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Spanglish: el español chicano de Aztlán.  | 
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       Nombre del Autor: Luiz Fernando Dias Pita  | 
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    fernandopita@openlink.com.br  | 
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       Minicurrículo: Profesor asistente de Lengua y Literaturas de Lengua Española en la Universidade do Grande Rio; Maestría en Literaturas Hispánicas por la Universidade Federal Fluminense, con tesina en el área de Literatura y Vida Cultural.  | 
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       Resumo: Partindo da evolução histórica até a situação atual da língua espanhola nos Estados Unidos, contemplamos, em uma breve análise, as características da linguagem coloquial dos grupos chicanos daquele país, confrontando-as às particularidades do espanhol na América.  | 
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       Resumen: Partiendo de la evolución histórica hacia la situación actual de la lengua española en Estados Unidos, contemplamos, en un breve análisis, las características del lenguaje coloquial de los grupos chicanos de aquel país, confrontándolas a las particularidades del español en América.  | 
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       Al pensar sobre los márgenes de Latinoamérica caemos en un pleonasmo, pues éste es un subcontinente que está ya al margen del desarrollo social y económico, y que tiene como frontera la otra América, dicha anglosajona y formada por dos de los países más desarrollados del mundo: Estados Unidos y Canadá. Por lo tanto, se concluiría sencillamente que Latinoamérica - la subdesarrollada- no tiene márgenes pues es ella misma la margen de la rica Angloamérica.         
      
      Pero de igual modo las diferencias de nivel social entre las dos
      regiones atrae a Angloamérica enorme número de inmigrantes
      latinomericanos – en general hispanos – y ésto aumenta cada día más
      el número de personas originalmente pertenecientes al universo cultural
      hispánico que, en Estados Unidos principalmente, buscan integración al
      universo cultural anglosajón.          
      
      De entre las consecuencias de la inmigración se percibe el
      crecimiento del uso del español en Estados Unidos, hecho que se refleja
      positivamente en la importancia que la lengua española viene adquiriendo
      en los últimos años.  Con todo si la búsqueda
      de integración es la práctica más común entre los inmigrantes hispanos
      y sus descendientes, se detecta entre las masas hispanas de Estados Unidos
      la existencia de un grupo que - aunque permeable a la influencia de los
      anglosajones – es marcadamente preocupado con la preservación de sus
      características culturales propias.  Este grupo, a
      que despectivamente los anglosajones suelen llamar “chicanos”, no
      solamente mantiene sus particularidades culturales sino sigue cultivándolas
      a través de una producción cultural autóctone que, aunque latina,
      manifiesta rasgos distintos de las demás culturas hispánicas. La
      resistencia de este grupo en aculturarse - al que se añade la situación
      peculiar de su formación histórica - relativiza la autoproclamada unidad
      cultural estadounidense y, al mismo tiempo, amplía las fronteras
      culturales de Latinoamérica. El grupo chicano
      – que se autodenomina “la Raza” – tiene su origen histórico en la
      población mejicana de los territorios conquistados por Estados Unidos
      tras la Guerra de Tejas, en 1848. Tales territorios, que comprenden dos
      veces el de Méjico actual - forman hoy los estados de Tejas, California,
      Arizona, Colorado, Nevada, Nuevo Méjico - y su población, que adquirió
      la nacionalidad estadounidense sin desearlo, se distingue entonces de los
      inmigrantes hispanos por el simple hecho de que no cruzaron la frontera,
      sino que han sido cruzados por ella.  Su condición de “nativo” de Estados Unidos se ha vuelto paradójica a la vez que no se les ha proporcionado ni condiciones de verdadera igualdad ante los de origen anglosajona, ni integración al conjunto de la sociedad. En ella los chicanos, ciudadanos de jure, pero no de hecho, acabaron por ocupar los niveles más bajos. Ésto no ha resultado en conmoción social únicamente porque la presencia de los inmigrantes - que quieren sobretodo sobrevivir en la sociedad norteamericana - debilita la acción política de los chicanos, originando una relación de ambigua rivalidad entre los dos grupos.  | 
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       La
      sobredicha acción política se realiza por medio de organizaciones que
      intentan defender la comunidad chicana de la aculturación, organizándola
      para que logre también el ascenso social. De ahí que el desarrollo de un
      “nacionalismo cultural” chicano, centrado en el Partido
      de la Raza Unida, rechaza igualmente el pasadismo cultural – y la
      consecuente nostalgia de pertinencia a Méjico – y formula una política
      específica para la restauración del patrimonio cultural hispánico en
      territorio norteamericano. La política de
      acción afirmativa de la población la hizo rebautizarse como “Raza” y
      también retomar la antigua denominación del imperio azteca, pasando a
      utilizarla para referirse a su propio territorio, (re)creando así el
      nombre “Aztlán” como el de una patria lejana no en el espacio -
      aunque sí en el tiempo – y a partir de ello empezar a construir para sí
      mismos un mito fundacional. Desde luego si el chicano
      se configurará como un modelo de marginal latinoamericano – marginal
      por ubicarse tanto al margen de Latinoamérica, de Angloamérica y de
      ambas culturas, como por no inserirse en ninguno de ambos contextos
      sociales – el análisis de sus manifiestaciones culturales y lingüísticas
      propias podrá elucidar a),
      algunos de los procesos de transculturación vividos por dicha comunidad
      latina a que circunstancias históricas tiraron a un contexto socio-económico
      anglosajón; b), los procesos de
      mantenimiento y preservación cultural a que se podría recurrir en un
      mundo en constante globalización y, c),
      las relaciones entre los idiomas inglés y español tras un contacto
      desigual que lleva ya 150 años. Sin embargo, aunque todas las variantes
      de investigación arriba sean igualmente tentadoras, optamos por la
      tercera en virtud del espacio disponible y también por creer que a través
      de ella sea posible abrirse el paso a las demás. Considerándose que el
      territorio suroeste de Estados Unidos formaba parte de Méjico hasta 1848,
      debemos considerar que los elementos característicos del español en Méjico
      constituirán los primeros rasgos distintivos del habla de dicha región
      frente al patrón peninsular. De este modo, el español “chicano”
      suele presentar los mismos rasgos del español en Méjico añadiéndose
      otros atribuidos al constante contacto con el inglés norteamericano.  Por consiguiente es regla general decirse que en el español chicano están presentes todas las particularidades mejicanas, aunque ésto sea también un elemento de disminución de probables influjos peninsulares en el habla de dicha región. Una vez que varios historiadores apuntan la presencia masiva de sefarditas - a quienes se había prometido libertad religiosa - entre los primeros colonos españoles ahí llegados, podemos pensar en la existencia de alguna marca sefardí en el español de dicha región.  | 
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      El lingüísta norteamericano J. Ornstein listó algunas de las
      principales peculiaridades fonológicas del español chicano, que
      resumidamente transcribimos abajo:  a)
      Articulación de /Ĉ/ como /Þ/: muchacho = “mushasho” b)
      Articulación de la r vibrante múltiple como vibrante simple:  perro
      = “pero” c)
      Articulación de /x/ como /h/:  Méjico
      = “méhiko” d)
      No articulación de la “ll”: silla = “sia” e)
      Epéntesis de /e/ final de sílaba tónica terminada en /l/ o /r/:     
      
      Isabele y comere
      por Isabel y comer. f)
      Cierre de /e/ e de / i/ al final de una sílaba no acentuada después de
      /c/:    
      
      /nóĉi/ por /noĉe/
      noche g)
      Metátesis en palabras de uso frecuente:  /pader/
      por pared, /suidad/ por ciudad. h)
      Interferencia del inglés en la entonación. i)
      Reduplicación de plurales:    
      Cafeses o papases por cafés y papás. j) El cambio de dos vocales fuertes a fuerte y débil: “real”, dicho ri-al por influencia inglesa, ya que en inglés no existe la pronunciación de dos vocales fuertes.  | 
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       A la par de las características fonológicas
      se siguen las ortográficas. Éstas, por su carácter convencional,
      presenta grande margen de fluctuación. Con todo, la intensificación del
      contacto de muchos chicanos con la norma culta del español - ocurrida
      gracias a los medios de comunicación masivos dedicados a este público
      – están disminuyendo la fluctuación ortográfica y conduciendo la
      ortografía chicana al patrón general de la lengua española. Aun así
      demostraremos los principales desvíos que se manifiestan en el ámbito
      ortográfico: a)  
      El español chicano no se escribe con tildes, y por ello tampoco se
      grafa    
         la ñ,
      que se confundirá con la n. b)
       La b
      y la v son intercambiables, así
      como la j y la g :    
        blusa-vlusa; jente-gente. c)
       Hay una interferencia inglesa
      de la qu en consequencia. d)
      La inclusión de la y entre hiatos con la
      i tónica, además existe una     
      
      oscilación en la grafía de palabras con la y/i, ejemplos vistos
      en la frase:      
      
      Me cayí aier.
      (Me caí ayer)   Pero al analisarse las características que
      Ornstein describe, se percibe que todas las “particularidades” que el
      autor norteamericano apunta se presentan también - en distintos grados
      – en diversos regionalismos del español - incluyéndose ahí el
      peninsular. La gran particularidad no serán entonces los datos apuntados,
      sino que en el caso chicano éstos se manifiesten en conjunto. Comentemos
      pues los datos de Ornstein. Ornstein cita la articulación de /Ĉ/
      como /Þ/ como elemento típico de los chicanos, pero parece olvidarse que
      es fenómeno común también en Chile y que hay muestras semejantes en
      Andalucía, por lo que podemos decir que pertenece de alguna manera al
      universo de la lengua española. aunque nunca en conjunto. El relajamiento de articulación en la r
      vibrante, y la articulación de /x/ como /h/ no es algo que nos suene tan
      esdrújulo, pues se tratan de variaciones de intensidad que también
      suelen ocurrir en Latinoamérica, así como en España misma. Nos habla de una no articulación de la “ll”,
      un tipo de yeísmo muy común en la pronunciación caribeña, que más
      bien parece oscilar entre pronunciarla como “i” o simplemente no
      pronunciarla. Las metátesis, así como la reduplicación
      de plurales que apunta, son fenómenos que suelen ocurrir en cualquier
      parte donde no haya habido una escolarización muy fuerte, y no nos
      olvidemos que la de los chicanos se ha hecho casi siempre en inglés. Si
      sale victoriosa su lucha por la enseñanza del español en las escuelas de
      los estados en que viven, seguramente este fenómeno tendrá una
      desaparición rápida. Es evidente que la interferencia del inglés en la entonación y en la diptongación de hiatos sí es un rasgo distintivo de la región, pero no es el único caso de interferencia de “lengua extranjera”, pues tenemos todos ciencia del habla porteña y su fuerte influjo italiano. Además, el sobredicho contacto más frecuente con la norma culta podrá también modificar, o al menos atenuar este cuadro.  | 
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      Con relación a los cambios ortográficos, por cierto lo dicho
      respecto a la escolarización de la población chicana ya sería
      suficiente explicación. Y si el nivel socio-cultural de este grupo se
      eleva, por cierto tales problemas desaparecerán. Y vale cuestionar si el
      uso del dígrafo qu, mencionado como
      interferencia inglesa, no sería antes la presencia de un arcaísmo español
      que el inglés acabaría por reforzar.          
      
      Por supuesto el léxico de los chicanos sufrirá mucho más las
      interferencias del inglés, pero aquí las formas de asimilación serán más
      variadas: a)  
      Incorporar la palabra inglesa sin cambio alguno: No
      pongas la spoon (cuchara) en la mush
      (setas) porque tiene poison (veneno). b)  
      Cambiar la palabra inglesa a morfología española: Voy
      a la marketa (mercadito) a
      comprar grocerías (pasteles). c)  
      Escribir la palabra inglesa en fonética española: Me
      comí una jamborger mientras leía
      los fonis. d)  
      Emplear una palabra española con sentido inglés: Los
      demostradores no pudieron hacer
      aplicación en la escuela. e)  
      Emplear el sentido inglés con palabras españolas sin sentido en
      español: Dame una quebrada. f)   
      Por analogía: Mi
      vestido está rompido. (Rompido = rasgado. Roto = quebrado.) g)  
      Arcaísmos, epéntesis, barbarismos, etcétera: Hace
      muncho que no voy al treato.           
      
      Para que se pueda verificar la penetración del léxico inglés, así
      como las transformaciones ortográficas sobrecitadas, vale utilizar el
      texto abajo, presentado por Salvador Rodríguez del Pino (1985) como
      modelar cuanto a la utilización del español chicano:  Desde el porche de mi chante, en mi barrio de Eastlos, Aztlán, watcho a mis carnales cruziar por los cales rumbo a sus cantones despues del jale, vatos cabuliando con sus jainas, pachucos fuliando afuera de la marketa de don Charlie, agüelitas con chavalios de la mano y un bonche de raza que sale de los boses que vienen del daontaon. Toda esta es mi Raza, alegre, orgullosa y muy jaladora aunque la placa siempre los este tisiando[1].  | 
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       Nos queda clara la
      ausencia de las tildes, pues palabras como “despues”, “este” - en
      este caso verbo -, deberían llevarlos. La presencia de términos como “boses”,
      “marketa” y “daontaon” comprueban los influjos del inglés, pero
      por la naturaleza de estas palabras, no se puede afirmar que éste
      español se haya mezclado al inglés, sino que sí ha incorporado a su léxico
      expresiones referientes a cosas que les introdujeron los norteamericanos:
      los autobuses, la división de ciudades en downtown
      y uptown, poco conocida en los
      países latinos; (aun las “grocerías”de una de las frases arriba será
      otro ejemplo de ello). Así también términos como “agüelita” y
      “cruziar” evidencian barbarismos típicos de las poblaciones menos
      cultas de Méjico.         
      
      Pero es el uso del verbo inglés to
      watch (según los datos de Ornstein, deberemos pronunciarlo “huaĉo”)
      lo que más de pronto nos llama la atención, porque se le agregaron la
      desinencia de primera persona de presente de indicativo española. Si esto
      es una práctica corriente, demuestra que la incorporación de elementos
      anglosajones no se da sin que éstos pasen por la criba del sistema lingüístico
      del español. Una vez que el sistema lingüístico castellano se ha
      mantenido, podemos seguir diciendo el habla de los chicanos, aunque a
      muchos no les parezca, es todavía español. También se debe notar el bisensibilismo
      de la población chicana, que utiliza palabras inglesas y españolas para
      expresar distintos connotaciones de sentido. De ahí que surgen claras
      distinciones entre por ejemplo Christmas
      (Santa Claus, el arbolito, el comercialismo y los regalos) y Navidad
      (la Misa del Gallo, el belén y la cena en familia); neighborhood (norteamericanos) y vecindad (chicanos); breakfast
      (si come una “jamborger”) y desayuno
      (si tacos o tortillas).  Esto puede expresar no una
      mezcla de idiomas, sino justo lo contrario: la utilización de términos
      oriundos de lenguas distintas en conceptos o situaciones distintas es
      antes una forma de aislarse ambas lenguas, aunque forzosamente se las
      utilicen en la misma frase.  Creemos haber demostrado que el español chicano (o Spanglish, Spanenglish, Tex-mex, Californio, Manito, Españonglés; como lo quieran llamar), sigue – pese el influjo del inglés – formando parte del conjunto de variedades del español. Seguro está que el español chicano no se presenta de manera uniforme en todos los estados donde es utilizado, habiendo diversos grados de penetración lexical del inglés, contrapuestos a las siempre reafirmada influencia del español de Méjico. Y que, aunque puesta al margen de Latinoamérica por los 150 años de dominio estadounidense, los angloamericanos no lograron borrar de la región las marcas de nuestra latinidad.  | 
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      - REFERIENCIAS BIBLIOGRÁFICAS: CÁRDENAS,
      Domingo. Dominant Spanish dialects spoken in United States.  
       Center for applied
      Linguistics, Washington DC, 1970. FONTANELLA
      deWEINBERG, Mª Beatriz: “El habla de distintos países o regiones”
       in:
      El Español de América, Colección
      Idioma e Iberoamérica. Editorial    
      
      Mapfre, 1ª ed., Madrid, 1992. MOLLICA,
      Maria Cecília (org.) “Sociolingüística: conceituação e delimitação”
       in:
         
      
      Introdução à Lingúística
      Variacionista. Cadernos Didáticos UFRJ, 4: 5-12, Ed.    
      
      UFRJ, 1992. PITA,
      Luiz Fernando Dias; SILVA, Geórgia Maria Burgos Santos da. El
      lenguaje     
      de los chicanos: una visión del Espanõl en Estados Unidos. Monografía
         
      
      presentada al Instituto de Letras de la Universidade do Estado do
      Rio de    
      
      Janeiro, 1997. PRETI,
      Dino. Sociolingüística, os niveis da fala, 6ª ed., Cia. Ed. Nacional,
      SP,    
      
      1987. RAMÍREZ,
      Arnulfo G. (sic). El Español en Estados Unidos de América, in:
         
      
      ALVAR, Manuel (coordinador).
      Lenguas peninsulares y proyección
      hispánica.    
      
      Fundación Friedrich Ebert/ICI, Madrid, 1986. RODRÍGUEZ
      DEL PINO, Salvador.  El
      idioma de Aztlán: Una lengua que surge.    
      
      in: VILLANUEVA, Tino (org.)
      Chicanos,  in: Lecturas
      Mexicanas, FCE, Ciudad  de México, 1985. [1]
      
      
      RODRÍGUEZ DEL PINO, Salvador.  El
      idioma de Aztlán: Una lengua que surge. in:
      VILLANUEVA, Tino (org.) Chicanos,
       in:
      Lecturas Mexicanas, FCE, Ciudad de México, 1985. Sigue la “versión castellana” del texto: “Desde la varanda de mi casa, en mi barrio del este de Los Ángeles, California, contemplo a mis hermanos pasearse por las calles rumbo a sus casas después del trabajo: jóvenes platicando con sus novias, pachucos divirtíéndose fuera de la tienda de don Carlos, abuelitas con niños de la mano y grupos de gente chicana que sale de los autobuses que llegan del centro. Toda ésta es mi Raza (chicanos), alegre, orgullosa y muy trabajadora, aunque la policía siempre los esté provocando.” 
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