Ibérica.
Pero, igualmente, a lo largo de la historia se vincularía más específicamente
a los que se aglutinaron en la nación española y adoptaron como
lengua oficial de esa nación el castellano. Por extensión, las
nociones que puedan derivarse de ese término se extienden al ámbito
de otros pueblos que, producto de la colonización española, tienen
también el español como lengua oficial y de cultura. De ese modo, si
un hispanista empieza por ser un estudioso del hispanismo, la extensión
y las caracterizaciones de este último término pueden variar mucho
y, de esa manera, introducir variantes en la noción de hispanista.
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El
hispanismo es, ante todo, una rama del saber. Dice con relación a la
lengua, a la literatura, a la historia, a las artes y a la cultura en
general de los pueblos aglutinados en España a lo largo de la
historia y a aquellos que se configuraron como consecuencia de la acción
colonizadora española. Pero la noción no puede quedar restringida a
la cultura definida por la lengua oficial de España, ya que vascos,
catalanes y gallegos pertenecen igualmente al dominio del hispanismo.
De la misma manera, las culturas americanas autóctonas, subyacentes
hoy a la cultura hispanoamericana, no podrían desvincularse del
dominio de interés del hispanismo.
Entendemos
que esa noción amplia, la menos restrictiva que se nos ocurre, es la
más válida y la que permite la abertura del estudioso a los diversos
aspectos del hispanismo, sin limitaciones que coloquen en la
investigación fronteras que la realidad ignora.
De la
misma manera, el término "hispanismo" carece en sí mismo
de connotaciones ideológicas. Es una forma del saber. En ese sentido,
cabría confrontarlo con la noción de "hispanidad". Esta última
siempre estuvo de alguna manera vinculada a la idea de un conjunto de
naciones a los que España - y su lengua, "compañera del
imperio" - habría impuesto características culturales que los
aglutinarían necesariamente en torno a los principios que presidieron
la acción española de conquista en el siglo XVI. Especialmente en el
siglo XX, determinado sector del pensamiento político español e
hispanoamericano se sirvió de la noción de hispanidad y de los
adjetivos "hispánico" e "hispánica", para
intentar establecer la idea de una comunidad de naciones que se pautarían
por principios ideológicos comunes; al vincularse esos principios a
la acción española, quedaba implícita una cierta subordinación a
una "madre patria".
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Nada más
ajeno, pues, al hispanismo que la hispanidad. Pero, tal vez, nada
menos preciso que la noción de hispanista. La noción de un estudioso
del hispanismo nace vinculada a una especificidad: se refiere, en un
primer momento, a los extranjeros, a los no españoles que estudian la
cultura de España. Así sucede cuando se crea en Oxford, en 1962, la
Asociación Internacional de Hispanistas. Pero de la misma manera que
esos estudios se abrirían después al campo de la cultura
hispanoamericana, pasarían a integrar el grupo de los hispanistas, no
sólo los españoles que radicados fuera de España estudiaban su
cultura, sino los hispanoamericanos estudiosos de España o Hispanoamérica
y los españoles que en España investigaban la cultura nacional o la
hispanoamericana. De ese modo, creemos que hay por lo menos tres
grupos de hispanistas que, necesariamente, guardan relaciones
diferentes con el objeto de su estudio: los extranjeros, los españoles
y los hispanoamericanos. Entendemos que, por una razón originaria, el
término hispanista siempre guardará una relación más estrecha
precisamente con los extranjeros que estudiamos la cultura de las
naciones de lengua española. En ese grupo, cabe especial
caracterización al hispanismo brasileño.
El
Brasil se encuentra en una situación histórica peculiar con relación
a los pueblos de habla española. Por un lado, lo hispánico, en un
sentido más amplio, no le sería ajeno, en la medida en que la nación
es producto de la acción colonizadora de un pueblo oriundo de la Lusitania
que integró la Hispania de los romanos. Pero, por la misma razón,
el Brasil está marcado por un distanciamiento con relación a lo
castellano y a la cultura que, por el camino de esa lengua, habría de
imponerse tanto en el resto de la Península Ibérica como en
Hispanoamérica. O sea, actúan en el Brasil dos fuerzas opuestas: una
que aproxima, por la contigüidad de Portugal y España, por el
paralelismo de la acción colonizadora de estas naciones; y otra que
separa, por la oposición histórica entre castellanos y portugueses y
por las diferencias en el proceso colonizador. Dicha oposición
castellano-portuguesa habría de redundar en una marcada rivalidad
histórica entre hispanoamericanos y brasileños, reproductora de la
oposición peninsular, pero fruto, ante todo, de la ignorancia mutua.
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El
hispanismo brasileño tendrá, de ese modo, una característica
peculiar: al mismo tiempo que el Brasil presenta una proximidad a la
cultura de los pueblos de lengua española, significa también un
distanciamiento. Nos parece que ese juego de fuerzas opuestas es benéfico
siempre que lo intelectual y racional de los estudios hispanísticos
prevalezca, de tal modo que ni la proximidad lleve a oclusiones
producidas por visiones idealizadoras ni el distanciamiento se
traduzca en condenaciones apriorísticas. O sea, el hispanismo, en el
Brasil, presenta condiciones excelentes para la investigación, pero
exige que lo pasional, en contra o a favor, sea excluido.
No por
casualidad asistimos hoy a una intensificación de los estudios hispanísticos
en el Brasil. Sabemos lo mucho que ese desarrollo debe a la
democracia, que tanto en la Península Ibérica como en Iberoamérica
viene permitiendo el diálogo, por oposición al monólogo consagrado
por las dictaduras. Fruto de ese diálogo es, por ejemplo, la
interacción del Brasil con sus vecinos que ha producido como fruto más
evidente la implantación del Mercosur, con todas las consecuencias
culturales que conocemos. De allí a la necesidad de intensificar la
investigación hispanística fue sólo un paso. Y eso produjo
claramente la necesidad de que los investigadores del hispanismo nos
nucleásemos y encontrásemos.
En ese
sentido, la revista electrónica Hispanista se propone cumplir
un importante papel. Al optar por los recursos tecnológicos de la
realidad virtual, Hispanista pone al alcance de todo el mundo,
dentro y fuera del Brasil, la posibilidad de un relacionamiento tan
intenso como ágil. Y es de gran importancia que la revista haya
nacido al mismo tiempo que la iniciativa de crear la Asociación
Brasileña de Hispanistas en un primer congreso de la especialidad. El
año 2000, sin duda, ha de quedar así marcado como un hito del
hispanismo en el Brasil.
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