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La nueva novela histórica hispanoamericana: el caso de García Márquez |
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Nombre del Autor: Wellington Ricardo Fiorucci | ||
tonfiorucci@bol.com.br |
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Palabras clave: Historia - Discurso - Intertextualidad |
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Minicurrículo: Máster en Literatura Comparada por la UNESP-Assis, 2002. Profesor de Lengua Española desde 1999 en el CEFET-PR, Unidade de Medianeira; profesor de Lengua y Literatura Española en la FACEMED-Medianeira a partir de 2002. Doctorando en la UNESP-Assis a partir de 2003 en el área de Literatura Hispanoamericana. |
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Resumo: O artigo tem por objetivo abordar a problemática da classificação dos romances contemporâneos publicados na América hispânica, cujo pano de fundo deixa de ser a história da América, que passa a se tornar protagonista no artifício da narrativa característica do novo romance histórico hispano-americano. Nesse contexto, destacar-se-á o caso do escritor colombiano Gabriel García Márquez, haja vista a relação dialógica que se constrói tanto intratextualmente quanto intertextualmente. |
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Resumen: El artículo tiene el objetivo de abordar la problemática de la clasificación de las novelas contemporáneas publicadas en Hispanoamérica, cuyo telón de fondo deja de ser la historia de América, que se vuelve protagonista en el artificio de la narrativa característica de la nueva novela histórica contemporánea. En ese contexto, destaca el caso del escritor colombiano Gabriel García Márquez, dada la relación dialogística que se construye tanto intratextualmente como intertextualmente. |
Ateniéndonos al universo fabuloso de la nueva novela histórica,
y más detenidamente al de García Márquez, veremos que se trata de uno
de los tipos más fértiles de novela que viene siendo producido en el
contexto literario mundial, cuyo gran mérito tal vez sea su complejidad
narrativa, su capacidad de manipular el lenguaje de los diferentes
discursos que componen la trama novelística. Al
reflexionar sobre las especificidades presentes en la interrelación entre
discurso histórico y ficcional percibimos cuán importante es esa aparcería
para los estudios literarios, pues, al fin y al cabo, como ha dicho Roland
Barthes a propósito de esa relación: O
sonho seria evidentemente que esses dois continentes tivessem formas
complementares, que, distantes no mapa, pudéssemos, entretanto, por uma
translação ideal, aproximá-los, encaixar um no outro, um pouco como
Wegener uniu a África e a América. Infelizmente é só um sonho: as
formas resistem, ou, o que é pior, não mudam no mesmo ritmo.
(BARTHES,1987, p.140) Sin
duda, hay la necesidad, según destacó Barthes, de juntar las
potencialidades de ambos recursos discursivos, lo que, efectivamente, se
desarrolla con excelencia en el conjunto de las producciones de la nueva
novela histórica. En lo que respecta al universo literario de Gabriel
García Márquez, hay obviamente todo el peso significativo que cabe a la nueva
novela histórica en este ámbito, ya exhaustivamente estudiada. Sin
embargo, sería válido subrayar que esa importancia ocurre tanto en
virtud de las particularidades presentadas por el nuevo tipo de novela
como por la coyuntura en que esa se inserta y en la que se encuadra el
escritor. En otras palabras, para el análisis de las obras a que nos
proponemos, importan las relaciones intertextuales que se establecen con
los escritores que pertenecen a ese contexto y, en gran medida,
las características que definen ese género literario. Las
obras de García Márquez se encuentran absorbidas por ese océano de
relaciones compartido por los autores de nuevas novelas históricas, tanto
en lo que respecta al aspecto formal de composición de las obras, sean
ellos recursos estilísticos o estructurales, como al “proyecto” temático
compartido por los mismos, conflagrando una misma búsqueda por una visión
particular de la historia de nuestro continente. Aunque
no se encajen dentro de algunas definiciones metodológicas, las obras del
colombiano resuenan en ese espacio dialógico inmenso, en el que las obras
se enriquecen a medida que se entrecruzan, anclándose en pequeñas
inserciones y extrayendo mutuamente significados las unas de las otras.
¿Cuándo
habría comenzado ese diálogo? La nueva novela histórica
hispanoamericana, como muy bien observan Ángel Rama y Seymour Menton,
estudiosos de ese auténtico género literario, viene ganando fuerza desde
la década de los 50, cuando se publicó El
reino de este mundo (1949), del cubano Alejo Carpentier. A partir de
eso, el género no cesó de crecer, proliferándose increíblemente. Con todo, la primera gran cuestión que surge en ese contexto no es realmente de carácter tipológico, es decir, diferenciar o calificar los géneros literarios en cuestión (novela histórica tradicional, nueva novela histórica, novela de testimonio), sino evidenciar la reiterada tendencia de la literatura latinoamericana, o más bien hispanoamericana en abordar temas socio-históricos, que ya se habían prenunciado mucho antes. |
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Eso ya ocurre
en El periquillo sarniento, de
José Joaquín Fernández Lizardi, obra de principios del siglo XIX, cuyo
gran mérito consiste en la inauguración del género novela de este lado
del Atlántico. Sumado a ese hecho, se
debe también poner de relieve que Lizardi, periodista y revolucionario
mejicano, retoma el género picaresco, que naciera en España, al servicio
del ideal de independencia contra la dominación española.
La complejidad
que abarca la relación entre “creador” y “criatura”, mejor dicho,
aquella que se perpetúa entre los países periféricos y la cultura de
las antiguas metrópoles siempre estuvo presente en el contexto literario
latinoamericano. Esa relación conflictiva, que por su vez remite a los más
profundos estratos de la dependencia cultural, será una de las piedras
angulares en la composición novelística de García Márquez. En verdad,
más que esto, será también punto de contacto entre las obras suyas y de
otros autores en ese diálogo incesante y atormentado del escritor
latinoamericano.
De hecho, para
Silviano Santiago, el escritor latinoamericano es tomado por un
sentimiento antagónico, nutrido por la lectura devoradora y expresado en
la escritura deglutinante: O
escritor latino-americano brinca com os signos de um outro escritor, de
uma outra obra. As palavras do outro têm a particularidade de se
apresentarem como objetos que fascinam seus olhos, seus dedos, e a
escritura do segundo texto é em parte a história de uma experiência
sensual com o signo estrangeiro. (SANTIAGO, 2000, p.21)
Ese escritor
vive dividido entre la asimilación del modelo original y la necesidad de
producir un nuevo texto que afronte el primero y, muchas veces, lo niegue.
Así, el problema se recoloca en diferentes situaciones, sea entre los
autores latinos y la literatura europea o mismo entre los primeros y su
relación dialéctica con la cultura en que se insertan. Volvamos a
Santiago: O
escritor latino-americano é o devorador de livros de que os contos de
Borges nos falam com insistência. Lê o tempo todo e publica de vez em
quando. O conhecimento não chega nunca a enferrujar os delicados e
secretos mecanismos da criação; pelo contrário, estimulam seu projeto
criador, pois é o princípio organizador da produção do texto.
(SANTIAGO, 2000, p.25)
Si
depuramos un poco más las palabras de Santiago veremos por detrás de
ellas la idea que se circunscribe al acto paródico, a la reescritura de
un texto sobre otro prisma, desafío al escritor colonizado. En García Márquez
dicho desafío se amplía en la proporción en que tenemos el intento de
reescritura de la historia del continente. ¿Pero hasta qué punto se
trataría realmente de una reescritura?
Cuando echamos
mano del término reescribir tenemos inmediatamente dos ideas que surgen
de esa reescritura, diametralmente opuestas; por un lado nos referimos a
la composición de un nuevo texto, basado en el primero y, por otro,
podemos imaginar la reescritura fiel de aquel texto, o sea, el mismo
texto, tarea a principio tan ardua como inejecutable. Esa rápida colocación ganó espacio con el recuerdo del texto de Borges aludido por Santiago, el desafiador cuento “Pierre Menard, autor del Quijote”. Menard tiene el proyecto de escribir no un otro Quijote, pero el Quijote de Cervantes, el propio. En este caso, nos interesa el matiz paródico que atraviesa el cuento de Borges, inscripto en la necesidad de reescribir la historia bajo una perspectiva cultural distinta. |
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Menard
rehúsa la “espontaneidad”, y al hacerlo estará rehusando la libertad
total en la creación, ya que la “libertad” en su obra es controlada
por el modelo original. Tan inusitado proyecto nos hace repensar un poco
el intento de García Márquez, que sin duda está inscripto en aquel
espacio discursivo en el que se interpenetran historia, literatura y
parodia, llegando, por lo tanto, a la realización de la escrita como un
proceso lúcido y consciente.
Tal vez no
tengamos una respuesta a la cuestión que fue planteada, sino, todo al
contrario, tengamos nuevos caminos que se bifurcarán a medida que
progresemos en nuestras observaciones. Lo cierto, por ahora, es que
estamos enterados de ese proyecto dialógico que fue siendo arquitectado
por García Márquez en la elaboración de sus obras.
Es
posible, por otra parte, que la misma fuerza controladora y opresora,
representada por el modelo clásico original en Menard, sea en García Márquez
metafóricamente representado por la historia de aquellos que participaron
de la construcción de nuestro continente, en última análisis, la fuerza
coercitiva de la metrópolis, entronizada por el discurso histórico eurocéntrico
y que nos sirve de herencia tras tantos años de masacres sociales, políticas
y culturales. Sólo
a partir de mediados del siglo XX y, sobre todo en la América Hispánica,
es que se va a deflagrar la vertiente de una novela histórica capaz de
elaborar críticamente la relación nuestra con la temporalidad occidental
contemporánea. Son, entonces, los primeros pasos de una ficción
narrativa que se destina a la construcción de una nueva visión de la
historia, elaborada ahora en los patrones que se identifican con la
realidad latinoamericana. De
hecho, es con la novela El reino de
este mundo (1949), de Alejo Carpentier, que se concretiza y se
inaugura esa tendencia. Sería, por lo tanto, el camino por medio de lo
cual otras obras y autores pasarían, dando rienda suelta a la creación
de narrativas que relativizarían la visión de la historia gestada por el
occidente moderno. Veamos algunos puntos en la construcción de la novela
de Carpentier, insertándolos dentro del contexto histórico, que
contribuyen para la mejor comprensión de esta nueva narrativa. En
1943, el escritor cubano viajó al Haiti y allá se deparó con lo llamado
“real maravilloso” - algo que habían buscado los surrealistas
franceses sin éxito – en su estado “bruto”. A partir de eso se
interesó por el rey negro, Henri Christophe, y las revueltas de esclavos.
De ese viaje resultaría El reino de
este mundo, cuyo interés principal parece centrarse en la América
ancestral, aunque el novelista tome para sí grandes libertades del punto
de vista estrictamente histórico. No son mencionados sucesos como, por
ejemplo, la subida al poder de Touissant Louverture y la unidad entre los
diferentes períodos: la rebelión de Mackandal en contra los franceses, la revolución francesa, la queda de
Christophe y los años posteriores están contados por un personaje de
ficción, dato de gran relevancia, el esclavo negro Ti Nöel, que no
alcanza la grandiosidad del mundo que se vive en la novela. No
obstante, El reino de este mundo
se convierte en una novela fascinante, mismo que sea sólo por la recreación
que en ella se hace del castillo de Sans Souci, pálido reflejo de aquel
de Versailles de Luis XIV, donde reinaba el dictador negro Henri
Christophe, hoy en ruinas. Más tarde, las tendencias literarias
perpetradas por la novela serán llevadas aún más a fondo en novelas
como Los pasos perdidos (1953) y
El siglo de las luces (1962), en
las que hay una profundización mayor en el tiempo y espacio de América,
vista por Carpentier como el espacio detenedor de una maravilla única,
tal vez traducible por el espíritu barroco: “Somos
escritores de expresión barroca porque yo creo que el barroco corresponde
a la sensibilidad americana” (CARPENTIER,1986, p.152). ¿Y
qué sería el barroco en la concepción de Carpentier? Contestar dicha
indagación puede llevarnos a la comprensión también del espíritu, del zeitgeist
que circundaba el ambiente en el que se produjeron algunas de esas nuevas
novelas históricas. Reivindicando un “espíritu barroco” propio para
el continente, nos dice el autor: América,
continente de simbiosis, de mutaciones, de vibraciones, de mestizajes, fue
barroca desde siempre: las cosmogonías americanas, ahí está el Popol
Vuh, ahí están los libros de Chilam Balam, ahí está todo lo que se ha
descubierto, todo lo que se ha estudiado, recientemente ... Todo lo que se
refiere a cosmogonía americana – siempre es grande América – está
dentro de lo barroco. (CARPENTIER,
1976, p.61-62) Percibimos
que para el escritor cubano toda simbiosis, todo mestizaje genera el
“barroco”, y éste se manifiesta en el continente americano por ser América
el espacio por excelencia de esos elementos. Así, su obra enredará mito
e historia, revisitando nuestra historia, destacando en ese recorrido el
elemento prodigioso, insólito, exuberante, feo, en fin, componentes de la
realidad del continente. Esa
nueva tendencia genera una literatura que se propone rever las certezas
universalizantes del discurso colonizador, revisitando el pasado en su
espacio y tiempo consagrados por la óptica de los “invasores”. Es lo
que se pactó llamar de “literatura de resistencia”, usando la expresión
de Edward Said. Como
sabemos, el siglo XIX fue el momento de construcción de la tradición
europea, o sea, de construcción de imágenes de un pasado privilegiado
que fundamentase las actitudes culturales del presente y lanzase las bases
de una autoridad de las naciones del continente europeo: Numa época em que os vínculos e as organizações mais antigas que unem internamente as sociedades pré-modernas estavam começando a ceder, e aumentavam as pressões sociais de administrar numerosos territórios ultramarinos e grandes e recentes eleitorados nacionais, as elites dirigentes da Europa sentiram claramente a necessidade de projetar seu poder sobre o passado, dando-lhe uma história e uma legitimidade que só podiam advir da tradição e da longevidade. (SAID, 1995, p.47) |
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Teniendo
en cuenta esas argumentaciones y enderezando la cuestión para el momento
presente, más específicamente para la nueva novela histórica
hispanoamericana, comprendemos por que el motor de este nuevo tipo de
novela, sin duda, se encuentra en el afán de reinterpretar el pasado con
los ojos libres de todas las amarras provenientes de la modernidad europea
del siglo XIX. Seguramente,
ese nuevo “lenguaje” es fruto de una conciencia que encuentra energía
en el propio
poder del discurso, es decir,
la capacidad de
crear imágenes, compartidas por el poder de la narración que se
configura en un importante mecanismo de irrupción, esencial en la
constitución de las identidades de las naciones modernas. Vale la pena
todavía poner de relieve que esos factores también encontraron subsidios
en la necesidad creciente de realizar una relectura de la historia, alias
como parte del esfuerzo de descolonización que se realiza contra toda una
mentalidad perpetuada por las elites locales, así como por los discursos
de la llamada historia oficial. La
narrativa histórica hispanoamericana de Alejo Carpentier, Augusto Roa
Bastos, Carlos Fuentes, entre otros, así como el propio Gabriel García Márquez,
busca trabajar con la múltiple temporalidad que nos caracteriza. Diluye
los contornos entre historia y leyenda, problematizando el discurso
racionalista y sus categorías “puras”, para contemplar nuestra
realidad multifacetada. En
lugar del tempo rectilíneo, uniforme, trabaja con la simultaneidad
temporal, el tiempo circular, el tiempo mítico o la mezcla de varias
concepciones del tiempo. Es privilegiado así un discurso antihistórico
que denuncia las falacias de la historia eufórica de los vencedores. De
este modo, se problematiza la enunciación con el intuito de relativizar
verdades consideradas universales y absolutas. En
este punto, es clave observar que dichas características, destacadas
anteriormente, nos llevan a una aproximación interesante entre la nueva
novela histórica hispanoamericana o, mejor dicho, la “novela de
resistencia”, y la llamada “metaficción historiográfica”, en las
palabras de Linda Hutcheon; esas características,
notadamente interrelacionadas, cabe resaltar, conducen la autora a la inclusión de algunas
de las obras en su rol de ejemplos de la ficción post moderna. Acompañemos
en el texto de Hutcheon la conceptuación dada al término: A
metaficção historiográfica adota uma ideologia pós-moderna de
pluralidade e reconhecimento da diferença; o “tipo” tem poucas funções,
exceto como algo a ser atacado com ironia. Não existe nenhuma noção de
universalidade cultural. Em sua reação à história, pública ou
privada, o protagonista de um romance pós-moderno como O
livro de Daniel, de Doctorow, é declaradamente específico,
individual, condicionado cultural e familiarmente. (HUTCHEON, 1991, p.151) La
metaficción historiográfica se caracterizaría por su controvertida
problematización de la oposición entre hecho y ficción, de modo que las
novelas pertenecentes a esa tendencia “instalam, e depois indefinem, a
linha de separação entre a ficção e a história” (HUTCHEON,1991,
p.150). Su
“innovación” – al fin y al cabo esa indefinición genérica se
presenta a lo largo de la historia de la literatura desde el épico clásico
y la Biblia – ocurre a medida que se afirman y se rompen esas fronteras
simultánea y declaradamente, pues como afirma Hutcheon: Umberto
Eco afirmou que existem três maneiras de narrar o passado: a fábula, a
estória heróica e o romance histórico.
E acrescentou que sua
intenção fora escrever este último em O
Nome da Rosa ... Os romances históricos, acha ele, “não só
identificam no passado causas para o que veio depois,
mas também
investigam o
processo pelo
qual, lentamente,
essas causas começaram a produzir seus efeitos” ... No entanto,
eu acrescentaria que esse recurso indica uma quarta maneira de narrar o
passado: a metaficção historiográfica – e não a ficção histórica
-, com sua intensa autoconsciência em relação à maneira como tudo isso
é realizado. (HUTCHEON,
1991,
p.150) En
ese sentido, hay que destacar que la conciencia manifiesta en las novelas
históricas de resistencia es de que somos el Otro de una modernidad que
tuvo Europa como centro y,
por eso, fuimos negados y obligados a seguir un proceso de modernización
compulsoria que ni siempre respetó las necesidades internas de cada país.
Esta conciencia no implica una crítica que
se pueda
rotular apresuradamente de “posmoderna”,
aunque anticipe algunas cuestiones que serán retomadas por el
llamado pensamiento posmoderno. Con
todo, las diferencias son profundas, siendo la principal de ellas el hecho
de esa crítica latinoamericana articularse en diálogo con el proyecto utópico
de construcción de un futuro mejor, aunque, cada vez más, la esperanza
en este futuro sea abalada y la utopía se vuela algo distante y
renitente. Por estar abordando el imaginario hispanoamericano sería lícito y fecundo levantar algunas cuestiones pertinentes al mismo, pues al penetrar el ámbito de la llamada posmodernidad, ya enfatizada por Hutcheon, nos detenemos ante las contrariedades que abarcan esa discusión, en el terreno paradojal del continente americano, tan bien definido en el título del texto de Silviano Santiago, presente en su libro Vale quanto pesa (1982), “Apesar de dependente, universal”. Aunque hayamos sufrido un arduo proceso de colonización, sea hoy definido por el término poscolonialismo o subdesarrollo, la verdad es que construimos nuestra propia literatura posmodernista. En
ese contexto contradictorio, ambivalente, cabe destacar la observación de
Terry Eagleton, expresada en la frase: “The answer to the question of
wheter postmodernism is radical or conservative can only be a firm yes and
no” (EAGLETON,1997, p.6); esa frase
puede ser
complementada si abordamos lo que sería el aspecto negativo de esa
contradicción, apuntado por Simon During en su artículo “Postmodernism
or postcolonialism today” y reproducido por Williams en otro libro:
“the concept of postmodernity has
been constructed in terms which more or less intentionally out the
possibility of post-colonial identity”(DURING, 1987, p.125). Estaríamos
cometiendo un grave error si no evidenciásemos las especificidades que
ocupan el contexto de la literatura latinoamericana y, por
consiguiente, la hispanoamericana, que se encuentra insertada en ella. De
forma general, observando las especificidades dadas por ese contexto, no
se puede hablar del posmodernismo sin pensar en el poscolonialismo, al
menos por quienes hacen parte de estos pueblos que fueron colonizados por
los países en los cuales se habla más de posmodernismo. En
efecto, echando mano de las palabras del profesor Maximilien Laroche, que
por su vez retoma el texto de Vijasy Mishra y Bob Hodge, podemos entender
mejor lo que sería el poscolonialismo y, consecuentemente, su implicación
en el concepto de posmoderno, teniendo en cuenta
las colocaciones propuestas por Linda Hutcheon: Linda
Hutcheon, whose reading of postmodernism as parody has taken lup by so
many postcolonial writers gets her own discussion of the two (postmodernism
and postcolonialism) under by enphasizing their distinct political
agendas. Implicit in the diverging political agendas is the question of
the definition of the subject. If for postmodernism the object of analysis
is the subject as defined by humanism, with its essentialism and mistaken
historical verities, its unities and transcendental presence, then for
postcolonialism the object is the imperialist subject, the colonized as
formed by the processes of imperialism.(LAROCHE,1998,
p.102-3) García
Márquez, juntamente con otros representantes de esa nueva categoría
literaria denominada nueva novela histórica (NNH), se encajan
perfectamente en el cuadro surgido a partir de la relación entre los dos
conceptos expuestos en la observación de Laroche. Sus obras presentan, en
su gran mayoría, una mirada volcada hacia las agruras del pasado histórico
a partir del cual se fue construyendo el continente americano. Son
evidenciados en las innumerables obras surgidas a partir de esa mirada
aspectos pertinentes a la historia tan conflictiva de América, fruto de
un pasado colonizador aún reciente, cuyas muchas heridas insisten en
mantenerse abiertas. Cerrando la argumentación de Laroche, tenemos: the
postmodern has made some features of the postcolonial visible or speak
able for the colonizers, reassuringly strange an safely subversive, just
as orientalism did in a earlier stage of colonial ideology. In return,
postcolonialism draws attention to the occluded politics and forgotten
precursors of postmodernism.(LAROCHE,1998,
p.103) En todo caso, el problema fundamental que surge desde esas consideraciones es buscar donde se encaja García Márquez en el ámbito de la nueva novela histórica, particularmente de la hispanoamericana. Esa búsqueda será de gran valor pues nos permitirá entender algunas particularidades literarias de García Márquez, a la vez que vamos desvelando lo esencial de ese nuevo género literario. |
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A
rigor, las novelas de García Márquez no se caracterizarían como nuevas
novelas históricas, puesto que no siguen los criterios – seis en total
- que los definen, según Menton (MENTON,1993, p.274-5): -
los
conceptos bajtinianos de heteroglosia, dialogismo y carnavalización; -
la intertextualidad; -
la
metaficción o comentarios del narrador sobre la propia creación; -
el
protagonista histórico ficcionalizado; -
la
distorsión consciente de la historia mediante exageraciones, omisiones y
anacronismos; -
La
subordinación de la reproducción mimética de cierto período histórico
a conceptos filosóficos trascendentes. Acompañando
el desenvolvimiento del texto del crítico canadiense, veremos que él no
mantiene firmemente esa convicción, o sea, su idea de eliminar García Márquez
del rol de escritores de ese género no se sostiene suficientemente.
Efectivamente, Menton pronto desecha la posibilidad de clasificar
las obras de García Márquez como NNH, pues sus textos o siguen la
historia muy fielmente, como en el caso de El
general en su laberinto, o
la narrativa llega hasta el presente del autor, eliminando la distancia
temporal necesaria, no existiendo, además, la construcción de un panel
histórico explícito, en el caso de Cien
años de soledad, El otoño del
patriarca entre otros, que el autor no llega a citar, pero que podrían
ser incluidos como El coronel no
tiene quien le escriba (1996). Sin
embargo, en el transcurrir del texto, vemos que Menton procura argumentar
contra su propia decisión, pues él mismo considera la definición
temporal bastante problemática. Pero la cuestión va más allá, ya que
el escritor colombiano es constantemente citado, ya sea para ejemplificar
algunos aspectos de los cuales había sido destituido “la
difusión de lo carnavalesco se debe más al ejemplo de Cien años de
soledad que a las teorías de Bajtín”(MENTON,1993, p.44), ya sea
para reevaluar el valor del conjunto de la obra “no
cabe duda que es una de las novelas históricas más sobresalientes de los
últimos lustros y que merece un lugar de honor al lado de las novelas más
ortodoxas de sus compañeros del boom” (IDEM,1993, p.147).
Menton
no sólo reconoce el valor de las obras de García Márquez para el
conjunto de las nuevas
novelas históricas, como además reconoce su congruencia con esas obras,
independientemente de presentar todos los recursos estilísticos que las
definen: Las
otras dos novelas de García Márquez que más se parecen a las NNH son
Cien años de soledad y El otoño del patriarca, pero a regañadientes las
he excluido de la categoría de novelas históricas porque, aunque la acción
transcurre principalmente en el siglo XIX o en épocas más remotas, las
dos novelas llegan hasta el presente del autor.(IBIDEM,1993,
p.148) Aliado
a eso, recordemos que uno de los grandes atributos de este nuevo tipo de
novelas está, indudablemente, en su capacidad de romper conceptos, en su
constante auto-renovación, que les permite alcanzar una gama envidiable
de estilos, en una polifonía discursiva y estética. La visión
manifiesta en la literatura de esas NNH se vale de su peculiar capacidad
de lectura del pasado histórico, es decir, la literatura puede ser
considerada como una forma privilegiada de leer la historia. Como
ya vimos, hace mucho ambos discursos vienen interactuando y, de esta
forma, aprovechándose de las características que les son
peculiares, consiguen sacar provecho en su propio beneficio. Tal es el
caso de las NNH, eficientes en el contacto con el discurso historiográfico.
Sus autores se enderezan por las entrelíneas que la histria crea a lo
largo de su búsqueda por la aprensión del hecho ocurrido e, incorporando
esas “rendijas discursivas” y del prodigioso lenguaje literario,
reconstruyen el pasado bajo una visión reestructurada. La nuevas novelas históricas sí poseen características comunes, pero destaca su empeño prodigioso por una relectura de la historia oficial y desconstrucción del pasado por medio de una escritura que encuentra en la diversidad la verdadera confluencia discursiva. Así nos auxilia Fernando Aínsa: “la novela histórica estalla formalmente en una rica panoplia de modalidades que cada autor profundiza a su manera y en la que imprime su propio estilo y ‘obsesiones’”(AINSA,1991, p.82). |
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En
medio a tantos caminos, la literatura de ese nuevo género literario opta
por recurrir aquél en el que el discurso histórico servirá, en última
instancia, al ficcional, alternando el tono de escritor para escritor. En
ese sentido, podemos destacar dos líneas de comportamiento que parecen
mejor apuntar los diferentes caminos, representados por la escrita
meta-histórica de Abel Posse, preocupada en negar, modificar o
reinterpretar la historia, y la de Tomás Eloy Martínez, volcada hacia el
relleno del “vacío” que dejaría la historia en su recorrido y que se
caracterizaría por presentar diferentes versiones y enfoques para un
mismo hecho. En
todo caso, sea en la versión más denunciadora o desmistificadora de
Posse, sea en el acercamiento de Martínez hacia la historia no como
verdad, sino como tradición o cultura, prevalecerá ese afán tan
característico de la NNH en trabajar con los signos producidos por la
historiografía, trabajo realizado por el escritor a partir de un lenguaje
propiamente literario, de acuerdo con Alexis Márquez Rodríguez: ya
no es necesario recurrir a la ficción pura, a la total invención de
hechos y personajes entremezclados con los verídicos, para que la
historia real resulte novelizada o ficcionada. Basta con que el novelista,
basado en el más minucioso conocimiento de los hechos en realidad
ocurridos, vaya ‘deformando’ la historia, vaya reorientando la
secuencia de los hechos conforme a su propio criterio, no sólo mediante
el manejo a su antojo de la cronología de los mismos, sino incluso a través
de la invención de personajes y episodios ficticios, a los que se
relaciona directamente con la vida real de los personajes veraces. (MÁRQUEZ
RODRÍGUEZ,1991, p.43) Cabe
al novelista, por lo tanto, manejar la estructura narrativa mediante los
recursos que la literatura proporciona, los cuales irán componer un texto
cuyo fundamento es sustancialmente literario, es decir, el escritor
ficcional posee la libertad creativa en el tratamiento de las anécdotas
históricas a las cuales él se atiene: Una
vez en su poder la información que le aporta esa paciente labor
investigativa, entra en juego la capacidad creadora del novelista, para
estructurar el
argumento de
su novela
sobre la
base de
la realidad histórica
por él conocida, pero apartándose de ella cada vez que, bien la
necesidad de en función de su propósito de novelista, bien la impulsión
poética, bien incluso la posible facultad lúdica puesta en acción, se
lo exigen o aconsejan. (MÁRQUEZ
RODRÍGUEZ,
1991, p.44) En
fin, queda claro que en García Márquez uno de sus grandes méritos se
encuentra, al lado del uso de determinadas técnicas de composición, en
el diálogo que las obras mantienen entre sí, en su papel multidiscursivo
y alegórico, ya que tales obras se inscriben dentro de un espacio que
ultrapasa los límites de la nueva novela histórica, al fin y al cabo
integran un gran tejido narrativo en que la discusión de nuestras
idiosincrasias históricas se sobreponen a cualquier esquematismo
literario. La articulación de esos rasgos tan particulares a lo largo de su novelística configuran un hito dentro de la producción literaria hispanoamericana del siglo XX. El estudio de la relación que se perpetúa entre sus obras y las de otros autores abre camino hacia una fuente bastante fértil de nuevas lecturas acerca de las especificidades de las nuevas novelas históricas hispanoamericanas. |
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Sobre el autor: |
nome: Wellington Ricardo Fiorucci |
E-mail: tonfiorucci@bol.com.br |
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Sobre
el texto: Texto insertado en la revista Hispanista no 13 |
Informaciones
bibliográficas: FIORUCCI, Wellington Ricardo. La nueva novela histórica hispanoamericana: el caso de García Márquez. In: Hispanista, n. 13. [Internet] http://www.hispanista.com.br/revista/artigo112esp.htm |