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Formas de tratamiento en la primera mitad del siglo XX. Análisis de Historia de una Escalera |
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Autor: Juan Manuel Pedroviejo Esteruelas |
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pedroviejo78@yahoo.es |
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Palabras clave: cortesía, tratamientos, primera mitad del siglo XX |
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Minicurrículo: Mestre em ensino de espanhol como língua estrangeira. Licenciado em filologia hispânica. Especialista em língua e literatura espanhola, pela Universidad de Valladolid. Atualmente, está redigindo sua tese doctoral sendo sua orientadora a doutora e professora titular do departamento de língua espanhola da Universidad de Valladolid, Doña Beatriz Sanz Alonso. Professor de espanhol para estrangeiros , da Universidad de Valladolid. Professor de língua e literatura no Instituto de Secundaria Ribera de Castilla de Valladolid. |
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Resumo:
Para estudar as formas de tratamento nominais e
pronominais da primeira metade do século XX da Espanha, nada melhor que
analisar a obra de teatro La Historia de una escalera (1949) de
Buero Vallejo, onde há um enfrentamento de três generações diferentes
e um contraste no emprego das formas TÚ e USTED e nas formas nominais.
Partimos das duas hipótesis diacrônicas de Brown y
Gilman (1960) com base no centro bidimensional de poder e solidariedade que
rege
toda comunicação humana. |
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Resumen: Para estudiar las formas de tratamiento nominales y pronominales de la primera mitad del siglo XX de España, nada mejor que analizar la obra de teatro La Historia de una escalera (1949) de Buero Vallejo, donde hay un enfrentamiento de tres generaciones diferentes y un contraste en el empleo de las formas TÚ y USTED y en las formas nominales. Se partirá de las dos hipótesis diacrónicas de Brown y Gilman (1960) en base al eje bidimensional de poder y solidaridad que rige toda comunicación humana. |
1.
Introducción
Los individuos presentan dos propiedades básicas por lo que respecta
en la comunicación que sirven para explicar su comportamiento comunicativo:
1) Racionalidad: cada individuo
posee un modo de racionamiento que se puede definir con precisión y que le
conduce de los fines que persigue a
los medios necesarios para intentar conseguir tales fines. Está ligada al
proceso de cooperación. 2) Imagen pública:
cada individuo tiene y reclama para sí una cierta imagen pública
(un cierto prestigio) que quiere mantener. Está ligada a la cortesía.
De la necesidad de salvaguardar la imagen pública se derivan las
estrategias de cortesía. Esta imagen pública tiene dos vertientes, la
imagen negativa y la positiva. La imagen
negativa trata
de la libertad de acción que cada individuo desea tener, de dominar
su territorio y de no ser controlado por los demás. Por otro lado, está la
imagen positiva que consiste en la
necesidad de ser reconocido y apreciado por los demás
así como el compartir sus aficiones, deseos y creencias. (Brown y
Levinson 1978)[i].
Brown y Levinson (1978) parten de que la imagen pública es
vulnerable. Por lo tanto, en la interacción verbal se despliega un esfuerzo
común por ponerla a salvo. Esto se observa cuando los participantes de un
intercambio verbal requieren llevar a cabo algún acto que dañe la imagen
propia o del interlocutor, o dicho de otro modo, actos que amenazan la
imagen pública (AAIP). Cuando el emisor los lleva a cabo, los intenta
suavizar. Es aquí, según ellos, donde surgen las estrategias de cortesía
que pueden estar dirigidas a reforzar la imagen positiva (cortesía
positiva) o estar dirigidas hacia el aspecto negativo de la imagen (cortesía
negativa).
El nivel de cortesía que debe emplearse depende de tres factores: 1)
Poder relativo (P) del
destinatario con respecto al hablante que constituye el eje vertical de la
relación social. 2) Distancia social
(D) que incluye el grado de familiaridad y contacto entre los
interlocutores, y que forma el eje horizontal. 3) Grado
de imposición (G) de un determinado acto con respecto a la imagen pública.
Todos ellos son de naturaleza social, porque incluso el último
depende de la consideración que cada tipo reciba en cada cultura. El riesgo
potencial que entraña una acción que amenaza la imagen pública (AAIP) se
calcula sumando los valores de
estos factores: Riesgo (AAIP) x = (D + P + G) x
Desde esta perspectiva epistemológica, la oposición tú/usted del español podría ser analizada como una manifestación
de los dos tipos de cortesía a los que se hace referencia. El tratamiento a
base de tú ocuparía el
territorio de la llamada cortesía positiva y el uso del usted
aparecería vinculado al dominio de la cortesía negativa.
Para Brown y Levinson (1987) la cortesía positiva representa una
macroestrategia que recoge todas aquellas técnicas conversacionales
destinadas para potenciar las
facetas positivas del oyente. Para ello, lo más frecuente es hacer partícipe
al interlocutor de esa esfera de intereses, deseos o actividades del
interlocutor. Ello origina estrategias parciales como las muestras de un
interés determinado, la exaltación exagerada de sus habilidades y
realizaciones, la búsqueda de motivos de acuerdo en lugar de desacuerdo que
tengan en común los interlocutores
para marcar la pertenencia a un
mismo ámbito.
Así, el uso de tú en el
español contemporáneo no sólo abarca el contexto de las relaciones de
parentesco y amistosas, sino que en virtud de su carácter de marcador de
proximidad grupal, traspasa su ámbito de uso a otras esferas donde diversos
atributos de los interlocutores pueden inducir a uno de ellos (tratamiento
asimétrico) o a ambos (tratamiento simétrico) a su empleo.
En el polo opuesto, la elección de usted
vendría a representar el mantenimiento de las reglas más conservadoras y
tradicionalmente más prestigiosas, relacionadas con la denominada cortesía
negativa. Para Brown y Levinson (1987), la imagen más común de la cortesía
en las culturas occidentales coincide precisamente con esta cara negativa
del concepto. Una cara, por otro lado, que representa el grado más alto de
la elaboración y convencionalismo de entre las técnicas lingüísticas
para la mitigación de los riesgos
para la intimidad del interlocutor, o lo que es lo mismo, la cortesía en su
expresión más elevada. En concreto,
el empleo de usted en el español
supone la adopción de la estrategia de la deferencia. Ésta tiene dos caras
complementarias: el hablante se inclina ante la superioridad
(aparente o ficticia) de
su interlocutor al que además ensalza. Sin embargo, el significado
connotado es el mismo: el interlocutor es tratado como un superior
y ello en los casos en que las diferencias de poder
entre los participantes son obvias y asumidas por el hablante situado
en el nivel más bajo de la escala social: relación asimétrica. En
aquellos casos donde se impone una deferencia recíproca, relación simétrica.
En suma, nos encontramos ante un análisis de la deferencia como componente
de un tipo cortesía y no como una noción equivalente o sinónima, visión
esta más propia de los tratamientos tradicionales sobre el tema.
El estudio hecho por Brown y Gilman (1960) sobre las reglas de
tratamiento diádico en veinte lenguas, la mayoría indoeuropeas reveló que
la elección de las formas pronominales de segunda persona está regida por
dos relaciones semánticas de poder y solidaridad. Este par de dimensiones
se supone presente en todo intercambio verbal entre los interlocutores. La
razón es que en toda sociedad humana existe un concepto de la diferencia
social y acerca de la solidaridad diferencial y que ambas dimensiones rigen
la mayor parte de la vida social y los usos de tratamiento. |
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El
poder es concebido, psicológica y socialmente, como el eje vertical de
las relaciones sociales. Brown y Gilman (1960) lo definieron de la siguiente
manera: “Se puede decir que una
persona tiene poder sobre otra en la medida en que es capaz de controlar la
conducta del otro, por medio de la riqueza, fuerza física, edad, rol
institucional en la iglesia o ejército, una organización económica, o
dentro de la familia. El poder es una relación entre por lo menos dos
personas; y no es recíproco en el sentido de que ambas no pueden tener
poder en la misma área de conducta.” La
solidaridad en cuanto dimensión psicológica y social, es el
eje horizontal de las relaciones sociales. Surge al compartir disposiciones
conductales, lo que lleva a la similitud de modos de pensar. El tener la
misma profesión, jugar al mismo deporte, asistir a la misma escuela,
pertenecer al mismo grupo social, de sexo, de edad, familiar, partido
político, país o religión etc. Brown y Gilman (1960) conciben la
solidaridad como: “simétrica o
asimétrica; tornándose V[ii]
más probable a medida que la solidaridad disminuye. La solidaridad T
alcanza un máximo de probabilidad en el tratamiento entre hermanos mellizos
o soliloquios de un hombre consigo mismo.”
Es decir, el poder diferencial es visualizado como el núcleo del eje
semántico asimétrico; la similitud como el eje simétrico. Las diferencia
sociales dan origen al uso de V.
Las no vinculadas con el poder social dan origen al uso de V
en ambas direcciones; y las similitudes que hacen la solidaridad dan origen
a la aparición de T en
ambas direcciones.
1.1. Dos hipótesis diacrónicas Con base al sistema bidimensional propuesto y a una masa de datos lingüísticos históricos y contemporáneos, Brown y Gilman (1960) elaboraron dos hipótesis diacrónicas que afirman describir adecuadamente los sistemas de tratamiento estudiados. Ambas hipótesis, que describen procesos incompletos, enuncian que: (1ª) Desde fines del siglo XIX se está produciendo un cambio en dirección a la supresión del eje semántico de poder en favor del eje semántico de solidaridad. Esto ha significado una disminución de la frecuencia de tratamiento asimétrico y un aumento correspondiente al tratamiento simétrico. Este cambio lingüístico estaría asociado con cambios fundamentales ocurridos con los valores adquiridos en el siglo XX, como son las consecuencias de sociedades más abiertas e igualitarias que hacen que crezca el uso de formas simétricas. Brown y Gilman sostienen que hasta el siglo XIX prevaleció el poder semántico en el sistema de tratamiento, los servidores, los soldados rasos, los empleados, los niños y los hermanos pequeños recibían tratamiento de T. A los amos, los oficiales, los padres, los hermanos mayores se les daba el trato de V. (2ª) Durante el mismo periodo, ha crecido el ámbito de la solidaridad informal se ha extendido, es decir, el número de relaciones consideradas lo suficientemente solidarias como para merecer el T mutuo.
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1.2. Formas de
tratamiento nominales
La forma indudablemente más apropiada para llamar la atención de tu
interlocutor es usando el nombre propio por el cual uno responde cuando se le llama. Además,
de designar a un individuo concreto y particular, el nombre propio, por
asimilación, se ha extendido a animales familiares o a objetos más
cercanos como puedan ser una casa, un río, un coche, etc.
No obstante, la lengua dispone de otros recursos de apelación,
además de los pronombres de segunda persona del singular, menos
identificables que el nombre propio, pero con la misma validez comunicativa
en virtud de la situación y contexto: 1)Título
genérico: señor, señora, señorita, caballero, etc. 2) Término
de parentesco: padre, tío, abuelo, etc. 3) Términos de diversa relación: amigo, camarada, etc. 4) Términos
metafóricos: mi vida, mi cielo, etc. 5) Interjecciones
apelativos: ¡eh!, ¡pss!, mira, etc.
Continuando con el
nombre propio, otro
valor suyo es la virtud fática que es una manera de acentuar y comprobar
que el canal de comunicación no está oxidado, bien en virtud de la función
expletiva donde el empleo del nombre es pedido por el uso o bien en virtud
de ser el soporte deíctico del mensaje y fundamento de eficacia e incluso
el objeto mismo de aquél.
Las formas nominales, al igual que las pronominales, también se
sirven del concepto de distancia, de poder y de solidaridad. Dado a que uno
puede conocer a una persona y su nombre pero se interpone la barrera de la
distancia psicológica y social (no es de mi grupo) y por lo tanto, no hay
solidaridad, o sociocultural (diferencia de estatus) y por consiguiente,
predomina el poder, la jerarquía y la autoridad. De este modo, Alba de
Diego y Sánchez Lobato (1980) plantean dos hipótesis para explicar el uso
y no-uso del nombre propio y perfilan el siguiente esquema paradigmático:
1) Relaciones en las que domina la solidaridad: tratamiento simétrico a
través del nombre propio o hipocorístico
o apodo. 2) Relaciones donde domina el poder y la no solidaridad:
tratamiento asimétrico. El superior usa o puede usar el nombre propio y los términos más específicos: apellido,
hijo, joven, etc. Por el contrario, el inferior tiene dos posibilidades:
título genérico (señor, caballero,
profesor, etc.) o dependiendo de la clase social, nombre
propio con la distancia del don,
nombre propio o apellido con
la distancia del señor. Como puede apreciarse, la función semántica predominante es el poder en el tratamiento nominal directo, es decir, la barrera de poder, autoridad y jerarquía afecta de una manera más particular al inferior. Así, el jefe dirá Gómez o Sr. Gómez; el empleado, por el contrario, usará señor o don Vicente. El padre llamará a su hijo Juan o hijo y éste papá o padre, pero casi nunca con el nombre propio del padre. En definitiva, es el superior quien todavía en la sociedad de las últimas décadas del siglo XX tiene la iniciativa de que el inferior pueda dar un paso hacia delante en lo que respecta a la distancia y así poder llegar al intercambio recíproco. Un estado de hecho aún jerárquico sin los signos que lo manifiestan, corre el peligro de deteriorarse y es por ello por lo que un superior difícilmente aceptará el cambio recíproco de tratamiento.
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2. Análisis de la pieza de teatro: Historia de una escalera
(1949) de Buero Vallejo[iii].
El teatro es un medio que permite al investigador estudiar
situaciones de interacción verbal de otras épocas de una forma menos
ficticia que otras fuentes literarias o no cuando aún no existían otros
medios técnicos fiables para ello.
La razón de haber escogido Historia de una escalera se debe a
que en ella se ve la evolución de los tratamientos en la primera mitad del
siglo XX recogidos por el gran dramaturgo español, Buero Vallejo[iv].
Historia de una escalera es una obra muy interesante para
analizar la evolución de las formas de tratamiento en tres generaciones diferentes en la primera mitad del siglo
XX. De sobra es reconocida esta obra de teatro y lo mismo se puede decir del
prestigio literario que tiene su autor, por lo que
no recordaremos su argumento ni la vida y obra del autor.
Consta de tres actos. En ellos se aprecia el paso del tiempo en la
vida de los personajes y, por ende, la evolución de las formas de
tratamiento. Así, en el III acto existe una confrontación generacional
entre los nietos, padres y abuelos, muy interesante de estudiar.
Partiendo de que la obra fue estrenada en 1949 en Madrid y que el III
acto es contemporáneo a la época
del estreno de la obra, se puede afirmar que el primer acto corresponde a la
primera o segunda década del siglo XX, el II acto (diez
años después), esto es, en los años veinte y el último acto (veinte
años después), es decir, en los años cuarenta. Así, Buero Vallejo
refleja la vida cotidiana de personas de clase media-baja que conviven en
una comunidad de vecinos de una ciudad y de la primera mitad del siglo XX.
Las relaciones que vamos a analizar son entre padre e hijos, entre
abuelos y nietos, entre novios y entre vecinos de la misma y diferente
generación. Lo primero que vamos a estudiar es la relación entre los padres y sus hijos. En el cómputo total de estas relaciones en toda la obra es de 48,64% usan tú y un 51,35% usan usted. Pero este resultado no nos dice nada porque por ejemplo, en el II acto únicamente aparecen los hijos de Paca, Rosa, Trini y Urbano, que tratan de usted a su madre. Por el contrario, el resto de muchachos de su misma edad trata a sus padres de tú. Aquéllos, en verdad, es la familia más pobre de la obra. Tampoco se nos especifica si el origen de esta familia es rural o no.
Es decir, todavía en los años veinte
existe una vacilación entre la opción de elegir tú
o usted en las díadas entre hijos y padres, dependiendo de familias. Es
destacable la evolución generacional de estos usos dentro de una misma
familia porque, por ejemplo, ya los nietos de Paca tratan de tú a sus padres y a ella misma.
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En cuanto a las formas nominales, se puede relacionar el uso de papá/mamá con el uso de tú y el de padre/madre con el de usted, según se pude observar en el cuadro 2.a.
Los
usos derivativos de papá como papaíto, forma cariñosa
usada por Elvira, la hija de don Manuel, el vecino rico, se
producen cuando hay intenciones persuasivas y el empleo de señora
o madre en situaciones de discusión entre hija y madre.
La forma de hijo/a es la forma más usada (68,75%) y el uso
del nombre propio y del diminutivo el menos usado (6,25%).
En la díada entre abuela y nieta, como ya hemos dicho más arriba, sólo
aparece en el III acto y en el 100% de los casos usan un tuteo recíproco.
En cuanto a las formas nominales usadas son nieta
y abuela respectivamente. Para el análisis de los tratamientos entre los vecinos, se ha clasificado a los vecinos en dos grupos, los adultos y los jóvenes. Consideramos adultos a doña Paca, don Juan, doña Asunción, doña Generosa y don Manuel (fíjese en el uso de don/doña más el nombre propio o hipocorístico que el propio autor da a los personajes de este grupo) en que en el I acto son de edad mediana y en el II y III acto están ya en la vejez (doña Paca). El grupo de jóvenes es el formado por Trini, Rosita, Urbano, Fernando, Carmina, Pepa y Elvira, que son hijos de aquéllos, que en el I acto son jóvenes o niños y en el II y III acto son adultos[v].
El uso de tú es casi
mayoritario entre gente joven aunque aún se mantiene el usted
para las relaciones de cortejo entre jóvenes. En cambio, en el III acto el
cortejo entre jóvenes de una generación posterior ya se hace con tú.
En el III acto, en el grupo de los jóvenes donde antes había un uso
generalizado de tú, ahora, por
razones provocadas por la envidia, las mujeres, Elvira y Carmina, discuten y
dejan de tutearse para tratarse entonces de usted. Es decir, entre los miembros del grupo que llamamos de los jóvenes,
el pronombre usted se usa a lo
largo de la obra o bien en situaciones de cortejo o bien en situaciones de
conflictivas y de discusión, teniendo un valor distanciador. Evidentemente, existe un contraste en el uso de los tratamientos entre los vecinos del grupo de los adultos donde siempre usan usted y el tuteo generalizado entre los miembros del grupo de los jóvenes.
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En cuanto a las formas nominales empleadas entre vecinos de la misma generación, el porcentaje de los usos son:
Hay que aclarar que en la celda de nombre
propio + la forma verbal correspondiente a usted/ustedes, se da cuando
el chico está intentando ligar a la chica y está, en un principio, lógicamente,
le trata de usted. Por lo general,
el uso de diminutivos e hipocorísticos
se da, en esta obra, a mujeres. El empleo de hija es usado por entre mujeres.
Entre novios, las formas nominales más usadas por el novio en esta
obra, sin distinción de época ni generación son princesa,
gatita, niña, pichón y
nena. Durante el matrimonio cambian los adjetivos cariñosos por fórmulas
como el uso del nombre propio,
en la mayor parte de las veces, y el de mujer,
nene, hijo, etc. La forma nominal de mujer también aparecen con las formas verbales correspondientes al pronombre tú.
Quizás, el hecho de que en el III acto se produzca un empleo absoluto del tú entre las relaciones entre joven a adulto se deba al grado de confianza que existe entre los personajes Manolín y Trini y entre Manolín y Rosa[vii]. Lo mismo se puede decir, probablemente, del empleo de usted cuando don Manuel no tutea de a Fernando[viii], sino que además le llama incluso por el diminutivo. Creemos más conveniente y objetiva esta interpretación que la idea de una errata de la imprenta o un despiste del autor.
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Las formas nominales usadas en el trato entre los personajes de diferente generación se resumen en los siguientes cuadros:
En
este apartado sólo se han recogido cinco formas nominales, frente a las
catorce formas nominales que usan los miembros de la generación
adulta para dirigirse a los jóvenes, esto es, existe una asimetría en las
relaciones entre los jóvenes y sus mayores porque los jóvenes españoles
preferían no usar formas apelativas directas para dirigirse a sus mayores,
y éstos, en cambio, las emplean en mayor número de veces. La tercera generación, es decir, los hijos del grupo generacional que llamamos de los jóvenes, que se dan en el III acto, emplea el uso de las formas verbales del pronombre tú con el uso de la forma diminutiva del nombre propio para dirigirse a sus vecinos mayores, algo que no se da en los actos anteriores.
Ya hemos comentado más arriba el hecho de usar diminutivo más la
forma pronominales correspondientes al pronombre usted entre don
Manuel y Manolín. En las relaciones entre hermanos no se ve en ningún momento relaciones asimétricas, en donde al primogénito o al hermano varón haya que tratarle de usted, sino que en el 100% la forma verbal usada y los pronombres corresponden al paradigma del tú.
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3. Conclusiones
El progreso que el empleo del tú
ha experimentado en la mayoría de las comunidades de habla hispánica podría
ser analizado como un reflejo de las sociedades modernas y democráticas,
donde cada vez se van limando los prejuicios y jerarquizaciones sociales, lo
que ha contribuido a un crecimiento del uso mayoritario de tú
como forma de tratamiento adecuado incluso cortés en situaciones cada vez más
numerosas.
Las generalizaciones diacrónicas describen cambios en el nivel verbal; no
postulan la desaparición de las diferencias objetivas de poder, sino sólo
una disminución de la
frecuencia de codificación de
las relaciones de estatus en el ámbito del tratamiento pronominal.
Los pronombres personales no tienen únicamente un valor referencial,
sino que también existen significados sociales y psicológicos asociados a
la elección de la forma del pronombre.
El término genérico de señor/a y don/doña
simboliza un término tan extraño a la intimidad que no hay peligro que se
llegue a ella. Si esto llegara a suceder cambiaría el sistema. Es el caso
del español con vos y tú que dio lugar a otro término
diferenciador vuestra merced> usted.
El uso de diminutivos e hipocorísticos siempre lleva consigo una
carga afectiva, pudiéndose dar en relaciones simétricas (por ejemplo entre
amigos de igual condición) y en relaciones asimétricas (persona mayor a un
niño).
En las relaciones entre padres e hijos se da siempre una relación
asimetría puesto que mientras que ellos llaman a sus hijos por sus nombres
o por fórmulas como hijo/a, hijo mío, éstos usan los apelativos de
papá, padre o mamá, madre pero nunca el nombre propio de sus
padres. Además, en algunas familias, aún en las primeras décadas del
siglo XX la forma para dirigirse a sus padres era la de usted,
especialmente entre las familias más humildes.
Existe una clara correlación entre el uso de los pronombres tú/usted
con las apelativos papá-mamá/padre-madre.
Es decir, cuando se usa la forma papá-mamá,
siempre irá acompañado con la forma verbal correspondiente al tú y la forma verbal de usted se usará con padre-madre.
Este estudio, claro, estaría completo si se hiciera otro estudio similar con las fórmulas de tratamiento en la segunda mitad del siglo XX, basándose en otras piezas de teatro y con la ayuda de las nuevas técnicas (encuestas, grabadoras, tv., internet, comics, ...etc) que permitan una mejor y rigurosa análisis del las diferentes variedades de la lengua y luego poder aplicarlo a las clases de E/LE
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BIBLIOGRAFÍA
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Notas [i] El trabajo de Brown y Levinson sería reeditado años más tarde (Brown y Levinson, 1987) en forma de libro. En él, y precediendo al estudio propiamente dicho, ambos autores llevaron a cabo una revisión critica de su trabajo, así como de las principales investigaciones desarrolladas en ese intervalo de tiempo en el campo de la cortesía. [ii] En la bibliografía especialista en el tema se usa como abreviaturas de las formas latina tu T y vos V. T representa al tu francés, al du alemán y al tú y vos español. V representa a las contrapartidas corteses vous, sie y usted. [iii] Buero Vallejo, A., Historia de una escalera, Espasa Calpe, Madrid, 1991. [iv]
“Dramatic text provide the best information on colloquial speech of the
period (...) the more skilful the dramatist the more skilful he will be if
presenting the normal life of his time, in authenticating the action by an
acceptable version of contemporary speech” (Brown Gilman 1990). [v] A los hijos de los matrimonios entre Fernando y Elvira, Fernando (hijo) y Manolín y la hija de Urbano y Carmina, Carmina (hija), sólo aparecen en el III acto. [vi] Evidentemente, en el III acto sólo sobrevive un personaje del I acto, Paca, por lo que no se puede dar ninguna relación con personajes de su misma generación. [vii] TRINI:- “Si te hago u regalo, ¿me lo aceptarás?/ MANOLÍN:-“¿Qué me vas a dar?”. (III, 87). [viii] DON MANUEL: “Adiós Fernandito (...) / FERNANDITO: “-Sí, señor. / D.M.: “Está bien hombre...un día de estos tengo que decirle unas cosas” (I, 53).
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Sobre el autor: |
nombre: Juan Manuel Pedroviejo Esteruelas |
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Sobre el texto: Texto insertado en la revista Hispanista no 14 |
Informaciones
bibliográficas: PEDROVIEJO ESTERUELAS, Juan Manuel. Formas de tratamiento en la primera mitad del siglo XX. Análisis de Historia de una escalera. In: Hispanista, n. 14. [Internet] http://www.hispanista.com.br/revista/artigo125esp.htm |