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       VÁSQUEZ Y EL ARTE DE SU TIEMPO  | 
  
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       Nombre del Autor: Yobenj Aucardo Chicangana Bayona  | 
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       Palabras clave: arte - hispánico - evangelización  | 
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       Minicurrículo: Nació en 1975 en la ciudad de San Gil ( Santander /Colombia). Estudió Historia (1996) en la Pontificia Universidad Javeriana (PUJ), simultaneamente realizó estudios en artes plásticas. Fué profesor de Historia del Arte y de la Comunicación Visual de la Universidad Jorge Tadeo Lozano (Santafé de Bogotá- Colombia). Potsgrados: (1999) Master en Historia Social (UFF/Brasil), y atualmente es Doctorando en Historia Social (UFF) y Miembro del SCRIPTORIUM, Laboratorio de Estudos Medievales e Ibéricos de la la UFF.  | 
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       Resumo: Este artigo apresenta a vida do pintor Neogranadino, nascido em Santafé de Bogotá, Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos (1638-1711) e seu contexto artístico, mostrando os elementos mais relevantes da vida cultural colonial e hispânica, na segunda metade do século XVII.  | 
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       Resumen: Este artículo presenta la vida del pintor Neogranadino nacido en Santafé de Bogotá, Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos (1638-1711) y su contexto artístico, mostrando los elementos más relevantes de la vida cultural colonial e hispánica en la segunda mitad del siglo XVII.  | 
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       1. Gregorio Vásquez, “La Sagrada Familia”. Colección Particular Miguel de German Ribón y Valenzuela, Bogotá, Colombia. Òleo 44x32 cm. S.XVII 
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 El
      arte en los siglos XVI y XVII se hallaba comprometido desde un principio
      al servicio de la cristianización y como un medio de penetración
      cultural española. Las imágenes eran pues eficaces principalmente para
      las órdenes religiosas en la misión de la evangelización. Sobre esta
      situación nos habla Gil Tovar: “El
      arte durante el período hispánico fue, pues, casi en su totalidad, un
      medio de representación de imágenes, signos y símbolos propios del
      cristianismo, para cumplir el fin evangelizador perseguido por la iglesia.
      No fue ni podía ser un fin en sí mismo y, por lo tanto, los problemas
      estéticos y técnicos ocuparon en el un lugar secundario: los misioneros
      y los encomenderos no vinieron, desde luego, a fundar escuelas de bellas
      artes ni museos, aunque se instalaron talleres de pintura, escultura,
      platería y entalladura en la medida que las necesidades se imponían y la
      clientela aumentaba” 1  Santafé
      al ser designada como capital del Reino, se convirtió en el Centro de una
      amplia actividad no sólo administrativa, sino también social y cultural.
      La producción artística general fue bastante rica durante el siglo XVII 
      y comienzos de s. XVIII. El poder político español se asentó en
      las colonias apoyado, fortalecido y ejercido en interacción con la
      iglesia. Así la vida colonial giró en gran media en torno de las
      instituciones religiosas católicas. No es de extrañar, entonces, que el
      arte colonial se orientara a satisfacer las necesidades del culto, de la
      propagación de la fé y del afianzamiento del poder eclesiástico. La
      iglesia se constituyó en el principal cliente y promotor de la producción
      artística de la colonia. Un
      papel importante en la producción artística de la colonia lo desempeñaron
      las ordenes religiosas, los gremios y las cofradías. En un documento de
      fines de siglo XVII, el licenciado, oidor y alcalde de corte Francisco
      Joseph Melo de la Fuente, como representante de la Cofradía de Nuestra Señora
      de Bethelén, refiere el encargo que se le hace al pintor Agustín de
      Useche en los siguientes términos  “Tampoco
      bagó mi cuidado a la diligente asistencia de Agustín de Useche, a quien
      por abentaxado pincel encargue la pintura de cinco lienzos de ocho, que
      componen el retablo sin el caxon o nicho del centro, pues hizo a mi devoción
      los tres que están en el tercero, y último cuerpo, y son el de la
      coronación de la Purísima Señora por Reina de todo lo criado y a sus
      lados los de San Francisco Xavier y Santa María Magdalena en triángulo;
      y las otras dos del segundo como patrones protectores de mi compañera y
      mios. San Francisco de Assis y Santa Teresa de Jesús, porque el que entre
      estos media del Tránsito de la divina Señora, es de los que con su marco
      dorado tenía antes la capilla; también retocó los del cuerpo principal,
      o colaterales del nicho, de Santa Rossa de Santa María, y otro menos
      diestro me avia pintado, y el de Santa Rossa de Viterbo de los antiguos
      con su marco del altar para que quedassen en correspondencia igual, y así
      mismo las dos añadidas tablas de los pedestales que son de las
      adoraciones de los reyes y pastores en Belén..” 2  En
      cuanto al desempeño del oficio de pintor se ejercía en talleres
      familiares, en los cuales, aparte de los hijos o hermanos del maestro,
      ocasionalmente se acogía a un reducido número de discípulos o
      aprendices, bajo condiciones especiales que se convenían con la familia
      del aspirante. A continuación un documento fecha el 30 de Marzo de 1671,
      en el que Bernabé de Posadas recibe en su taller, en calidad de aprendiz
      a Alonso Rodríguez, bajo las siguientes condiciones: “...en
      esta ziudad recivo por pupilo aprendiz de dicho mi ofizio a Alonso
      Rodriguez hijo de Isabel Rodriguez por tiempo de quatro años que an de
      correr y contarse desde el dia de la fecha desta y me obligo a enseñarle
      el dicho oficio hasta que sepa con toda perfezion todo el dicho arte y
      dalle de bestir calzar cama y sustento ropa limpia... y lo demás
      nezessario durante el dicho tiempo y si en el cayere enfermo curalle a mi
      costa y dalle todo lo nezessario y estando presente la dicha Isabel
      Rodriguez se obligó a que durante el dicho tiempo no sacara de cassa y
      compañía de dicho Bernavé de Posadas al dicho Alonso Rodriguez su hijo
      por causa y nezesidad urgente que sea y si por algun azidente el suso
      dicho se ausentare y biniere a esta ziudad (una diligencia hasta bolverlo
      a remitir y si algunas personas lo sonsacaren para servirse del da poder y
      facultad al dicho Bernavé de Posadas pa que lo pueda sacar con apremio
      como si fuera su mismo hijo sin que por causa alguna aya (repugnanzia) al
      uso cumplimiento obligasen sus personas y bienes dieran poder a todos y
      queales les quiera justicias...” 3 
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       En la mayoría de los casos
      quienes primero aprenden el oficio de pintores son los hijos de estos.
      Como fue el caso del pintor Baltasar de Figueroa, “El viejo” (S.XVI-XVII),
      fundador de una dinastía de artistas en Santafé, organizó un taller y
      formó a su hijo Gaspar (1594-1658), a su vez este enseño a sus hijos
      Baltasar y Nicolás (1629-1667). De ellos aprendieron Gregorio Vásquez de
      Arce y Ceballos y posteriormente Gregorio Carballo de la Parra. A lado del
      taller de los Figueroas, se establecieron en Santafé el de los hermanos
      Acero de la Cruz, el del pinto Juan Francisco de Ochoa, e de los Fernández
      de Heredia y el taller de los Vásquez, este último de los más
      importantes de la época. Gregorio Vásquez enseñó su arte a su hermano
      Juan Bautista y a su hija Feliciana, 
      contando con vários ayudantes para cumplir sus encargos. Un
      pintor próximo al estilo de Vásquez fue Camargo, cuya obra se situó
      entre finales del siglo XVII y los primeros años del siglo XVIII; también
      se destacó Gregorio Carballo de la Parra (S. XVII-1667) condiscípulo de
      Gregorio Vásquez en el taller de los Figueroa quien realizó varias obras
      para la Iglesia de Santa Inés.  Dentro
      de las fuentes que inspiraban las obras de los artistas coloniales del
      siglo XVII estaban cuadros europeos, ciertos libros teológicos y los
      grabados que se enviaban a las colonias, con la aprobación de la Corona y
      de la Iglesia. Sobre la posición social de los pintores nos comenta Marta
      Fajardo de Rueda: “Los
      documentos de la época, por el contrario, revelan que ocupaban una posición
      social relativamente importante. Recibían por lo general numerosos
      encargos y con el fin de que cumplieran con ellos, no sólo se les hacían
      adelantos en dinero, servicios y objetos, sino que también el cliente les
      suministraba “lienzo, moldura y bastidores”, facilitando aún más la
      ganancia a los pintores. En el testamento de Carballo de la Parra se
      menciona que tenía un esclavo y en el año 1644. Gaspar de Figueroa
      regala una esclava a su madre, doña Catalina de Salcedo, lo cual revela
      que gozaban de cierta holgura económica. Varios de los Figueroas se
      casaron con personas pertenecientes a familiar importantes, como lo
      refleja el registro de las dotes”( Fajardo, 1989, p. 18-19)  Todo
      esto nos indica que los pintores de Santafé del siglo XVII gozaban de un
      reconocimiento social y de unas condiciones económicas que les permitían
      vivir de su oficio. Además de desempeñar un papel fundamental en la
      evangelización y el desarrollo de la vida cotidiana de la sociedad
      santafereña de esos años. Pintores
      como los Figueroa, Los Fernández de Heredia, los Vásquez y los Acero de
      la Cruz, fueron artistas criollos al servicio de la Iglesia Católica, con
      el propósito de repetir y prolongar los temas, las formas y las técnicas
      españolas. Francisco Gil Tovar nos comenta: “Se
      trata de una actividad provincial española, con ligeros matices propios
      como pudiera tenerlos el arte de las provincias de la península. Refleja,
      por tanto, influencias italianas y flamencas, que eran entonces las más
      pensantes sobre la pintura y la escultura que se hacía en los talleres
      españoles. ... Este arte era entonces, y lo seguirá siendo mucho después,
      el de mayor prestigio y el único aceptable por las gentes de más alto
      nivel en la Iglesia y la Sociedad. Poder imitar a famosos pintores españoles
      como Zurbarán, Murillo o Morales “El Divino” o a grandes escultores,
      como Martínez, Montañez, o Alonso Cano: reflejar de algún modo la
      dulzura clásica de los grandes renacentistas italianos como Rafael Sanzio,
      Corregio y los  seguidores de
      Leonardo da Vinci, tratar de alcanzar el naturalismo de Tiziano o de los más
      notables flamencos: repetir las habilidades y las gracias de los
      manienstas, repartidos por Europa, constituía el ideal supremo de los
      pintores y escultores españoles en América o de los criollos quienes
      procuraron esforzadamente asimilar mezclándolo, el lenguaje y las
      soluciones técnicas del Renacimiento y del Barroco”. (Tovar, 1987,
      p.86-87)  En
      nuestro caso nos interesa Gregorio Vásquez, un exponente del arte criollo
      del siglo XVII,  es decir, un
      arte del pueblo conquistador adaptándose gradualmente a su conquista,
      como lo diría Tovar. Este pintor de los más notables de su tiempo y el más
      prolífico en cuanto a obras (524 entre óleos y dibujos), realizó 106
      dibujos a pincel que son los más antiguos sobre papel de 
      todo el continente.  Catalogado
      por muchos críticos como un dibujante seguro, de línea firma y blanda,
      la obra de Gregorio Vásquez es de sentimientos dulces y calmados muy
      similar a las obras de Rafael y Murillo que manejaron los asuntos
      religiosos desde un concepto “tierno”, “familiar” y “sin
      drama”. Con mayores logros en lo pequeño que para lo grande y en la
      ternura más que para el drama y para muchos más acertado en dulces
      devociones y temas femeninos más que para lo masculino. De ahí que lo
      mejor de su obra este en la iconografía del nacimiento, la infancia de
      Jesús, las imágenes de la Virgen Inmaculada y las visiones tiernas de
      los Santos. 
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       La
      Escuela Sevillana y las Fuentes el Arte Santafereño 
       2.
      Gregorio Vásquez, “El Hogar de Nazareth”. Museo de Arte Colonial,
      Bogotá, Colombia, 154x155cm, 1685  El
      Renacimiento se manifestó, en España, desde principios del siglo XVI, a
      través de artistas “italianos” que trabajaron en este país y por los
      mismos “españoles” que fueron a la península Itálica, para formarse
      en las escuelas de los grandes maestros en Roma y Venecia. Los “españoles”
      tomaron de la “Italia Renacentista” la corrección de formas, el
      colorido y dejando otras ideas grecorromanas, supieron dar carácter
      propio a su arte, llevándolo a una nueva y rica manifestación en el
      siglo XVII. La
      pintura española se caracteriza, en general, por su dramatismo y tinte
      religioso, llegando a tener características particulares a nivel regional
      y local. En la pintura española se pueden distinguir varias escuelas: la
      de transición con artistas como: Pedro Berruguete, Antonio del Rincón y
      Luis de Morales “El Divino” entre otros: la de Valencia con
      representantes como: Juan de Juanes, los dos Ribalta, Francisco y Juan, y
      José de Ribera “El Spagnoletto”, la de Toledo con artistas como: El
      Greco (Doménico Theotocópuli), Jorge Manuel Theotocópuli 
      y Luis Tristán; la de Madrid con representantes, como: Gaspar
      Becerra, los dos Carducho, Bartolomé y Vicente Carduci, Alonso Sánchez
      Coello, Fernández Navarrete, Pantoja de la Cruz, Eugenio Caxes y Diego de
      Silva Velásquez; de la Aragonesa artistas como: Tomás Peliguet y Jerónimo
      Cosida, Juan Galván, Jusepe Martínez y Bartolomé de Vicente; de la
      Catalana representantes como: los Juncosa y Antonio Villadomet entre otros;
      y la de Sevilla que es la que nos interesa tuvo exponentes como Murillo y
      Zurbarán. A continuación observaremos algunos elementos claves de esta
      escuela. Hasta
      este momento hemos referido la influencia italiana en el arte español,
      pero no hay que olvidar y se debe tener presente la influencia flamenca
      tan determinante en la definición de las escuelas hispanas. La Escuela de
      Sevilla tal vez es la más cercana a la técnica y estilo de Gregorio Vásquez.
      Esta escuela forma su carácter en la perfección del colorido y la
      expresión de un ideal religioso y, porque no, llamarlo “dulce y poético”-
      El fundador de esta escuela del renacimiento es el rafaelista Luis de
      Vargas, en la primera mitad del siglo XVI, aunque precedido por otros
      artistas de transición. Sus dos mejores obras son: La Genealogía de
      Cristo y la Adoración de los pastores. Al lado de este se hallaban
      artistas como Pablo de Céspedes, Juan de las Roelas y Herrera el viejo, (siglo
      XVII), que se esfuerzan por librarse del manierismo italiano. Los
      Artistas cumbre de la Escuela Sevillana en el Siglo XVII son Francisco de
      Zurbarán y el Sevillano Bartolomé Esteban Murillo. Las obras de estos
      dos últimos, -artistas de primer orden- se consideran de gran colorido y
      son la viva expresión de las figuras manejadas de forma dulce en Murillo
      y profunda en Zurbarán. Muchas de las obras de estos individuos llegaron
      a distintas partes de la América hispana y aún a la Nueva Granada.
      Claret nos habla al respecto de estos artistas: “...
      Zurbarán seguidor del tenebrismo, pinto de los frailes, excelente
      retratista, sabe dar viveza a sus cuadros, siendo uno de los mejores la
      Apoteosis de Santo Tomás de Aquino, de gran sensibilidad, interpretó
      como ninguno en incontables cuadros la religiosidad española de la
      Contrarreforma como por ejemplo en sus célebres inmaculadas ...”
      (Claret, 1958,p. 44)  Especialmente
      Zurbarán y Murillo o mejor dicho sus obras serán las que darán algunas
      pautas artísticas a Gregorio Vásquez y a muchos otros artistas de una época
      regida por principios barrocos y contrarreformistas. Pintores
      como Gregorio Vásquez se formaron a sí mismos, a partir de la
      experimentación y el desarrollo autodidacta, sobre la base de inspirarse
      en los grabados europeos y los cuadros de los talleres españoles. Muchos
      de los grabados que les llegaban a los artistas santafereños eran
      flamencos y franceses. Que reproducían para su difusión cuadros de
      asuntos religiosos pintados por famosos maestros europeos el Renacimiento,
      el Manierismo y el Barroco: Rafael, Corregio, Pontorno, Reni, Sassoferrato,
      Barocci, Los Bassano, Rubens, Jordanes, Van Dyck y otros; eran grabados y
      reproducidos por Collaert, Wierix, los Galle, Goltzius, Sadeler o los De
      Passe, e impresos en innumerables estampas sueltas o insertas como
      lustraciones en libros, biblias, misales, novenarios, vidas de santos, que
      con el control de la iglesia y la corona se distribuían por todo el
      imperio hispánico. Tales grabados se imprimían en los talleres de Cristóbal
      Platín en Amberes, quien gozaba de exclusividad para todos los
      territorios españoles. Al respecto nos habla Francisco Gil Tovar: “...Plantín se asoció luego con su pariente Moretus y la casa Plantín Moretus, reforzada, continuo produciendo, tanto en Amberes como en París, grabados de diversos tamaños que van desde la pequeña estampa hasta el gran cuadro con figuras de tamaño natural, compuesto por varios pliegos. Muchas de estas estampaciones en tinta negra sobre papel, que se importaban del Viejo Mundo en cantidades muy apreciables, no solamente servían como modelos de dibujo y composición para los pintores locales, quienes tomando parte de unas y de otras, componían sus obras relativamente originales” (Tovar, 1987, p. 90) Los
      cuadros europeos que sirvieron de modelo o inspiración a los pintores
      criollos fueron en su mayoría obras de temario religioso producidas en
      los talleres sevillanos y Andaluces del siglo XVII, como las de Zurbarán
      y Murillo. Hacia la mitad del siglo XVII llegaron también a Santafé de
      Bogotá pinturas flamencas del taller de Rubens realizadas por Gerard de
      Lavallée y Geert Van der Daal. También arribaron a la Nueva Granada
      Obras manieristas y barrocas, italianas de los talleres del Corregio, Reni
      y Sassoferrato. Sobre estos dos últimos Vásquez 
      se apoyaría para algunas de sus obras. 
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       GREGORIO
      VASQUEZ DE ARCE Y CEBALLOS Gregorio
      Vásquez nació en Mayo de 1638 en Santafé de Bogotá. A continuación la
      partida del bautismo del pintor: “En
      Santafé, a 17 de Mayo de 1638 años, yo, Alonso Garzón de Tahuste, Presbítero,
      cura rector de esta Santa Iglesia Catedral, bauticé y puse óleo y crisma
      a Gregorio, que nació a nueve días de dicho mes y año, hijo legítimo
      de Bartolomé Vásquez y María de Ceballos, su mujer, vecinos de este
      feligresado: fue su padrino Pedro de Salazar Falcón, vecino de esta
      ciudad, de que doy fe. -
      Alonso
      Garzón de Tahuste.4
        La
      biografía de este artista se ha ido estableciendo sobre la base de
      algunas tradiciones orales recogidas un siglo y medio después de su
      muerte por José Manuel Groot, a las que luego se agregaron algunas
      suposiciones y anécdotas sin sólido fundamento real. La visión de
      Gregorio Vásquez y su obra ha variado el tratamiento del autor, tal como
      lo dice Jorge Luis Arango: “Esto
      sucede, puntualmente, con Vásquez Ceballos. Unos cronistas contemporáneos
      del pintor comparan sus pinceles con los de Apeles, como ocurre con
      Zamora, mientras que otros omiten su nombre y su existencia. Los que le
      siguen, lo alzan más allá de su condición con frases y términos
      exagerados, como Groot, o lo denigran como Cuervo. Los que advierten orden
      leyendas o fantasean como Caicedo Rojas, Urdaneta y el propio Pizano, en
      algunas aseveraciones tan inconsistentes como equivocadas. Apenas ahora
      estamos en el punto de decir la verdad, con justicia amorosa, a pesar de
      que continuan las diatribas y los desmesurados elogios, extremos tan
      propios de la índole de estos pueblos sentimentales y apasionados. Filan
      en este grupo
      nuevo escritores tan sagaces como Hernández de Alba, Luis Alberto Acuña,
      Giraldo Jaramillo y Francisco Gil Tovar de quienes espera el país y la
      gloria de Vásquez, sobre todo el verdadero ensayo crítico de tan
      asombroso personaje”.(Arango, 1963, p.141)  Vásquez
      va a surgir en la época comprendida entre 1650-1750 considerada por
      muchos estudiosos del arte la edad de oro de la cultura virreinal en América.
      En este lapso florecen los maestros más representativos de la pintura. En
      Nueva España aparecen Baltasar de Echave Rioja (1632-1682) y Cristóbal
      de Villapando (1645-1714). En la Real Audiencia de Quito sobresalen Miguel
      de Santiago (16?-1700) y Nicolás Javier de Goribar (1665-1736). En el
      virreinato del Perú Diego Quisque Tito (1621-1681). En el Alto Perú (Charcas)
      Miguel Pérez Holguín(1665?-1724?) y en la Nueva Granada Gregorio Vásquez
      Ceballos (1638-1711). Pintores
      como Gregorio Vásquez y otros “americanos” de los siglos XVII y XVIII
      tienen algo de similitud, sus fuentes son comunes, pero también es
      evidente que cada uno posee algo que lo diferencia de los demás. Así
      Echave Rioja representa la culminación del tenebrismo; Villapando la
      corrección y el colorido, Miguel de Santiago evoca, en sus temas marianos,
      las “dulzuras” de Murillo, Vásquez y Holguín son notoriamente
      Murillescos en unos aspectos y Zurbaranistas en algunos detalles de sus
      cuadros. Gregorio Vásquez comenzó su aprendizaje del arte con Baltasar
      de Figueroa, pintor entonces de gran reputación, natural de Santafé de
      Bogotá. Estuvo allí con los Figueroas hasta que ocurrió un
      acontecimiento particular que Groot nos cuenta: “Pintaba Figueroa el cuadro de “San Roque” que se halla en la Iglesia de Santa Bárbara y queriendo darle toda la expresión conveniente a los ojos, no podía salir con ello por más que había y borraba. Aburrido al fin tomó la capa y su sombrero, y se fue para la calle. Entonces Vásquez, que le había estado observando... tomó la paleta y los pinceles, y en menos de nada pintó perfectamente los ojos de San Roque, e hizo lo que el maestro no había podido hacer. Vuelto Figueroa fue a proseguir su trabajo; pero quedó suspenso al ver los ojos de San Roque concluidos. Entonces le preguntó a Vásquez si él los había hecho, y como le dijese que sí, pensando sin duda recibir del maestro alguna alabanza, éste, en lugar de alabar su habilidad le dijo que si era maestro se fuera a poner tienda y lo despidió bruscamente”. (Groot, 1963, p. 7) 
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       Francisco
      Gil Tovar nos continua diciendo: “Seguramente
      pasaría varios años como aprendiz en el taller de Baltasar de Figueroa,
      donde se sabe que trabajaba su hermano mayor, Juan Bautista Vásquez,
      pinto así mismo casado con Jerónima Bernal, también de ascendencia
      andaluza, tuvo dos hijos: Feliciana y Bartolomé-Luis. Organizó taller
      familiar en una casa frente a la iglesia de la Candelaria, señalada hoy
      con el número 3. Nº 97-99 de la calle 11. En él ayudó su hija
      Feliciana y probablemente pintó su hermano Juan Bautista cuyos cuadros
      han sido confundidos a veces con los de Gregorio. La primer obra firmada
      que se le conoce es de 1657, cuando contaba diez y nueve años: se trata
      de la huida a Egipto, en la iglesia de Santa Clara en Tunja. La etapa de
      mayor  y mejor producción,
      siempre al servicio de comunidades religiosas y devotos, es la comprendida
      entre 1680 y 1705.  A juzgar
      por escritos de varios cronistas contemporáneos o inmediatamente
      posteriores, su prestigio y fama en el país eran ya en su tiempo muy
      altos”. (Tovar, 1980, p.41)  La
      importancia de Gregorio Vásquez radicó en el valor de su obra, a pesar
      de la falta de medios y del aislamiento en que se encontraba el Nuevo
      Reino. Cuando hablo de aislamiento, me refiero a la imposibilidad de Vásquez
      de asistir a talleres europeos y a las mejores condiciones de estos; a
      diferencia de las penurias, costos altos, falta de materiales y dificultad
      para encontrar estos últimos en las colonias.  Pero
      a pesar de todo desde los aspectos artísticos no se debe desmeritar a Vásquez,
      ya que su obra exhibe una espontaneidad, viveza y fresco que los grabados
      que debieron llegar a sus manos no podían tener. 
      Siempre ceñido a las normas de representación religiosa, a las
      reglas y los patrones hagiográficos, a las “vitelas” que fueron pauta
      para la descripción corporal de los santos. La
      mayor parte de su vida la pasó trabajando para las órdenes como las
      treinta y tantas obras realizadas para el convento e iglesia de Santo
      Domingo. Al parecer después de la ruptura con los Figueroa, Vásquez
      terminó por desplazar a estos del lugar preponderante en Santafé. Al
      respecto habla Roberto Pizano: “...Poco
      debió ser lo que los Figueroas enseñaron a Vásquez, porque era poquísimo
      lo que ellos mismos sabían y porque al darse cuenta de las dotas de aquel
      comprendieron que se hallaban en presencia de un competidor temible que
      podía llevarles a la ruina. Por eso en el rompimiento que tuvo lugar se
      traslucen la envidia y el despecho de los dos viejos pintores. No se
      equivocaban: hay muchas obras de los Figueroas fechas antes de 1660, pero
      de esta época en adelante escasean cada vez más, en la proporción en
      que se multiplican las de Vásquez”.(Pizano, 1985, p. 37)  Cuando
      Vásquez obtuvo su “independencia” se dedicó a estudios autodidactas
      para la mejoría y calidad de sus materiales. También durante este período
      se dedicó a su deporte favorito, la cacería.5
      El gusto por esta actividad se evidenció en muchas obras y en sus fondos
      en donde se pueden ver cazadores y presas. Esto además de lo anecdótico
      que pueda ser nos deja claro las posibilidades de “esparcimientos” en
      una sociedad como la Santafereña, tal vez la proyección de un espejo ibérico
      en las costumbres de la época. De todas partes se acudió a Vásquez para
      que se encargara de cubrir con pinturas las iglesias. Su primer cuadro de
      gran tamaño es El Purgatorio, para el pueblo de Funza, firmado en 1670.
      En 1673 terminó una obra de verdadera importancia. El Juicio Final, para
      la Iglesia de San Francisco. Vásquez
      consultó la obra de la famosa tertulia de Francisco Pacheco. “El Arte
      de la Pintura”, publicado en Sevilla en 1641, debió llegar a sus manos
      gracias a los jesuitas. Este libro daba pautas tales: 
      “Para manifestar la tristeza sin lágrimas, debe de estar la
      cabeza inclinada sobre el pecho y la mano sobre el corazón ... Debe el
      pintor para adiestrar la mano contrahacer los dibujos de valientes
      maestros ...” (Pizano, 1985, p.55). 
      Pizano nos continua diciendo: “Aunque
      ocultado cuidadosamente, este libro cayó quizá algún día en manos de Vásquez.
      Al recorrerlo ávidamente despertose su ambición y halló por toda enseñanza
      estas palabras, lema del arte potente y verdadero que empezaba a surgir,
      “así es que Miguel Angelo, Carvacho, José de Ribera y Velásquez se
      tienen para todo del natural, no sólo para las cabezas, desnudos, manos y
      pies, sino también para paños, telas y trajes: y por esto se ve la
      diferencia que hacen estos pintores de los demás” (Pizano, 1985, p.52)  Poco
      a poco se fue imponiendo Vásquez como el artista indiscutible en su medio,
      al que llovían los encargos de Santafereños prestantes y aún de
      clientes lejanos. Pintaba sin descanso obras de calidad muy desigual,
      muchas de las cuales no ejecutadas en su totalidad por él mismo, sino
      ayudado por discípulos de su taller, entre los que se encontraba tal vez
      su propia hija Feliciana y su hermano Juan Bautista.  De los indicios más importantes de la vida de Vásquez es
      que ya sexagenario, fue a dar a la cárcel por haber protagonizado como
      colaborador activo el asalto al Convento de las clarisas para que Isunza,
      un oidor enamorado de una de las religiosas raptase a esta del convento.6 Una última obra data de 1710 “La Concepción” hecha para la iglesia de la Candelaria. Al final de sus últimos años tenía que pintar diariamente para su sustento, (“los almorzaderos”). Su presunta locura señaló el aislamiento de castigo, por el escándalo que a la sociedad santafereña debió causarle el rapto del convento y que después de su liberación de la cárcel hasta 1711 en que murió, Vásquez tuvo que convivir con el rechazo de una sociedad con tintes Contrarreformistas”.7 Esta última obra de Vásquez es importantísima ya que el la pintó después de los acontecimientos del convento y es clave para entenderlo a él y a su tiempo, ya que esta obra refleja una coyuntura y un cambio en su forma de ser hacia el final de su vida, por un lado evidencia un aislamiento social por su crimen, pero también un reconocimiento a sus capacidades artísticas ya que este último cuadro se lo encargaron los agustinos de la Candelaria y por otro lado un arrepentimiento y la forma de pagar su entierro y sus honras fúnebres. 
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       UN
      PINTOR UNA PINTURA El
      arte de religión que desarrolló Vásquez, si así lo podemos llamar,
      como concepción del mundo fue una simbiosis entre los preceptos ibéricos
      y las necesidades del Nuevo Mundo o más concretamente de la Santafé de
      Bogotá de la segunda mitad del siglo XVII. A través de su obra se combinó
      y reflejó las creencias y costumbres de una época como la
      colonial, que correspondió a la consolidación de Santafé y del interior
      del entonces Nuevo Reino de Granada. La
      conformación político-religiosa desarrollada en el siglo XVII en torno a
      la cual se constituyó la sociedad santafereña generó una serie de
      conceptos, ideales y valores en función de su consolidación y legitimación,
      para ello se apoyó en la obra de arte. Cuadros de Vásquez como “El
      Juicio Final”, “San Agustín”, “La creación de Eva” o “Los
      desposorios místicos de la Virgen y San José” se realizaron
      siempre como mecanismo de evangelización ( o la mayoría de las veces)
      divulgaron los ideales de un proyecto histórico: “La redención del
      hombre y la glorificación de Dios”. El dominio español quiso plasmar
      en el “Nuevo Mundo” un tipo de sociedad que fuera el resultado de un
      propósito histórico, centrado sobre un objetivo religioso preponderante,
      por ello debían imponerse las expresiones artísticas inspiradas por la
      voluntad misionera de los colonizadores y su espíritu
      potscontrarreformista.  Para
      conseguirlo, la apologética de los misiones requirió el apoyo de los
      recursos “Pedagógicos que pudo brindar el arte en todas las expresiones.
      El uso de la pintura fue un medio adecuado como elemento de convicción
      ante conglomerados indígenas cuya multiplicidad de lenguas se convirtió
      en una barrera difícil de flanquear, el uso de la pintura como medio de
      “propaganda” significó ir más allá de las explicaciones verbales de
      la catequesis. Gregorio
      Vásquez de Arce y Ceballos fue la convergencia de múltiples estilos artísticos:
      las primeras influencias artísticas de los conquistadores –frailes y
      soldados- que traían una combinación entre el goticismo medieval que aún
      persistía en España y las nuevas tendencias renacentistas asimiladas por
      los ibéricos con las guerras Italianas. En la península se había
      impuesto el plateresco, como amalgama del estilo ojival florido y la
      esbeltez del clasicismo, al llegar a América esta combinación se
      descompuso de formas variadas. Luego llegaría el Barroco que se armonizó
      con la tradición medieval y siendo al mismo tiempo el estilo de la
      contrarreforma. El arte quedó así subyugado por la voluntad política de
      la evangelización, los fines y los medios fueron el producto de un
      consenso temperamental, y tema tras tema se repitió con la insistencia
      propia de la catequesis. Por
      el carácter de cruzada religiosa que tuvo la conquista y la colonización,
      uno de sus principales fines fue puramente espiritual: al implantar y
      extender la fe cristiana se multiplicaron rápidamente los conventos y los
      templos; y como se necesitaban imágenes en función del “discurso”
      surgieron artistas como Gregorio Vásquez para esta labor. Las imágenes
      que Vásquez realizó fueron formas de conversación que habían perdido
      la grandilocuencia del barroquismo romano y que preferían el diálogo con
      el neófito en el ámbito confidencial de los templos doctrineros. La obra
      de Vásquez fue y es una expresión auténtica y legítima de un modo de
      concebir el mundo. Obras como sus múltiples “Inmaculadas”, “La
      Sagrada Familia”, “La adoración de los Pastores”, “Los Apóstoles”,
      “San Francisco de Asís”, “Santa Rosa de Lima” y muchas otras
      fueron los ideales encarnados de la vida cristiana con sus valores y
      virtudes característicos.  Estos “protagonistas” de las obras de Vásquez
      adquirieron en ese proceso de acentuación y simplificación un carácter
      propio que comunica y enseña lo que el catecismo por el problema de la
      comunicación no puede: pureza, templanza, sacrificio, humildad, devoción,
      fé, respeto y gracia.  La
      aproximación de pintores como Gregorio Vásquez a una mayor similitud de
      sus pinturas con las españolas se entiende como la búsqueda de valores,
      elementos comunes que unió y simplificó en su obra en busca de lo
      aceptado y lo representativo para su época. Vásquez pertenece a las
      primeras generaciones de “criollos” que no conoce España, pero que
      pinta el reflejo de esta a través de los grabados que le llegan a sus
      manos. Los elementos Barrocos o Renacentistas presentes en la obra Vasqueña
      comprueban lo anterior, pero también nos muestra que el no penetró como
      otros tantos artistas en la esencia en estos sino en actitudes y patrones
      externos y de forma.  BIBLIOGRAFÍA ACUÑA, 
      Luis Alberto.  Epílogo
      Ficción y Realidad en torno ala vida y la obra de Vásquez.  Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos. 
      Editorial Menorah.  Bogotá,  1963. 
      p.p 171-180.  ARANGO, 
      Jorge Luis.  La obra de
      Vásquez en Monguí.  EN: Gregorio
      Vásquez de Arce y Ceballos.  Editorial
      Menorah.  Bogotá, 
      1963.  CLARET, 
      Antonio Mariae.  Arqueología
      y Bellas Artes.  Madrid,
      1958.  Gregorio
      Vásquez de Arce y Ceballos. 
      Editorial Menorah.  Bogotá. 
      Bogotá,  1963.  GROOT, 
      José Manuel.  Noticia
      Biográfica de Gregorio Vásquez Ceballos, EN: Gregorio Vásquez de
      Arce y Ceballos. Editorial Menorah. 
      Bogotá,  1963 
      p.p. 3-38  PIZANO, 
      Roberto.  Gregorio Vásquez
      de Arce y Ceballos.  Editorial
      Siglo XVI.  Bogotá,  1985.  2ª edición.  __________, 
      Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, pintor de la ciudad de Santafé
      de Bogotá, cabeza y corte del Nuevo Reino de Granada.  EN: Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos,  Editorial
      Menorah.  Bogotá,  1963. 
      p.p. 39-98. Revelaciones.  
      Pintores de Santafé en tiempos de la colonia. 
      Museo de Arte Religioso.  Bogotá. 
      Febrero-  Marzo 
      de 1989.  TOVAR, 
      Francisco Gil. Conquista Evangelización y Arte. 
      EN: Arte Virreinal en Bogotá. 
      Villegas Editores.  Bogotá.  1987. 
      p.p.  64-191.  _________, La obra de Gregorio Vásquez. Carlos Valencia Editores y Museo de Arte Moderno. Bogotá, 1980. 1
          Tovar.
          Conquista Evangelización y Arte. P. 72 2
          Folio 41,
          Archivo de la Ermita, de Belén, Bogotá.  3
          Archivo
          General de la Nación. Sección Notarías. Núm. 2,. Registro de
          Maldonado t. 81 (1671-1672) FF 32v 33r 4
          Fue
          descubierta por José Manuel Groot y se conserva en el Archivo de la
          Catedral Primada de Bogotá en el libro III de Bautismos en la hoja
          79, vuelta. 5
          Durante toda
          su vida conservó Vásquez la afición 
          este deporte, que a os treinta años cumplidos lo llevaba  gastar in miramiento cuando tenía ara renovar u arsenal de
          balas  pólvora  mantener caballos, perros y servidos...”. EN: Pizano, Gregorio
          Vásquez de Arce y Ceballos. 
          55 6
          Ver en ACUÑA, 
          Luis Alberto. Epílogo, Ficción y Realidad en torno a la vida
          y la obra de Vásquez, p.p. 171-180. Groot. Noticia Biográfica de
          Gregorio Vásquez Ceballos, p.p. 3-38 y 
          PIZANO, Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, p. 38-39 7 Groot afirma que detrás del cuado de “la concepción” viene escrito: “Comulgó enloqueció y murió, año de 1711”. PIZANO, Gregorio Vásquez, p. 182 
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