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NEBRIJA, BELLO, ROSENBLAT |
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Nome do Autor: Alexis Márquez Rodríguez |
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alemar@telcel.net.ve |
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Palavras-chave: Nebrija - Bello - Rosenblat |
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Minicurrículo: Professor de espanhol e literatura. Professor da Universidad Central de Venezuela durante 25 anos. Jornalista. Colunista do diário «El Nacional», de Caracas, desde 1946. Membro da Academia Venezuelana da Língua. Escritor, crítico literário. |
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Resumo: Discurso de ordem lido no Palácio das Academias, em 23 de abril de 2001, na seção solene da Academia Venezolana de la Lengua para comemorar o Dia do Idioma e o Dia Internacional do Livro. |
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Resumen: Discurso de orden leído en el paraninfo del Palacio de las Academias, el 23 de abril de 2001, en la sesión solemne de la Academia Venezolana de la Lengua para conmemorar el Día del Idioma y el Día Internacional del Libro. |
Lo más importante del Descubrimiento y la Conquista de América es, sin duda, el mestizaje, que se incuba con la llegada de los españoles, y se va a erigir en el rasgo más sobresaliente de nuestra especificidad americana. Estaban equivocados los que le atribuyeron el calificativo de nuevo mundo a lo que los europeos hallaron de este lado del Atlántico. El mundo prehispánico era por lo menos tan viejo como los restantes pueblos que habitaban la Tierra. Lo nuevo es lo que se crea a partir de la llegada de Colón. Y "eso" es nuevo porque no existía hasta aquel momento. Existían los europeos, los indígenas y los africanos. Pero en América va a surgir un cuarto tipo, del cruce, primero del europeo y el indígena, luego de ambos con el africano. De lo que se va a originar una mescolanza, que en Castellano no tiene un nombre tan sonoro y preciso como el francés melange. Son tres raíces, con posibilidades de cruce infinitas. Cada uno de estos cruces da un determinado producto, y estos, a su vez, se van entremezclando sin medida ni contención. Simón Rodríguez es quien mejor ha enumerado los distintos productos del mestizaje americano: ...Tenemos huasos, chinos y bárbaros, gauchos, cholos y huachinangos, negros, prietos, serranos, calentanos, indígenas, gente de color y de ruana, morenos, mulatos y zambos, blancos porfiados y patas amarillas, y una chusma de cruzados, tercerones, cuarterones, quinterones y salta atrás, que hace, como en botánica, una familia de CRIPTÓGAMOS . Ese mestizaje es, además, un mestizaje
de mestizajes. Sus tres ingredientes básicos eran ya mestizos de
antemano. Los españoles del Renacimiento eran ya uno de los pueblos más
abigarradamente mestizos del mundo. Por suelo español pasaron las más
diversas naciones, incluso desde antes de la llegada de los romanos a la
península ibérica, y cada una dejó allí su huella biológica y
espiritual. El mismo nombre de Iberia, de origen griego, es anterior a la
imposición de la lengua latina en el territorio hispánico. |
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Lo que sí es
propio de Latinoamérica es el origen de esa especificidad en
nuestro peculiar mestizaje. Ningún otro pueblo de la Tierra es hoy tan
plurimestizo, tan conformado por una enorme diversidad de sangres y
culturas, como nosotros. Nuestro mestizaje comienza por el lenguaje. No sabemos cuándo se produce el primer ayuntamiento carnal de un español con una india, que además genere frutos. Pero sí sabemos cuándo un europeo, usando la lengua española, utilizó por primera vez, por escrito, vocablos indígenas, los cuales, por supuesto, debieron emplearse primero en la lengua oral. Es de suponer, además, que aquellos primeros españoles que yacieron con mujeres indias, de buen grado o por la fuerza, algo debieron hablar con ellas, en un lenguaje en el que probablemente se colasen vocablos de sus idiomas nativos, entreverados con los castellanos. El cruce étnico por el sexo, y el cultural por el lenguaje, en muchos casos debieron ser simultáneos. El primer europeo en usar voces indígenas en sus escritos fue el propio Colón, quien en su Diario, en una anotación correspondiente al 28 de octubre, en su primer viaje, es decir, dieciséis días después de la llegada, emplea la palabra canoa, de origen taíno. Lo cual hace suponer que dicha palabra, y seguramente algunas otras, ya habían sido empleadas en el lenguaje oral por él y sus compañeros. Algunos descubridores se proponen enseñar su propia lengua a los indígenas y aprender las de éstos. El Castellano viene a América en la boca y en la pluma de descubridores y conquistadores, como instrumento de dominación y conquista. Así lo definió Elio Antonio de Nebrija, autor de Arte de la lengua castellana, la primera gramática de nuestro idioma, publicada, no por simple casualidad, en 1492, el mismo año en que Colón llega a América. Nebrija es una figura de enorme importancia en la historia de la cultura española, uno de los pioneros del Renacimiento. Nebrija termina y publica su gramática antes del Descubrimiento, pero él ya intuía el destino imperial de España. Cuando concluye su obra, va a mostrársela a la reina, Doña Isabel, acompañado de su amigo Fray Hernando de Talavera, obispo de Ávila. La anécdota es recordada por el propio Nebrija en el prólogo de su gramática, tal como lo registra Juan Luis Alborg:
No se refería Nebrija, obviamente, a la conquista de América, que aún no había comenzado, sino a la penetración armada de España en el norte de África, a raíz de la expulsión de los árabes de su último bastión, el reino de Granada, con lo que se dio fin a la Reconquista. Pero lo que históricamente justifica la afirmación de Nebrija es la conquista de América, en la que el Castellano opera, efectivamente, como instrumento imperial. Con ese mismo criterio la lengua es manejada también por los misioneros como medio de dominación colonial. La Iglesia viene a la conquista con propósitos evangelizadores, ciertamente, pero éstos no pueden ser vistos fuera del contexto imperial de la empresa conquistadora. Convertir al Cristianismo a los indígenas no era sólo ampararlos en la única "verdadera" fe, haciendo que abjurasen de sus ritos y creencias "bárbaros" y heréticos, y encaminándolos en la vía de la salvación de sus almas; era también, y sobre todo, la manera de ponerlos bajo el vasallaje de los Reyes Católicos y sus sucesores en el trono de España. |
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A partir de
aquellos vocablos indígenas que se cuelan en el lenguaje de los
descubridores y conquistadores, arranca un largo y fascinante proceso de
mestización de la lengua castellana. Es cuantiosa la presencia en ésta
de americanismos, mucho más rica de lo que suele reflejar el diccionario
de la Real Academia. Ello dio origen a la idea de un Castellano de América, formulada por primera vez de una manera sistemática por el venezolano Andrés Bello. Lo cual lo indujo a escribir su Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos. En su prólogo, Bello reivindica el derecho de los pueblos de América a emplear sus propias peculiaridades del idioma común. Allí dice, en efecto: "Chile y Venezuela tienen tanto derecho como Aragón y Andalucía para que se toleren sus accidentales divergencias, cuando las patrocina la costumbre uniforme y auténtica de la gente educada". A la luz de la idea bellista de un Castellano de América, se comprende cabalmente el papel que la Conquista y la Colonia tuvieron en la mestización de la lengua castellana, de modo que, sin dejar de ser parte del idioma traído por España, al mismo tiempo iba adquiriendo una fisonomía propia, que le es dada, precisamente, por ese carácter mestizo, por esa perfecta simbiosis entre el Castellano original y los idiomas indígenas. Bello, además, le atribuía a ese idioma mestizo un valor esencial como instrumento de unidad continental, sumamente importante sobre todo por tratarse de un conjunto de pueblos desparramados en un vasto territorio, todos con rasgos comunes, pero cada uno con diversidades muy notorias. El Castellano de América se fue constituyendo así en una entidad idiomática que, sin dejar de formar parte del idioma general de España, como ya dije, tiene su fisonomía propia. Por otra parte, el constituir, por así decirlo, una sección del Castellano, ha permitido que éste goce del privilegio, único en el mundo, no de tener el mayor número de hablantes, pero sí de ser la lengua que habla mayor número de pueblos que la tienen como idioma nacional, más de treinta, entre los que habitan en España y en Hispanoamérica, amén de otras importantes comunidades hispanohablantes en diversos lugares. Uno de los que más y mejor han estudiado ese proceso de mestización del idioma castellano ha sido el filólogo venezolano Ángel Rosenblat. Él define el proceso histórico iniciado en 1492 como de "hispanización o castellanización de América", y afirma que ese proceso "no ha terminado después de casi quinientos años" . Rosenblat señala la mutua influencia entre el Castellano y las lenguas indígenas en ese proceso. Es fácil comprender que esa influencia del Castellano sobre las lenguas autóctonas haya sido avasallante, puesto que la conquista impuso el idioma imperial español en toda la parte del Continente ocupada por España, hasta el punto de que en muchas regiones las lenguas precolombinas desaparecieron del todo, o apenas sobrevivieron en núcleos muy reducidos y casi insignificantes, y sólo lograron mantenerse de manera prevaleciente en contadas zonas de nuestro vasto territorio. Pero la influencia de estas lenguas precolombinas sobre el Castellano también fue sumamente importante. Ya hemos visto que la presencia de vocablos indígenas en el Castellano se dio muy tempranamente, y se ha seguido produciendo a lo largo de los cinco siglos ya transcurridos desde el Descubrimiento. Rosenblat ha estudiado a fondo ambas influencias, y en la ejercida por las lenguas indígenas sobre la española no se ha limitado a analizar sólo el aspecto lexical, sino también otros, en especial los de tipo fonético y fonológico. En cuanto al léxico, don Ramón Menéndez Pidal observa que ...los productos naturales, la fauna, los utensilios y las costumbres de las tierras recién descubiertas influyeron demasiado profundamente en el comercio y la vida, no sólo de España, sino de Europa entera, para que no se importaran con los objetos multitud de nombres americanos. De origen indígena son, en efecto, canoa,
cacique, bohío, maíz, carey, caníbal, enaguas, sabana, nigua,
guacamayo, tabaco, tiburón, yuca, hamaca, aguacate, cacao, chocolate,
hule, petate, hallaca, tamal, nopal, petaca, jícara, macuto, vicuña,
guano, cóndor, pampa, ñandú, tapir, gaucho, ají, iguana, sinsonte,
guajolote, butaca, cancha, campechano y muchísimas más.
Sin embargo, cuando se habla del Castellano de América, producto
del mestizaje lingüístico, no nos referimos, en cuanto al léxico, sólo
a las voces de origen indígena generalizadas en la lengua común. El
concepto de americanismo es mucho más amplio, y no se refiere únicamente
al vocabulario. Aparte del léxico, el Castellano de América
presenta otros rasgos definitorios, que lo diferencian de las diversas
modalidades del Castellano peninsular. Rosenblat estudia también la
influencia indígena en esos otros rasgos de nuestro Castellano,
diferentes de los lexicales. Especialmente en el orden fonético y fonológico
analiza los usos que en América se diferencian bastante de la pronunciación
peninsular, y además se distinguen también mucho de unas regiones a
otras de nuestro continente. Después de examinar atentamente el fenómeno,
Rosenblat concluye que semejantes diferencias fonológicas del Castellano
hablado en América, con respecto del de España, no pueden deberse a un
proceso normal de evolución interna del idioma trasplantado a América,
sino a la influencia de las lenguas indígenas.
En cuanto a Venezuela, nuestra lengua es
la misma de los demás países del continente hispanoamericano, con
particular semejanza a las que se hablan en el resto de la región caribe,
aunque el lenguaje de nuestra zona andina se asemeja más al de Colombia,
de la que es fronteriza. Hay en nuestra habla, sin embargo, algunos rasgos
distintivos, de tipo dialectal, tal como ocurre igualmente en los demás
países de la zona. Pero no son de magnitud e importancia como para
impedirnos que nos entendamos con los demás pueblos hermanos. Muchos de
esos rasgos, además, o se dan en los otros países con ligeras variantes,
o tienen sus equivalentes. Veamos, sólo a título de muestra, algunas de
esas variantes venezolanas. |
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También es muy peculiar la forma como
aplicamos el diminutivo a los adverbios de lugar y de tiempo: allaíta,
acaíta, lejitos, cerquita, ahorita, yaíta,
tempranito, tardecito, etc. En tales casos hay una curiosa gradación:
cerquita es más cerca, pero cerquitica lo es aún más. Igual ocurre con los adjetivos: chico, chiquito, chiquitico, chirriquitico o chiquirritico... Lo más interesante es que en estos casos el diminutivo, en lugar de disminuir la noción del adjetivo, la aumenta: chiquito es más pequeño que chico; chiquitico es más pequeño que chiquito; chirriquitico es todavía más pequeño. Un adjetivo de gran variedad semántica es rico: La comida está rica; ¡Qué dulce tan rico!; García Márquez escribe rico; Hay un calorcito rico; Está haciendo un fríito rico; Esa mujer está riquísima; La fiesta estuvo rica; Esa música es rica; Fulanita besa rico, etc. Arturo Úslar Pietri en uno de sus artículos habló una vez de la "rica sombra y dorada paz", refiriéndose a las preciosas casas del Coro colonial, en un tórrido mediodía, cuando la sombra es, justamente, "rica", no sólo por lo sabrosa, sino también por lo escasa, como toda riqueza, por lo mismo que es también "dorada" la paz de esos lugares. Es peculiar en Venezuela que al nombrar las calles, las avenidas, los estados (divisiones político-territoriales), los parques y plazas, no se emplee la preposición "de", como es común en España y otros países hispanohablantes: Plaza Bolívar, Parque Ayacucho, Calle Venezuela, Bulevar Sabana Grande, Avenida Los Próceres, Estado Miranda... Especialmente interesante es el caso de los nombres de vehículos de transporte, que siendo generalmente de género masculino, dan derivados femeninos que designan tipos más pequeños del mismo: de carro, carreta y carretilla; de avión, avioneta; de camión, camioneta; de bus (autobús), buseta; de patín, patineta; de vagón, vagoneta; de furgón, furgoneta; de biciclo, bicicleta, de tanque (de guerra), tanqueta. En cuanto a la acentuación, es relevante el caso de diabetes, que en Venezuela, caso único en el mundo, se pronuncia como esdrújula, y en tal virtud se escribe con tilde: diábetes. El profesor Ángel Rosenblat, por cierto, censuraba esta modificación venezolanista del acento de diabetes. Sin embargo, cuando se me ha planteado este problema yo me he apartado del criterio del Maestro. Mi recomendación, sobre todo a los médicos venezolanos, es que, cuando estén en presencia de médicos extranjeros pronuncien la palabra con su acentuación grave, diabetes, pues si dicen diábetes pueden pasar por ignorantes ante sus colegas de otros países. Pero cuando hablen con sus pacientes venezolanos deben emplear nuestra forma esdrújula, diábetes, pues si dicen diabetes corren el riesgo de que el paciente los crea tan ignorantes que ni siquiera saben cómo se pronuncia el nombre de la enfermedad. Por último, desde el punto de vista fonético tenemos varios tipos de acento o entonación, según las diversas zonas del país. Son muy marcados los acentos de la región zuliana, en especial el de Maracaibo; el oriental, sobre todo el de la isla de Margarita, y el andino. Peculiares también, aunque menos enfáticos, son el de la región llanera y el de la zona central. Como ya dije, ésta no es sino una pequeña muestra de las muchas peculiaridades del Castellano de Venezuela, que ilustran muy bien la idea de que el nuestro es un idioma sumamente dinámico, en lo cual es posible hallar la huella de nuestro peculiar mestizaje. Celebra hoy la comunidad hispanohablante desparramada por todo el mundo el Día del idioma. Un día como hoy, hace 385 años, moría en Madrid don Miguel de Cervantes Saavedra. Nada más justo que unir su nombre a la conmemoración del instrumento expresivo que él manejó con profunda sabiduría y gratificante desparpajo. No se pudo, sin embargo, asociar la exaltación del idioma al día de su nacimiento, porque no se conoce, aunque sí sabemos que fue uno del año 1547. Se adoptó, en consecuencia, el día de su muerte. Podría parecer una paradoja que se escogiese para celebrar el Día del idioma aquél en que el genial artífice de la palabra dejase de hablarlo. Mas no hay tal paradoja: nunca la muerte pudo acallar la lengua de Cervantes, porque ésta nos llega cada día, renovada y más sonora que nunca, en las páginas mágicas del Quijote y las Novelas ejemplares. Caracas, abril de 2001. |