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En
CC hay dos movimientos el de las
excursiones de los adultos y el de los
juegos de los niños (adolescentes), que se ejecutan en un caserón
con una parte aérea, en donde están: los cuartos y pasillos, la amplia
biblioteca, con libros de rica tapa, pero sin los caracteres en el interior; una torre,
una amplia terraza, el parque idílico, protegido por lanzas, los
salones variados, desde el pequeño y gracioso salón chino al imponente de
baile; un almacén para el comercio con los indios con partes secretas, y
con otra parte subterránea, formada de sótano, los cuartos abandonados y
la cocina inmensa, “cuyas bóvedas y arcos de piedra datarían de hace
siglos pero que ahora sólo servían para almacenar leña”( p. 85), a
cuyos rincones no iban los
Ventura, salvo Lidia, la esposa del mayor de los Ventura, Hermógenes,
encargada de seleccionar, comandar y alojar a los
sirvientes y vigilar las cocinas y las alacenas.
En
las creaciones artísticas, las realizaciones de deseos son inconscientes y
recalcadas y, como nos ha apuntado Freud, “el sueño es un deseo cumplido”.
En los dos universos el del sueño y el de la literatura están formados por
anécdota a medio terminar. El estado onírico del escritor al crear su obra,
se asemeja al estado del sueño del momento del acordar y recontar. Así los
pedazos de recuerdos se van uniendo unos con otros, formando el relato, a la
vez que el novelista busca persuadir al futuro lector, haciendo su sueño
verosímil, buscando que los personajes y las situaciones por ellos vividos
lo sean. Pues, como filosofa Unamuno, (Cómo se hace una novela) la vida es todo que se reduce a nada, “es
sobra de un sueño.” Y cuando uno crea una novela, se hace lector del
personaje a quien a la vez que lo va leyendo, lo construye, pues es el
contemplador de su propia obra. En el universo del sueño, las imágenes y
emociones, resonancias sicológicas de vibraciones afectivas, corroboran
tanto en el fenómeno
artístico de la ficcionalidad como en el ámbito de la expresividad
literaria. La novela, género que, debido a su forma textual, con el tiempo
y el espacio claramente textualizados, atrae nuestra atención sobre la base
de cómo se realiza su espacio evidente, descrito y explicado. El estudio
imaginario de los mitos ha familiarizado la crítica sobre la constitución
simbólica de la novela. Entre los géneros, es el que proporciona al
escritor la oportunidad de modelar a sus personajes y de darles soplo vital
en mayor tiempo y espacio. En CC
José Donoso teje en el mundo de los mitos y creencias una literatura
caracterizada por la elaboración primorosa del lenguaje y de la
arquitectura de la novela, sin romper con la tradición oral. Él aprovecha
el imaginario mítico ancestral para manifestar
el sueño de libertad del pueblo chileno, anestesiado por los años de
colonialismo europeo y americano, y para denunciar el anacronismo del
sistema social y el subyugo a una política
dictatorial. La obra se hace una alegoría político-social, con referencias
a la historia contemporánea de Chile.
Si
antes del manierismo se utilizó el mito en argumentos filosóficos, es a
partir de él que el imaginario cultural se afirma, integrándose en el
esquema productivo de la emoción poética y descubriendo en el arte,
soportes míticos de la actividad imaginaria. Con Freud, Jung y Bachelard se
destacan los elementos oníricos y la importancia del inconsciente y de la
niñez y con Nortrop Frye, los principios estructurales de la literatura se
relacionan con la mitología y la religión.
En el siglo XX, se establece la importancia del mito en la estructura
del pensamiento y en la vida del hombre. El postmoderno explora las formas
míticas de la imaginación con base en la vivencia sentimental inaugurada
con el romanticismo. En la literatura latinoamericana, el mito adquiere un
aspecto singular, pues proporciona la oportunidad de mejor encarar la
realidad.
La
historia, narrada en CC, relatos
de lo sucedido cinco años antes, acontece en un impreciso siglo XIX. Los
amos, creados y niños se visten de acuerdo con
su posición social y transitan por salones espejados y decorados o
pasean en carricoches en excursiones campestres. La base de la filosofía
educacional se muestra en los objetivos y cánones para una unión familiar
de los Ventura y en la propiedad en el campo.
Los Ventura, familia de terratenientes y dueños de
minas de oro, se dirigían, todos los años, hacia su propiedad campestre a
fin de administrarla más de cerca y de educar a sus adolescentes, porque
deseaban que sus hijos creciesen con la certitud de que la “familia es la
base de todo el bien, en lo moral, en lo político y en las instituciones”.
En toda cultura hay figuras míticas con la imagen
de un "paraíso original", reino de paz y perfección, pero
arrasado por el hombre. Ese es el recuerdo nostálgico que el hombre guarda
en el más hondo de su mente. Lugar en que se forman los arquetipos. En CC,
el paraíso es Marulanda,
en donde estaba edificado el caserón sobre una loma de una llanura. Él
poseía un gran parque que, según el narrador se asemejaba a un dragón y
que “era como una joya, una esmeralda, que casi no se notaba en la llanura
sin árbol” (p.57). En el fondo del parque, rodeándolo y protegiendo la
casa, había una valla de lanzas. Alrededor de él había gramíneas, regalo
de un extranjero a un antepasado de la familia. Ésas, anualmente, le
enviaban una lluvia de vilanos. Dentro había muchos salones, una bodega,
sótanos con cocinas abandonadas y cuartos que olían a madera de ley. En la
parte más alejada había cámaras abandonadas con telarañas y murciélagos.
Ese ambiente favorecía el tiempo de la reclusión de los niños, pues les
proporcionaba el desarrollo de su mundo imaginario, a la vez que les
propiciaba una consolidación a los vínculos familiares de amor y de odio,
arquetipos de la naturaleza humana.
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En la mina de oro, trabajaban, bajo severa exploración, los hombres de una
tribu de color, temidos por los señores de la casa, porque los creían “antropófagos”.
Era esa la idea que de ellos los señores transmitían a sus niños. Esos
hombres iban desnudos al caserón y llevaban oro o comida. La dualidad de
color - el blanco de los señores y el oscuro de los aborígenes - pone en
destaque la imagen arquetípica de
la “criatura primitiva y sombría”, la personalización de ciertos
contenidos arcaicos del lado secreto del hombre, que se desea ignorar y no
se quiere admitir.
En
CC se halla el gran tema de Donoso: la desintegración del individuo,
de la familia, núcleo social, y el derrumbamiento del sistema de valores y
creencias. De ése el representante es Adriano, casado con Balbina Ventura,
que, por ser considerado loco, vivirá alejado y preso en un lugar apartado.
Los nativos, los antropófogos, simbólicamente, es el pueblo que abriga
ideas comunistas. Esa era la idea que el poder quería difundir sobre ese
régimen político. Las gramíneas representan lo extranjero dominador.
Los sucesos narrados y el espacio descrito son
verosímiles dentro de la narrativa. A menudo un narrador o un personaje
intentan separar el mundo de la ficción del mundo de la realidad, dentro de
la técnica “mise-en-abîme”. El autor /narrador se hace presente en el
relato haciendo comentarios sobre la trama o sobre la técnica narrativa que
utiliza.
Para
los propios personajes la situación parece ficción. Como testigo de esa
afirmación cita-se, de las páginas iniciales de la novela, la respuesta
que Mauro da a Melania: “En nuestra vida aquí, todo parece una ópera”
Donoso,
seguidor de la técnica cervantina de la ilusión: realidad/ficción o de la
filosofía calderoniana de que el mundo es un teatro, una ficción, pone sus
personajes en un constante ensayar, sea en el parque, en las salas o en la
terraza. La representación se hace tan fuerte que a veces se confunden
ellos propios con los personajes de la pieza que representan. Wenceslao, por
ejemplo, dialoga con Melania con citas de la pieza que estaban ensayando.
(p.16).
Esa
pieza, según Berenice, era una forma de fiscalizar a los hijos. El diálogo
entre Celeste y Berenice, durante la excursión de los padres, que en la
opinión de los hijos llevó días y en la de los padres llevó un día,
aclara la atemporalidad de la narrativa. (p. 254)
En
CC, la ceremonia de la
iniciación a los misterios del dios antecede a la que podríamos decir
purgación del héroe, que se da con la bajada del padre, médico, generoso,
el día de sus cumpleaños, con su mujer, dos hijas y su hijo Wenceslao al
subterráneo, pasando por lugares secretos y salas donde los nativos
ocultaban sus máscaras primitivas, y la salida al campo, en una explanada
con un riachuelo en dónde se bañaban los nativos desnudos, y culmina con
el intento de sacrificar al propio hijo, pero lo sustituye por un cerdo,
acompañado de ofrendas y frutas, en ello se parodia la Biblia, en el pasaje
de Abrán e Isaac. [3]
La salida de los adultos para un paseo, cierto día,
después de la primera mitad del verano, permite que los adolescentes se
vuelvan señores de la Granja Marulanda, y descubran las posibilidades de
los placeres y de la dominación sobre los menores. La ausencia de los
mayores borra los límites de la orden establecida y otra escala pasa a
vigorar.
En
la contra tapa, del libro en análisis, se explica que el relato “nos
muestra los fantasmas de linterna mágica del deseo en los años jóvenes,
la sorda ira tiránica del acceso al poder, los ceremoniales de la
exploración y el fulgor del escape, la rebeldía y la aventura.
¿Dónde? En el País de las Maravillas, o acaso en el País de nunca
Jamás. O acaso hoy y aquí mismo”.
El espacio subterráneo y laberíntico de la CC
nos proporciona elementos que apuntan el mundo del deseo inconsciente, en la
adolescencia, y nos hace pensar en el mito del Minotauro, símbolo de la
lucha espiritual contra la represión. El subterráneo es considerado
símbolo del interior del cuerpo y vísceras, pasar por él (cavernas,
corredores, puertas secretas y disfrazadas) es un retorno al cuerpo materno. [4]
En todas las
culturas primitivas, las grutas y cuevas desempeñan un papel religioso muy
importante. Bajar a una cueva, gruta o laberinto simboliza la muerte. Jung
ve el laberinto como el inconsciente - el error y el alejamiento de la
fuente de la vida. Su misión es defender el centro, defender la
inmortalidad. Ejemplo de ello podemos encontrar en El
Quijote, (2 parte cap. 23) cuando el héroe baja a la cueva de Montesino
y allí ve a algunos héroes y heroínas
de las novelas de caballería desfigurados, lo que lo llevó a dudar
si era sueño o realidad lo que había visto.
La casa exterior, erguida en un punto elevado de una llanura,
presenta la dialéctica de la extensión y profundidad. Edificada, en el
medio de un parque, circulado por rejas (hierro y término en puntas como
unas lanzas), que le dan protección, no obstante ello le invade lo
extranjero (los vilanos de las gramíneas) que ahogan y destruye la familia
de los Ventura. El exterior de la casa representa el lado manifiesto del
hombre, la máscara, y se contrapone a la parte interior, laberíntica,
representante del mundo de los deseos. La orden que representa los contornos
de la casa, producto del trabajo del hombre, que nos da la idea de la
docilidad, de un ambiente pacífico, en la concepción de Northon Freye, el
mundo apocalíptico, se opone a la libertad de la llanura. La inmersión en
ella intensifica la manifestación onírica ofrecida por la casa y la
meditación en la grandeza de la expansión del ser que la vida refrena.
Desde la amplitud de la llanura, que inquieta y acelera el estado onírico,
llegan los aborígenes a la casa, es decir, provienen los instintos salvajes,
que subyugan y ahogan. La fusión de los espacios donde hay el dominio y
dispersión, el equilibrio de la construcción y el desequilibrio de la
naturaleza, representados por Apolo y Dionisio, acelera la demencia
dionisíaca proporcionando el trágico fin de los Ventura. No obstante, hay
una esperanza, para Marulanda, las costumbres tradicionales que pueden
enseñar los que conocen a la región. Y es Wenceslao, personaje “emblemático”,
(p. 372) quien dará la clave de lo de la antropofagia: ella es el poder; el
gobierno, los extranjeros y la industria (485).
Y es él que proporciona al narrador poner
en destaque el escenario, colocarlo en interacción con los personajes al
afirmar, describiendo el paisaje: “de rocas y valles y árboles que se
prolonga hasta el horizonte, de donde, en proporción áurea, despega del
cielo, bellísimo, emocionante, intangible” (...) “es el protagonista
del cuadro” (p. 373).
Con
esa cita se hace el círculo que reafirma lo dicho que el espacio y los
personajes son signo en la literatura hispanoamericana contemporánea.
REFERENCIAS:
BRANDÃO,
Joanito de S. Mitología griega. Petrópolis, Vozes, 1989, 2 v.
DONOSO,
José., Barcelona, Seix Barral, 1989. 498 p.
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