multitudes, la perversión del lenguaje, la esclavitud de las creencias, etc., son, entre otras constantes de las letras borgesianas, que su autor encuentra en las páginas de Swift. En especial, aquel fragmento en que Gulliver ve aquella "barbarie", como un producto de la degeneración de la especie (p. 272). Y como el novelista inglés, Borges también proyecta sobre su mundo imaginario el juego de una reductio ad absurdum de la lógica de nuestra propia cultura. De allí que el fragmento citado de que los brutales yahoos representan la cultura como "la representamos nosotros", no pueda leerse como una inocente sátira. Y que por los caminos de Swift, Borges se inscriba, como Cervantes, como Voltaire, como Bernard Shaw, entre los críticos más agudos de la naturaleza humana. 

            No acaban aquí, sin embargo, los ecos de Swift. Aunque por senderos oblicuos, algunas de sus páginas se encontrarían con otras de la novela de Abel Posse. Será en aquel momento en que sus dos personajes -Gulliver y el decepcionado Alvar Núñez- regresen de su aventura por tierras extrañas. En ambos casos, su viaje les había servido como una ceremonia de iniciación en una cultura que es mejor y más rica que la suya. Inclusive, como una metamorfosis. No es extraño entonces que Posse recoja de Alvar Núñez la imagen del hombre al que le incomoda la civilización; que se resista al vestido, el calzado y la cama (p. 176/77) y que deba fingir que sigue siendo igual a los demás: “No era yo. Era un actor. Un histrión. Actuaba de español pleno, como si nada hubiera pasado (p. 279)”, dice su personaje. Y que el Gulliver de Swift también se resista a la ropa, que acepte a regañadientes las costumbres humanas, y que hasta rechace la compañía de su familia: “...debo confesar abiertamente que su presencia sólo me llenó de odio, disgusto y desprecio; sobre todo al reflexionar en el estrecho parentesco que yo tenía con ellos... (p. 292).”

            Por otros caminos, también se cruzarían las páginas del novelista inglés y las del soldado español. Estos contactos no serían del todo inexplicables, ya que es posible que, si un arduo lector como Swift no conocía las páginas de Alvar Núñez, tal vez no desconociera algunas crónicas de Indias, en las que este último habría abrevado. (La cita que ambos hacen de Hernán Cortés -"Ferdinando Cortez" (p.296) en la páginas de Swift- así lo sugiere). De cualquier modo, existen entre ambos numerosos puntos de coincidencia en aquellas ceremonias comunes a toda memoria de naufragios: la llegada a una tierra incierta, la vida junto a los nativos, el tiempo del cautiverio, el aprendizaje de una cultura extraña, las ceremonias iniciáticas, etc. Como en los anteriores ejemplos, estas ceremonias nos cuentan de modo diferente, la situación del hombre en un mundo que no le reconoce y al que no pertenece [vii]. 

            En 1542 se publicó en Zamora la Relación de un soldado español, que le escribía a su Emperador pidiéndole reconocimiento por sus servicios en las tierras de América. Era la imaginativa e ingeniosa captatio benevolentiae de un servidor esforzado, cuya memoria poblada de fantasías y milagros era todo lo que un hombre que salió desnudo pudo sacar consigo (p.76). Su figura era tan increíble y asombrosa, que un narrador argentino del siglo XX lo escogió como personaje de su novela. Pero a la hora de elaborar sus páginas, asomaba el rostro de otro escritor de su país, cuyas páginas no menos asombrosas, le sirvieron también de modelo. Este tercer escritor, por su parte, reconocía la presencia de otro autor, un novelista inglés, que dos siglos antes compusiera una áspera metáfora de la condición humana. Las páginas de éste, a su vez, se encontrarían también con las de los otros dos escritores.

            Alvar Núñez escribió un libro, que engendró una novela de Abel Posse, quien había leído un cuento de Borges, quien se había inspirado en uno de los viajes imaginados por Jonathan Swift. En todos estos casos -aun en los de la Relación original-, las páginas que ellos habían escrito tenían la apariencia de una autobiografía ficticia; de un relato al final de una aventura imaginaria. Pero a la hora de la verdad, se convertían en el testimonio de un viaje de aprendizaje, tras el cual el viajero que regresaba ya no era el mismo que había zarpado del puerto de partida.

            Toda colaboración es misteriosa (p. 690), dijo Borges al referirse a los contactos entre el escritor inglés del siglo XIX Edward Fitzgerald y el persa del siglo XI Omar Khayyán. Esta colaboración entre un navegante español de la Conquista, un moralista inglés de los años del rey Jorge I, un diplomático argentino de nuestro tiempo en Praga, y un hombre ciego que hasta hace poco tejía laberintos en Buenos Aires, no es menos compleja, ni extraña.    

N O T A S


[i]. Las citas de los Naufragios se hacen a partir de la edición de Juan Francisco Maura. Madrid: Ed. Cátedra, 1989.

[ii]. Edición de Pascual de Gayangos. París: Imprenta Central de los Ferro-Carriles, A. Chaix y Cía., 1866, pág. 102.

[iii]. Editada en Buenos Aires en 1992 por Emecé Editores.

[iv]. Cito la versión del cuento según sus Obras Completas. Buenos Aires : Emecé Editores, 1974, pág. 1073 y ss.

[v]. La narración del navegante español tiene también ricos perfiles antropológicos, sólo que la perspectiva y entonación con que los lleva a cabo es diferente de las de los dos narradores argentinos. Cfr., el interesante artículo de José Rabasa "De la allegoresis etnográfica de los Naufragios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca". Pittsburgh: Revista Iberoamericana, Vol. LXI, Nº 170-71, Enero-Julio 1995, págs. 175/ 85.

[vi]. Gulliver's Travel. New York: Washington Square Press, 1972. (La traducción es mía).

[vii] Cfr. Rabasa, op.cit. p.178
   

 

marcador1.gif (1653 bytes) H0ME marcador1.gif (1653 bytes)

PORTAL 

marcador1.gif (1653 bytes)

NÚMERO ACTUAL 

marcador1.gif (1653 bytes)

NÚMEROS ANTERIORES