HISPANISTA - Vol
IX nš 32 -enero
- febrero - marzo de 2008 Revista electrónica de los Hispanistas de Brasil - Fundada en abril de 2000 ISSN 1676-9058 ( español) ISSN 1676-904X (portugués) |
Editora general: Suely Reis Pinheiro |
Esta definición es ampliada en el “Diccionario del habla actual de Venezuela”, de R. Núñez y F. J. Pérez: “atarantado. Persona en estado ligero de ebriedad. 2. Que obra con precipitación o irreflexiblemente. 3. Persona que es torpe de entendimiento. 4. Aplicado a una persona que tiene trastornadas las facultades mentales. 5. Aplicado a una persona que está aturdida como consecuencia de haber recibido un golpe”. Todas son coloquiales. “Atarantado” no está en el “Diccionario de venezolanismos” de M. J. Tejera y otros, pero sí lo da Francisco Tamayo en su “Léxico popular venezolano”: “Atarantado: Mareado, ensordecido, abobado: ‘Tú eres atarantado’; ‘No seas tan atarantado’; ‘Estoy atarantado con este ruido’; ‘Me siento atarantado después que tomé ese remedio”. El Diccionario “CLAVE” no trae el adjetivo “atarantado”, pero sí el verbo “atarantar”, atribuido a zonas de Hispanoamérica, con el valor de “aturdir”, de donde se deduce el participio “aturdido”, sinónimo de “atarantado”. El “Diccionario de uso del español de América y España” VOX define “atarantar” como “Aturdir o causar aturdimiento”, y el pronominal (“atarantarse”) como “Aturdirse o quedar aturdido”, pero, curiosamente, define “atarantado” como “1. Que ha sido picado por tarántula. 2. Que tiene un desarrollo mental inferior al que se considera normal”, esta última referida a América Central, Cuba, México y Puerto Rico. En Venezuela también se usa “atolondrado” como el “Que procede sin reflexión” (DRAE). Igualmente “taranto”, definido en el “Diccionario del habla actual de Venezuela” como el “que se encuentra en estado avanzado de ebriedad” y como persona “veleidosa e inconstante”. “Atarantar” deriva de “tarántula”. “Atolondrar” viene de “tolondro”, y este de “torondo” (“aturdido, desatinado”), que a su vez proviene del latino “turunda”, que significa “bola”, y en Castellano “chichón”.
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FARAMALLERO La palabra “faramallero” es otra de esas que han ido cayendo en desuso, y que vale la pena rescatar, porque posee una gran fuerza expresiva, unida, sin duda, a su mucha sonoridad. El DRAE define “faramallero” como “1. adj. coloq. Hablador, trapacero. U. t. c. s. 2. adj. Ven. presuntuoso (? lleno de presunción)”. Lo de “hablador”, en la primera acepción, es muy claro: “Ese tipo es un faramallero; habla más que un perdío”. En cuanto a “trapacero”, el mismo DRAE lo da como equivalente a “trapacista”, y de este dice: “1. adj. Que emplea trapazas. U. t. c. s. 2. adj. Que con astucias, falsedades y mentiras procura engañar a alguien en un asunto. U. t. c. s.”. “Trapazas”, por su parte, es “1. f. Artificio engañoso e ilícito con que se perjudica y defrauda a alguien en alguna compra, venta o cambio. 2. f. Fraude, engaño”. De modo que a un “faramallero” también puede decírsele “trapacero”. El DRAE registra igualmente el sustantivo “faramalla”, del cual dice: “1. f. coloq. Charla artificiosa encaminada a engañar. 2. f. coloq. farfolla (? cosa que sólo tiene apariencia). 3. com. coloq. Persona faramallera. U. t. c. adj”. Obsérvese que la segunda acepción de “faramallero” se registra como venezolanismo. Pero en Venezuela esa definición se queda corta, pues entre nosotros un “faramallero” no es solamente un pedante o vanidoso, sino algo más, tal como lo define el Diccionario del habla actual de Venezuela, de Rocío Núñez y Francisco Javier Pérez,: “faramallero: 1) Aplicado a una persona vanidosa, jactanciosa o pedante. 2) Aplicado a una persona, que finge o aparenta lo que no es o no siente, o lo exagera. 3) Aplicado a una persona, que dice o manifiesta lo contrario de lo que sabe, cree o piensa”. En el mismo sentido el Léxico popular venezolano, de don Francisco Tamayo, registra “faramalla” con el valor de “Actitud pedante, artificiosa, con que se realiza una acción para pretender pasar como elegante, muy conocedor o tener gran soltura para ello”. Y da como sinónimos “aguaje, pedantería, echonería”. “Faramalla”, según Corominas, procede del antiguo vocablo “farmalio”, conocido ya en el siglo IX, con valor de engaño y falsía. De allí deriva “faramallero”, documentado a partir de 1732. |
En uno de los ensayos de su libro Comprensión de Venezuela (1949), Mariano Picón Salas, una de las mentes más lúcidas de la literatura venezolana, dijo que los personajes femeninos de nuestra narrativa “Parecen los testigos y acompañantes del continuo desastre que hicieron los hombres: guerrilleros, políticos, aventureros, soñadores frustrados o simples ‘balas perdidas’ de una familia en trance de desintegración”. “Desastre” es la mejor palabra que encontró Picón Salas para caracterizar la realidad venezolana a lo largo del difícil proceso que ha sido la vida política de nuestro país. El DRAE define la palabra “desastre” de la siguiente manera: “1. m. Desgracia grande, suceso infeliz y lamentable. 2. m. Cosa de mala calidad, mal resultado, mala organización, mal aspecto, etc. (…)”. El Diccionario CLAVE, por su parte, dice: “1. Desgracia grande o suceso lamentable en el que hay mucho daño y destrucción (…). 2. Lo que tiene mala calidad, mala organización o mal resultado. (…). 3. Persona llena de imperfecciones o con absoluta falta de habilidad o de suerte (…)”. En efecto, en la práctica se aplica el vocablo “desastre”, en primer lugar, a un suceso catastrófico, que causa grandes daños principalmente materiales: un terremoto, un gran incendio, una inundación con enorme poder destructivo, un huracán desolador… Todos ellos son hechos desastrosos, sea que causen personas muertas o no. Pero la palabra “desastre” se usa también para caracterizar otros hechos, no necesariamente materiales. Una fiesta, un evento deportivo, una reunión de cualquier tipo, una ceremonia religiosa, un espectáculo… pueden haber resultado un “desastre”. Igualmente la gestión política o administrativa de un funcionario o de un organismo, o la de una empresa o un empresario, puede calificarse de desastrosa. Incluso el desempeño de un profesor, de un conferencista, de un profesional cualquiera, puede ser o haber sido un “desastre”, como también la relación conyugal en un matrimonio. Asimismo se puede aplicar el vocablo “desastre” a determinadas personas, dadas su manera de ser o de comportarse: “Fulano es un verdadero desastre…”. “Desastre” es palabra de origen provenzal. |